Sigo encontrando cosas que no ando buscando. Esta vez me doy de bruces con un libro que la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín publicó hace ya casi 20 años.
Su autor, Emilio Cera, barranquillero, es Arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, con altos estudios en Holanda y en París.
Este libro, que leí en su momento vuelve a mover mi interés y lo retomo con una aproximación más pretextual que profunda, más emotiva qué lúcida por la fascinación que siempre he sentido por el surrealismo por su importancia para el arte y el pensamiento contemporáneo.
Cuando Walter Benjamín, citado con fortuna en este libro, calificó al Surrealismo como el último momento coherente de la inteligencia europea, estaba planteando, en un gesto de extraordinaria lucidez, un acto de justicia temprana. Estaba anticipando un reconocimiento de gran valor histórico que el mundo contemporáneo a todo lo largo del siglo XX estuvo ratificando siempre a través del arte, pero también desde nuevas formas de concebir lo político y otras muy distintas aproximaciones de la vida civilizada, hasta llegar a constituirse sin duda en una mitología moderna, a través de un ideario que le ha servido a la humanidad, a los artistas y los hombres creadores de pensamiento, principalmente, para revolucionar la creación artística y las ideas contemporáneas.
La liberación del inconsciente en toda la literatura posterior al surrealismo, la libertad formal y espacial en las nuevas concepciones de las expresiones plásticas, la moderna antropología, la música concreta y aleatoria, la poesía vanguardista y la antipoesía, los movimientos políticos alternativos, deben de alguna manera una inspiración fundamental a la filosofía surrealista de la libertad espiritual y a su ideal de liberación política del hombre, y pasaron de alguna manera a ser metáforas de una ética y una estética surrealista.
Este libro de Emilio Cera tiene una interesante utilidad pedagógica, porque reedita, reactualiza de manera breve, elíptica casi, tal vez fragmentaria en exceso, pero intensa e intelectualmente responsable, capítulos fundamentales de la historia del surrealismo en momento definitivos del arte moderno, en su entronque con ideas importantes de hombres como Walter Benjamín, Marcel Duchamps, Frederick Kiesler y Rem Koolhaas, por ejemplo. Es, como todo buen libro, un provocador de cultura, quien lo lee puede quedar afortunadamente contagiado para seguir conociendo la fascinante historia de las ideas surrealistas y para emprender quizá un trabajo de rastreo que permita seguir descubriendo nuevas huellas de surrealismo en el complejo mundo de hoy. Es así entonces un libro en la misma medida abierto y propicio tanto para legos como para iniciados. Un texto que invita a la investigación, al crecimiento.
Ciudad collage ella misma en cada fragmento, verdadero y complejo montaje,
el más fascinante de todos los montajes,
y el más complejo de los artefactos que el ser humano ha ideado y construido
Pero para no matar en los lectores el interés en este texto, glosando o desglosando todo lo que en él hay de interesente, lo cual pese a su brevedad es múltiple y diverso, y más con la intención de interesarlos en él, debo decirles que este libro tiene a mi juicio dos intentos fundamentales, y digo intentos porque no son temas agotados, sino más bien sugeridos: el primero es la relación arquitectura, urbanismo, ciudad y surrealismo, aspecto en el que hay más sombras que luces pero en cuyos planos de sugerencia vemos prefigurado un filón de gran interés teórico y conceptual, especialmente cuando desde la lógica objetual del surrealismo explica la ciudad “como un palimpsesto con capas y capas de vivencias, eventos, infraestructuras, arquitecturas... Ciudad collage ella misma en cada fragmento, verdadero y complejo montaje, el más fascinante de todos los montajes, y el más complejo de los artefactos que el ser humano ha ideado y construido. Ciudad, el mayor objeto del deseo”. Y el segundo tema es lo que el autor llama el espacio surrealista contemporáneo, y que él explica como espacio mediático en el que se toma el deseo por la realidad, y en el que el movimiento y la velocidad ganan en empequeñecer ya no un objeto, sino el planeta, y en el que de acuerdo a Emilio Cera hoy se realiza el vaticinio de Saint-Pol-Roux hecho en 1930, según el cual la ciencia ha logrado eliminar los viajes y ha hecho llegar hasta nosotros los sitios que queríamos visitar. Visión transparentísima que anunciaba el universo virtual que hoy ya vivimos. Hay, pues, allí en ese par de ideas dos interesantes y complejos núcleos para una teoría de la cultura urbana contemporánea que vale la pena seguir indagando, en tanto en cuanto es un tema en el que se han espigado lo unas cuantas cosas.
Cierran el libro una amplia bibliografía y dos anexos: uno es un resumen de la historia del surrealismo en América, que nos ayuda a entender la importancia de nuestra cultura y de nuestros artistas en relación con algunas concepciones de lo surreal que adquirió el movimiento luego de las experiencias americanas de algunos de sus animadores principales, y desde luego, la evolución cualitativa que el arte latinoamericano alcanza a instancias de este espíritu nuevo en manos de figuras como Wilfredo Lam, Roberto Matta, y Frida Khalo, para mencionar solo algunos. El otro es un anexo de precisiones sobre Dadá y el Surrealismo que es a mi juicio perfectamente prescindible en la constitución del libro.