Cierto descontento están generando en la población colombiana las portadas de Revista Semana en las cuales reivindica a tres personajes de la alta clase bogotana odiados por la gente común y corriente: Rafael Uribe Noguera, Enrique Peñalosa y Laura Moreno. Mientras, por otro lado, ataca con poca argumentación a un político colombiano que marca bien en las encuestas presidenciales, que denunció parapolítica y corrupción en Colombia, que tomó medidas como subsidiar el transporte público, que creó programas de vivienda de interés social en el centro de Bogotá y no en la periferia urbana, y que está en contra de la guerra.
Sí, Revista Semana ataca a Gustavo Petro, al tiempo que absuelve a otros personajes dudosos de la vida pública colombiana, incluido el ex ministro Andrés Felipe Arias. Revista Semana juega con fuego, pero ignora que realmente está alistando su propia hoguera.
Pero, ¿dónde está en el problema en todo esto? A parte que implica un problema ético y de profesionalismo periodístico, es un problema que puede generar una lucha de clases, una polarización socioeconómica. El odio a los medios se convierte en un odio a sus dueños: la alta clase económica.
El efecto Trump y el efecto Brexit, de los cuales tanto se habla para analizar la política local, se originaron desde un descontento de los ciudadanos comunes hacia los conglomerados mediáticos y hacia los peces gordos que manejan estos conglomerados. Fue una lucha del votante contra la prensa, y perdió la prensa. Perdió no solo porque ganaron Trump o el Brexit, sino porque se puso en evidencia la capacidad de la prensa para manipular el discurso en beneficio de sus propios intereses.
En Colombia ya comienza a sentirse la sanción popular contra RCN. Día a día en la W Radio hablan del descalabro en rating de este canal privado. No sólo por sus narco-novelas, sino también por sus noticieros y hasta los partidos de fútbol que transmite.
Que Noticias RCN parece la oficina de prensa de Álvaro Uribe es algo que la gente nota y castiga con cambiar de canal. Porque la gente no ignora que el ex presidente tiene que ver con los sobornos de Odebrecht, con el paramilitarismo, los falsos positivos y con la pésima atención en salud que los colombianos sufren para conseguir al menos una cita médica. La gente sabe quién es realmente Álvaro Uribe por más que Noticias RCN trate de ocultarlo.
Revista Semana debería tomar nota de ello, tomar consciencia de que su acérrima defensa a estos personajes controvertibles, que tienen además sanciones judiciales, es jugar con fuego, jugar con la credibilidad del medio y del oficio periodístico.
El caso del Alcalde Peñalosa es bastante penoso. Este señor está ad portas de cometer el segundo error más grave en la historia de Bogotá: negar por segunda vez la posibilidad de un construir metro de primer mundo para una ciudad de nueve millones a cambio de un sistema de buses ineficiente y del cual el alcalde recibe comisiones en dólares que se quedan en paraísos físcales. Pero para Revista Semana eso no es importante, lo que merece cubrimiento es que el Alcalde entregó cinco canchas de césped sintético en el Sur de Bogotá.
También el caso del Fiscal Néstor Humberto Martínez con Odebrecht. Esta vez Revista Semana no hizo caso del mensaje, sino del mensajero: Gustavo Petro, quien presentó públicamente documentos que comprometen al Fiscal General con la prórroga de los contratos a Odebrecht y Sarmiento Ángulo, y por lo cual el Fiscal debe declararse impedido para seguir la investigación.
Sin embargo, Revista Semana quiso señalar y castigar que Gustavo Petro es un amante de las peleas de gallos, pero valiéndose de unos testimonios sin ningún material probatorio. En cambio sí es probatorio el CONPES firmado por el Fiscal Martínez y que extendió el contrato de Ruta del Sol II al consorcio Odebrecht –Sarmiento Ángulo. Y sí es probatorio, al menos en la justicia norteamericana y brasileña, que para el contrato Ruta del Sol II Odebrecht y su socio pagaron 4,6 millones de dólares en soborno.
Así pues, mientras Revista Semana siga ocultando la ineficiencia, la corrupción, la criminalidad de ciertos personajes de la clase alta, y siga condenando a quienes combaten la corrupción, el paramilitarismo y la segregación social, está jugando con un fuego que puede convertirse en su propia hoguera. Es hora de que el periodismo se ponga en tela de juicio para corregir y afrontar esta crisis de credibilidad que está sosteniendo frente al votante.
