Es una frase conocida aquella que nos recuerda que existen abogados soberbios y soberbios abogados. También es sabido que en algunas oportunidades esas condiciones coinciden en la misma persona. No es este el caso.
La soberbia en sí misma no es mala, si bien muchos la consideración defecto para otros puede ser virtud. Creemos que es defecto cuando ese “apetito desordenado por ser preferido a otros”, tal como define la RAE, toma el control de las actuaciones de una persona, es decir, cuando se es incapaz de administrarla.
Ese tipo de soberbia, la que es defecto, es la que se percibe en la nota escrita por el señor Juan Carlos Muñoz Montoya. Pero más que en la nota, la soberbia se percibe en el hecho de que se sienta con la autoridad (moral, académica o de cualquier tipo) para crear y administrar una especie de muro de la vergüenza en el que expone públicamente, sin formula de juicio, a los funcionarios judiciales que considera, bajo su muy particular óptica, han cometido errores. Errores que, valga resaltar, en su experta e ilustrada opinión califica como decisiones “escatológicas”.
El abogado que escribe la nota muestra soberbia, sí. Pero también hace gala de arrogancia, prepotencia, vanidad y altanería, mostrando con claridad que padece del síndrome de “los abogados sabelotodo”. Esos, necios por excelencia, que piensan que todo el mundo, incluyendo a los abogados de la parte contraria y al juez, deben aceptar a pie juntillas su opinión. “Soy el mejor conciliador”, “nadie me gana”, “yo debería de ser el juez”, son frases de los sabelotodo, esos sentimientos de superioridad hacia los demás terminan por hacerle ganar el estigma de detestable.
Llevado por su soberbia olvida el ilustre abogado que el derecho no es una ciencia exacta, que siempre hay varias interpretaciones jurídicas para resolver los conflictos, que debemos aceptar que todos los días tenemos algo nuevo que aprender, que las personas, todas, se equivocan. Olvida también que en este país laboran más de 4000 jueces, que todos los días se emiten decisiones, que los asuntos a estudiar son variados y se cuentan por cientos de miles. Olvida también que su labor como litigante es la de colaborar con la administración de justicia, que debe actuar con lealtad y decoro siguiendo las reglas del proceso, que exponer para la burla y fuera de escenario las decisiones judiciales no lo hace quedar como sabio ni es señal de su sofisticación. Olvida que el uso de medios de comunicación es un derecho, pero que debe ser ejercido con responsabilidad al punto de que no se puede afectar la honra de las personas.
La altanería del ilustre abogado le impide notar que él no es quien para emitir calificaciones sobre las decisiones judiciales, que su papel como parte en los procesos consiste en defender los derechos de sus clientes de la mejor manera. Olvida que es antiético querer fungir de parte interesada en los procesos que se adelantan en la ciudad de Cali y de imparcial observador de la trasparencia judicial de la misma ciudad al mismo tiempo. Que no puede pretender ser abogado litigante y, coetáneamente, ejercer la crítica imparcial en ejercicio del derecho a la libre expresión. NO, no puede ser juez de la moral y parte interesada en sus decisiones.
Finalmente, es preciso recordar al ilustre colega que como conocedores de la ley debemos poner en práctica la eliminación de toda discriminación, la soberbia podrá causar temor en los demás, pero jamás alcanzará para ganar el respeto.
