Hace casi dos años se publicó un libro titulado Retrotopía, una obra póstuma del fallecido sociólogo polaco Zygmunt Bauman, mundialmente conocido en la academia por ser el que acuñó el término “modernidad líquida” —esta entendida como aquella era donde el ser humano, el Estado y las culturas tienden a adoptar prácticas equivocas que deterioran las relaciones humanas, el Estado-nación y la idea de un mundo ameno y afable con los más necesitados, entre otros adefesios—.
Bauman, desde su óptica realista y narrativa amena, trajo a consideración una última obra enfocada a mostrar lo que para él se convirtió en aquellos posibles adefesios que han contribuido a la deshumanización del hombre y la precarización del Estado. En este caso, aquellas prácticas que han tratado a como dé lugar de permanecer ancladas a las sociedades, a pesar de sus dañinos efectos y desalentadoras y futuras consecuencias, lo que él llama, las retrotopías. Estas definidas como instancias que debieron ser desechadas hace años, sobre todo desde la supuesta modernidad, pero infortunadamente siguen dando razón, lógica y praxis a las actuaciones de los individuos, gobiernos, Estados y culturas de un determinado lugar.
Tales retrotopías son cuatro. La primera se postula como ¿de vuelta a Hobbes?; la segunda, de vuelta a las tribus; la tercera, de vuelta a la desigualdad y la última, de vuelta al seno materno. Todas estas son para el autor aquellas prácticas que se adueñaron de nuestra era, esas que en el subconsciente de los seres humanos, como en los programas de gobierno, debieron ser borradas del chic de la historia, sobre todo porque no engrandecen al ser humano, sino que lo lleva a un estado de inhumanidad, paranoias, miedos, incertidumbres, inestabilidades y rechazos, pero a pesar de ello, siguen haciendo de las suyas en estas supuestas sociedades modernas, esas que se suponía que iban a traer con sí un mundo de oportunidades, conocimiento, estabilidad e igualdad, pero que lamentablemente ha sido todo lo contrario.
La primera retrotopía es aquella donde todavía los individuos necesitamos y vemos la necesidad de ser regulados, controlados por un este mayor, es decir por un Estado protector, paternalista, ese que busca según la teoría del Leviatán de Thomas Hobbes evitar caer en el estado de naturaleza, ese que hace que el hombre se convierta en lobo y enemigo para su semejante. La segunda retrotopía es una oda para aquellos Estados, gobiernos y personas que consideran que el extranjero, el forastero, el foráneo es un enemigo para la tranquilidad y orden de sus bienaventurados territorios, donde ya no existe la noción de solidaridad, refugio y ayuda para esos desesperanzados hombres que huyen de sus precarias vidas. La tercera trata de enfocar una de las aristas más notables del capitalismo, la desigualdad, un fenómeno que supuestamente iba a perecer cuando este sistema se posesionara a sus anchas, sin embargo al día de hoy vemos como es una realidad innegable, sobre todo cuando vemos que el 1% más rico tiene casi el 80% de la riqueza mundial. La cuarta y última retrotopía es en sí todo eso que nos convirtió en seres temerosos a la soledad, al anonimato, todo eso que nos han querido vender como felicidad, pero es simplemente banalidades, eso que han querido seguir reproduciendo como una sociedad de transformaciones, sabiendo que lo único que ha traído son incertidumbres y un futuro no tan prometedor.
Bauman refería que todos esos males: “tienen su origen en un presente exasperadamente caprichoso e incierto” (2017). Unos males que de seguro seguirán siendo traídos a vuelta de nuestras duras e inquietantes realidades, esas que cada vez nos hacen pensar más sobre nuestra condición humana, pero masoquistamente siguen estando en el centro de nuestro universo. Se suponía que la modernidad iba traer un mundo mejor. Sin embargo, lo único que hoy se puede vislumbrar es un mundo cada vez más hostil, donde la solidaridad, la nobleza, la humildad y la tranquilidad son un mero lastre para esta época, una época donde las retrotopías hicieron y harán de las suyas.