Revivir el amor por aprender

Revivir el amor por aprender

"Proyectos que transforman esquemas educativos."

Por: Katherine Buitrago
agosto 19, 2014
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Revivir el amor por aprender
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–Me das una limonada de cereza por favor.
–Creo que… va a ser complicado.
– ¿Y porque?, ¿No tienen en este momento?
– No, si tenemos. Lo que pasa es que la licuadora para prepararla… hace mucho ruido y no queremos interrumpir a Sara.

Sara Arango, se tomaba esa noche el lugar para hablar de Medellín. Mientras se esforzaba por que su afónica voz penetrara la bufanda azul que llevaba, solo se escuchaban los sorbos de las cervezas y el hielo del Whisky de los espectadores, que con su silencio, ansiaban consumir las ideas de una ingeniera que prefirió las palabras cercanas a la realidad, que las fórmulas abstractas de su profesión para tratar las problemáticas de la ciudad.

Una charla sin micrófono, sillas puestas en desorden y un conocimiento ajeno que compartir, era lo de “ese” martes, sería lo del próximo jueves y se repetiría cada semana. Durante estas noches, el bar Calle 9+1 regala saber, y los oídos se abren por voluntad propia.

Hace dos años era el sueño de uno solo, hoy sigue en pie gracias a todos los que al igual que Andrés Smith, su creador, esperan revivir el amor por aprender. “Lo doy porque quiero” es el espacio diferente que surge del rechazo a la cotidianidad, un proyecto que transforma los esquemas educativos y “rompe con los mitos de la academia”, tal y como lo afirma Andrés mientras reúne los mejores momentos de lo que él llama “su aventura”.

Al ser también profesor de catedra en la Universidad Eafit, sabe que “Lo Doy” está enseñando en el lugar indicado, que el mejor camino para llegar a las buenas conclusiones es a través de un buen trago, y en un espacio libre de prejuicios, miedos y limites que justamente impiden que el conocimiento se pueda entrelazar. Ese lugar es el bar, el mismo bar donde puso “a funcionar” toda la teoría que recibía mientras estudiaba en la universidad.

Los únicos requisitos para ser expositor son la disposición de transmitir el saber y respetar el de los demás. No importa si el tema de la charla se repite en más de una ocasión, “uno no sabe dónde están las respuestas, entonces no es lógico negarse a lo que nos es “ajeno”, a lo mejor allá estén las respuestas que estás buscando, y no lo vas a saber hasta que lo escuches”, dice María Juliana Zuluaga, quien hace todo lo posible para asistir a cada charla.

Andrés, también complementa diciéndole a sus estudiantes cada vez que le preguntan para que sirve cierta clase a lo que el responde: “uno no solo trabaja, uno también vive y a lo mejor en la vida si pueda servir”.

“La plataforma del conocimiento en libertad” como lo llama Manuela Saldarriaga, filosofa de academia e integrante del proyecto, es la prueba de que el “voz a voz” de comunicar algo interesante es más efectivo que cualquier estrategia publicitaria.
Además de que los fondos solo alcanzan para el trago de cortesía del invitado, “Lo doy porque quiero” rechaza todo tipo de promoción del proyecto, pues los fines nunca han sido lucrativos y “el día que exista un interés comercial de por medio se dejara de llamar “Lo doy porque quiero”, pues alguien estará recibiendo algo a cambio”, lo expresa Andrés Duarte, comunicador y encargado del streaming de las charlas.

El bar, durante este año, albergó desde panaderos que explicaron la técnica para una buena masa, hasta “la astronomía del fin del mundo” de un profesor de la Universidad de Antioquia.

Hoy se han multiplicado las personas que “lo quieren dar” solo porque así lo desean. Las fechas hasta fin de año están completamente ocupadas y Andrés ya olvidó la última vez que contactó a alguien para que asistiera a Calle 9 en el Poblado.

Finalmente, resta solo la pregunta más importante: ¿Para dónde va “Lo doy”? A lo que todos los integrantes del proyecto responden: “No vamos para ningún lado, ahí vamos y así ya nos hemos pasado dos años, mientras haya gente que quiera compartir conocimiento, vamos a estar haciendo el trabajo de abrir los espacios”.
Finalmente el mesero trae la limonada mientras se disculpa por la tardanza:
– Espero no se haya molestado, tuve que ir a prepararla con la licuadora del bar de enseguida.
Y entonces, entiendo que lo valioso parte del respeto por lo insignificante y que lo perecedero también construye la diferencia.

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