Andreas Lubitz tenía dos casas, en una vivía con sus padres en Montabaur, un pueblito renano de 13 mil habitantes. La otra vivienda estaba en Dusseldorf, ciudad a la que aterrizaría en el avión que co-pilotaba. La policía allanó ayer las dos residencias, y mientras en la que compartía con sus padres no encontraron nada, en la otra hallaron una evidencia que podría aclarar definitivamente el misterio.
No se trata de una nota suicida, ni de un manifiesto yihadista, sino una serie de certificados médicos, rotos en varios pedazos y encontrados en una papelera, que evidenciaban que Lubitz no estaba apto para pilotar ese día. La fiscalía de Dusseldorf fue clara en decir que el piloto había ocultado la enfermedad mental que padecía a sus colegas y a la empresa en la que trabajaba.
Desde el 2009, cuando pidió una baja de seis meses, Lubitz atravesaba una profunda crisis existencial y sicológica. A pesar de que la mayoría de sus amigos y familiares hayan dado muestras de que el joven de 28 años era una persona apacible y normal, el dossier médico muestra que estaba deprimido y medicado hasta el mismo día de la tragedia.
Se espera que con la decodificación de la segunda caja negra encontrada, se aclare de una vez por todas el misterio que rodean las causas que llevaron a Andreas Lubitz a tomar tan trágica decisión.
Anoche viajaron los familiares de los colombianos muertos en el siniestro aéreo, invitados por Lufthansa, Estarán en territorio europeo hasta que encuentren los restos de sus seres queridos.