Diferentes encuestas muestran al alcalde de Medellín, Daniel Quintero, fortalecido en comparación con los y las de otras ciudades del país, lo cual es una señal de que cuenta con respaldo ciudadano importante para enfrentar la revocatoria que impulsa una alianza de extrema derecha conformada por el uribismo, los grupos empresariales aglutinados en el GEA, el gran capital industrial y financiero aterrorizado porque se puede quedar sin su alcancía y polo de negocios en que convirtieron a EPM, su sindicato de empleados y burócratas; algunos denominados "independientes", el fajardismo, El Colombiano y los grandes medios de comunicación, la banda de corruptos y políticos que han vivido del lobby y la teta del gran empresariado para sus campañas políticas, y por último la gente que se quedó por fuera de la torta de la contratación en esta administración.
No es un enemigo cualquiera el que enfrenta el alcalde, él conoce bien cómo se mueve este monstruo de varias cabezas, pues ha gobernado con ellos antes, ¿acaso no proviene de los liberales?) cuando ese inmenso poder ve amenazado su esfera de negocios y no duda en mover los hilos que operan el teatro de la política local y nacional. Tienen, sus enemigos y los nuestros también, los recursos, los cuadros, los medios, los lambones a sueldo, los aliados necesarios para moverle el piso a quien se atreva a desafiarles su gran poder.
Las lecturas que se han hecho sobre la alcaldía del alcalde de Medellín oscilan entre la defensa apasionada y casi fanática, y una más desapasionada, escéptica y bastante crítica. En la primera algunos incluso ven el momento como si estuviéramos a las puertas de una revolución en la ciudad y el país por esto de la idea del cambio; las nuevas ciudadanías y el movimiento social con la bandera de lucha en alto; el Pacto Histórico y la posibilidad de que un líder político y socialdemócrata como Gustavo Petro de la Colombia Humana, que sin provenir de la vieja oligarquía, pueda llegue al poder por medio del voto; por el despertar y capacidad de movilización y lucha de la actual generación junto a amplios sectores sociales; y entonces han clasificado a Quintero Calle como miembro de la liga de los promotores de esa revolución democrática y social, que no es más que un cambio democrático y la profundización del Estado social de derecho en el país, una de las grandes aspiraciones del movimiento ciudadano que se expresó masivamente, con contundencia y capacidad de resistencia en el pasado paro nacional.
La lectura menos apasionada, escéptica y crítica lo ve como un líder político joven oportunista (Partido del Tomate, candidato al Concejo por el partido Conservador, negociador de paz con Humberto de la Calle) que hizo su campaña por la alcaldía con críticas y señalamiento del pésimo manejo que las anteriores administraciones le habían dado a Hidroituango desde EPM; que aspira a llenar el vacío de poder y el quiebre histórico del dominio de clase de la oligarquía; que supo aprovechar el momento e impulso que tuvo durante el gobierno del fracaso de los acuerdos de paz, Juan Manuel Santos (2014-2018), como viceministro de las TIC (2016-2017) para lanzarse por el partido liberal a la alcaldía de Medellín en el 2019, cargo que obtuvo (303.000 votos) con un gran apoyo del voto del descontento y de opinión de decenas de miles de jóvenes que han empezado a participar activamente de la vida política.
No se puede esperar ninguna postura de izquierda mucho menos socialista del joven alcalde que ha incluso declarado que no es ni de izquierda, ni petrista, ni liberal sino “independiente”. Sin duda clasifica como demócrata social-liberal, y eso para este país y esta ciudad acostumbrada y sometida por una élite política criminal, corrupta y asesina es un gran avance. Ni su origen político (liberales-conservadores) ni sus posturas, ni su actual diferencia con el gran empresariado antioqueño, ni su postura sobre EPM (la cual ha sido consecuente con la razón de ser de una empresa que es jurídicamente pública) significan grandes avances para la ciudad. Es más, recordemos la tesis del profesor Campo Elías Galindo acerca de EPM y Medellín como obras públicas construidas y levantadas con el sudor y el trabajo de las generaciones anteriores.
Sin duda a los movimientos y sectores políticos que luchamos porque los cambios en la ciudad y el país no solo sean ilusiones o cambios de maquillaje en el manejo que la narco-oligarquía paisa le ha dado a la ciudad, EPM, el departamento, le sirve más este alcalde a falta de otros liderazgos de izquierda fuertes, que busca desesperadamente acomodarse para abandonar el barco de las clases dominantes que se hunde aceleradamente, pero que sigue haciendo fechorías, aferradas a las instituciones que le garantizarán seguir haciendo la guerra de clases desde ellas (tienen las ÍAS, además de EE. UU., las FF.AA, la Policía, el Esmad, el capital financiero y los grandes grupos económicos, los medios de comunicación, etcétera).
Lo ideal sería, desde nuestro modo de entender este revolcón en que está sumida la ciudad y promete sorprendentes desenlaces, que nosotros y nosotras, el vasto movimiento social y de ciudadanías libres, diversas y polifónicas, tenemos que mantener y defender los espacios políticos conquistados a través de una lucha que no empezó el pasado paro nacional aunque sí alcanzó un punto muy alto durante él, y salir a refrendar y frenar el avance de la extrema derecha uribista, paraca y fajardista, que busca expulsar un alcalde que se debe a un gran voto y apoyo de una ciudadanía que no puede ser impasible ni indiferente a la lucha a muerte entre el cambio democrático y el continuismo narcooligárquico que se está dando con la alcaldía de Quintero Calle, no tanto porque le pertenezca a él las conquistas políticas de esta y anteriores generaciones, como algunos de sus empleados y asistentes de bolsillo han querido hacer creer, sino porque desde ella podemos seguir profundizando y ampliando la grieta que se ha abierto y por donde se desvanece la alianza macabra que ha mantenido a fuerza de mentiras, corrupción, crímenes y alianzas con el paramilitarismo la ciudad, sobre todo, a sus ciudadanos y los usuarios de EPM.
Es algo así como refrendar al alcalde de Medellín con un voto condicional y crítico a su administración pero combativo contra las fuerzas de extrema derecha que quieren recuperar el tiempo y el espacio (alcaldía, contratos, EPM) perdido.