Muchos de los fracasos y desilusiones que tienen las personas con los programas de vivienda promovidos por el Estado y la reubicación de asentamientos humanos están fundamentados en la falta de dignidad y la generación de conflictos entre vecinos que se suscitan cuando las comunidades habitan estas nuevas soluciones de vivienda.
El origen de esta problemática está relacionado con la forma mediante la cual previamente se han identificado los lotes para la construcción de los programas de vivienda: se define el diseño y la construcción de la vivienda misma, se hace la selección de materiales constructivos y se determina el trazado urbanístico de los nuevos asentamientos humanos. Para ello se utiliza la categoría uso del suelo, la cual solo se queda en el análisis del cambio de coberturas medido en área, desconociendo que las personas no ocupan espacios sino que habitan lugares.
Espacialidad vs uso del suelo
Haciendo una comparación, es como si tratáramos de comprender el contenido de un libro solo midiendo el área que ocupan las letras sobre el papel. Es claro que eso no es posible y si se hiciera así, sería algo absurdo que rayaría con la demencia. Esto mismo pasa cuando se desarrollan proyectos de vivienda solo en términos de ocupación de áreas a partir del análisis del uso del suelo.
Para hacer efectivos los programas de vivienda y reubicación de asentamientos humanos es necesario considerar elementos históricos (el poblamiento), elementos geográficos (territorio), elementos culturales (territorialidad y la dinámica socio-espacial) elementos sociales (organización territorial, relación ser humano, sociedad y naturaleza) y elementos emocionales (afecto, arraigo y pertenencia).
La categoría de análisis que aborda con mayor eficiencia lo anterior es la espacialidad, entendida como el resultado del habitar humano y que se evidencia en tres elementos: la percepción, la imaginación y la vivencia de los espacios convertidos por la acción del habitar humano en lugares.
De esta manera estaríamos siguiendo en forma adecuada la ruta que plantea. Primero, es necesario identificar la forma del habitar de los colectivos humanos para luego construir vivienda y no seguir cometiendo el error de construir viviendas para que después y a la fuerza sean habitadas por las comunidades.
El alma de lo urbano se construye sobre la base de las interacciones sociales, las cuales a su vez ocurren en el marco de unas condicionantes ambientales, un legado histórico y un aparejo cultural. Es la oportunidad de dignificar y garantizar el goce pleno de los derechos a nuestras comunidades. Hagamos las cosas al derecho como debe ser y trabajemos en conjunto para que Mocoa quede en realidad mejor de lo que estaba.