No tengo nada en contra de la masonería colombiana que cuenta con gente valiosa y algunos amigos entrañables, pero me parece lamentable que ahora acudan a la posverdad, tan de moda, para retomar aire en el justificable anhelo de volver a tener protagonismo en la vida nacional.
Wikipedia anota que “la posverdad o mentira emotiva es un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales”.
Es precisamente eso lo que ha pretendido lograr la masonería colombiana al convertir en “masón” a Jorge Eliécer Gaitán, presentando “pruebas” que pretenden reforzar al decir que algunos parientes suyos eran masones, a sabiendas de que, precisamente, eran los parientes que se habían alejado de las filas gaitanistas, incorporándose al oficialismo liberal, el turbayismo y el santismo, porque mi padre les había reprochado que utilizaran su nombre para “trepar” políticamente.
Incluso, a uno de ellos, que en ese momento era un jovencito y, según él mismo me lo contó, le dio una bofetada por oportunista. Me lo dijo comentando: “es que yo no soy tan valiente como tú para enfrentarme al sistema con ideas auténticamente gaitanistas”. Le respondí: “Entonces ¿ahora que murió, lo que haces es gaitanear?”
Mi padre nunca fue masón, ni lo quiso ser, tanto por razones doctrinarias como estratégicas. Mi padre sabía, atreviéndome a parodiar a Clausewitz —el reconocido estratega militar—, que la política es la guerra por otros medios y que no basta tener en mente el triunfo de un ideario, sino que para ello es indispensable aplicar estrategias que conduzcan a la victoria y que por ello no hay que dar un solo paso sin medir las consecuencias.
Es por ello que cada acción que acometía, por elemental que fuera, la acometía pensando en el efecto que tendría en el contexto político, sabiendo que algunos elementos culturales no era necesario violentarlos, cuando no tuvieran relación con la ruta ideológica trazada. Nunca se enfrentó a costumbres culturales que fueran ajenas al contexto político propiamente dicho. Por ello, sin ser católico, siempre buscó no enfrentarse a las creencias religiosas, comprendiendo el apego popular a la fe propagada desde los púlpitos.
A diferencia de los marxistas no pregonaba el ateísmo y como se desempeñaba utilizando símbolos para enviar mensajes subliminales pienso que por eso mismo fui matriculada en colegios católicos, el Santa Clara y el Marymount. Así demostraba el respeto al catolicismo, sin que por ello se hiciera hacer pasar por católico, como lo hacen muchos a la manera de pesca electoral.
Papá estaba empeñado en crear un “partido del pueblo”, que uniera al pueblo liberal y al pueblo conservador. No iba a espantar al pueblo conservador haciéndose masón, doctrina que, además, no compartía.
Llegado el año 1947, clave en el avance del gaitanismo y bajo el título Se consolida el fenómeno Gaitán el diario El Tiempo escribió:“la figura del dirigente político… se destaca como la más importante en el concierto político nacional…. En las elecciones legislativas de marzo… el gaitanismo derrotó al oficialismo. En junio, este resultado convirtió a Gaitán en jefe único del liberalismo. La ascendencia que tiene Gaitán sobre las masas liberales y conservadoras es grande, mientras los jefes naturales del partido abandonaron el país y otros, de menor valía, empezaron a rodear al controvertido político”.
Los llamados “jefes naturales” del liberalismo no se pasaron al partido conservador sino que se autoexiliaron: Alfonso López se marchó a Londres, Santos a París y Alberto Lleras a Washington. Otros políticos, que fungían simultáneamente como intelectuales pero igualmente adversarios de Gaitán, salieron del país, como Germán Arciniegas (N.Y.).
Se cumplía así lo que el líder popular se proponía desde los años 30: “Las ideas que hoy proclamamos son las mismas que sosteníamos ayer como intérprete de las masas, que se hallan en contraposición de sus dirigentes, aun cuando ambas fuerzas se cobijen con el nombre de liberales. Bastará que las masas lleguen a un plano de relativa conciencia para que el rompimiento se presente y comprendan la trivial verdad de que sus intereses no pueden ser resueltos por quienes tienen intereses contrapuestos” (1933) [1].
En el Teatro Municipal de Bogotá en 1947 dirá: "Estamos a la defensa de esas inmensas masas que constituyen al partido liberal y de esas inmensas masas todavía oscurecidas del partido conservador que no han visto la verdad. Estamos a la defensa de ellas y sabemos que su necesidad es la que nosotros sentimos, su clamor es el que nosotros exclamamos, su dolor es el que nosotros sentimos ayer y sentimos hoy, su verdad es la que nosotros proclamamos y contra la pequeña concupiscencia de los abrazos de la plutocracia queremos oponer el abrazo de la gente olvidada de Colombia!".
Gaitán buscaba la unidad popular como factor indispensable para el triunfo de la meta impuesta: la instauración de una democracia directa que sustituyera la democracia representativa. Así escribió Alberto Lleras Camargo en la revista Semana: “…Gaitán cree que su movimiento desborda los límites del liberalismo y avanza sobre el territorio conservador, en las masas populares. En su más reciente etapa esta característica se acentúa”.
También mi padre dirá en una reunión en Tunja y mi madre lo repetía siempre: “… en los pueblos conservadores hemos tenido por primera vez muchos votos. Eso tiene importancia. Es lo que estamos buscando: que el pueblo, todo el pueblo, se identifique con el partido liberal y que los oligarcas se queden con el partido conservador. Así estaremos claros” [2].
Todo esto para decir, simplemente, que mi padre no ganaba nada, estratégicamente, uniéndose a una organización de derechas, máximo de centro, al contrario, porque asustaría a las masas conservadoras que estaban influenciadas grandemente desde los púlpitos por la iglesia, que veía en la masonería a uno de sus grandes enemigos, masas conservadoras que mi padre quería unir al pueblo liberal y no espantar con un gesto que en nada le reportaba a su batallar.
[1] Colección Pensadores Políticos Colombianos. Obras Selectas. Jorge Eliécer Gaitán. Tomo V. Cámara de Representantes de Bogotá. 1979. Pg. 136
[2] Mendoza, Plinio Apuleyo. La llama y el hielo. Planeta/Seix Barral, Bogotá, 1984.