El gobierno de Santos le puso todos los requisitos legales y técnicos que pudo al metro de Petro, le prometió el cielo y la tierra, y al final le salió con un cheque chimbo.
Era lógico, un metro hecho por Petro sería fatal para la candidatura de Vargas Lleras, quien solo tiene casitas de dudosa calidad para mostrar como resultado de su paso por la vicepresidencia. En este momento vemos algo muy diferente, entre Peñalosa y el gobierno nacional todo son amores, se relajaron las condiciones, se aceleraron los procesos y se prometió licitar este año.
No digo que Peñalosa sea más eficiente que Petro en este tema, lo que pasa es que el gobierno nacional está empujando hacia el mismo lado, no entorpeciendo la tarea como hizo con la administración de Bogotá Humana. Ahora, pensemos qué pasaría si se revoca a Peñalosa.
Santos termina su mandato en el 2018, el mismo año en que comenzaría su gestión el nuevo alcalde. Entonces, hay que analizar quiénes conformarían la pareja presidente-alcalde, porque de esto dependerá mucho que en los próximos diez años ruede un tren moderno por la capital o sigamos padeciendo lo indecible por el simple hecho de intentar movernos a través la ciudad.
La revocatoria sería un triunfo grande de la izquierda en Bogotá, así que es posible que una alianza entre el Polo y Petro recupere la alcaldía. De la misma forma, es probable que Vargas Lleras gracias al apoyo de Santos y a su propia maquinaria, llegue a la presidencia.
Esto sería pésimo para el metro, de nuevo el gobierno nacional endurecerá los requisitos, dirá que no hay plata, o que hay que hacer el metro elevado de Peñalosa que es el que aprobó el gobierno Santos. El candidato de la izquierda podría ser Navas Talero, Aurelio Suarez o Clara López, sea quien sea, seguro tratará de defender el trazado subterráneo de Petro a cualquier precio.
El alcalde designado por Petro gastará millonadas de nuestros impuestos en uno tras otro estudio que le pedirá Vargas Lleras y se la pasarán en reuniones con el gobierno nacional mientras fácilmente pasan otros cuatro años entre estudios, declaraciones, renders y anuncios de periódico. Y la capital en el mismo caos, ya que mientras en otras ciudades se dedican a hacer una oposición constructiva, en Bogotá tendremos que pagar el precio de abortar una alcaldía a mitad de mandato.
Sin embargo, sigamos barajando posibilidades entre presidentes y alcaldes, de pronto hayan otras salidas. Podría darse también la situación opuesta a la ya mencionada. O sea que Petro llegue a la presidencia, en ese caso, la derecha se movilizará con toda su fuerza para lograr por lo menos la alcaldía de Bogotá, y allí volverán los conflictos entre gobierno nacional y distrital, y como siempre, el primer sacrificado será el metro de Bogotá.
Conociendo el carácter de Petro, es claro que querrá que se construya el metro que él tenía pensado. Un alcalde de centro derecha podría ser Carlos Galán, Pacho Santos,Rafael Pardo o Gina Parody. Ninguno de ellos querrá ser un títere de Petro, ni someter el presupuesto y plan de desarrollo de la ciudad a los designios del ex-M19. Tal vez lleguen a algún acuerdo, pero pasarán años y un proceso con varios obstáculos antes de lograrlo.
Otra de las posibilidades es que Petro sea presidente, y alguien de la izquierda llegue a la alcaldía de Bogotá. Así, se retomarían los diseños subterráneos, los requisitos del gobierno nacional se suavizarían y el proyecto avanzaría. Eso sí, la ciudad se gastaría casi todo su presupuesto en construir un metro desde Bosa a la calle 72 (en el mejor de los casos) durante los próximos diez años. Esto quiere decir que no habrá plata para hacer troncales modernas de TransMilenio por la Boyacá, la Av. Ciudad de Cali o la Avenida 68. Por lo tanto, la mejora en movilidad que se lograría sería muy pequeña, sin mencionar el problema de las personas que lleguen a la calle 72 en metro y desde ahí tengan que montarse a un TransMilenio repleto o a un bus tradicional para continuar hacia el norte.
Pero metro habría, y además subterráneo, para alegría de Petro y de los propietarios cercanos a la línea subterránea, a los cuales sus inmuebles se les valorizarían como nunca antes lo habían pensado. La cuestión con este escenario es que es sumamente improbable. Viendo como Venezuela se derrumba al lado bajo una dictadura de corte comunista, cercana a los afectos y al estilo de Petro; y después de la mala gestión de la izquierda durante sus últimos gobiernos en Bogotá, es muy poco probable que esta tendencia política logre ganar al tiempo los dos cargos de elección popular más importantes del país.
Otra opción es que Vargas Lleras sea presidente y alguien cercano a las posiciones de Peñalosa se quede con la alcaldía, por ejemplo Juan Lozano o Carlos F. Galán. Este escenario también es positivo para el metro, retomarían el plan de metro elevado y nuevas troncales de Transmilenio que tiene Peñalosa y lo ejecutarían. Sin embargo, sería curioso pasar por todo el desgaste de una revocatoria, junto con una campaña inusual por la alcaldía, para terminar haciendo lo mismo que estaba desarrollando el alcalde destituido. Tal vez será porque no es tan malo como sus apocalípticos contradictores pregonan.
En conclusión, la ciudad está en un momento en el cual hay comunicación y apoyo entre el alcalde y el gobierno nacional. Esto hace que estemos más cerca que nunca de tener un metro en Bogotá. Si Peñalosa sigue, a comienzos del 2018 estará lista la licitación para el metro elevado y amarrados los recursos que requieren la firma del presidente. Si se revoca a Peñalosa, el metro quedará sometido a la ruleta rusa de lograr sacar un alcalde y un presidente que jalen para el mismo lado.