1. Celebro con usted esa admirable capacidad de reconocer la equivocación, aún cuando haya tenido lugar un alboroto tan grande y usted haya tenido que esperarlo para reconocerlo. Falta aclarar, no obstante, varias cosas: su error no está en ser inoportuna, esa expresión pone de manifiesto que usted se reafirma en su postura, la considera a todas luces “verdadera”, y solo se disculpa porque no ha sido afortunado el momento de pronunciarla. Efectivamente, si realmente considerara sesudamente el contenido de todas sus afirmaciones, no tendría que decir que fue inoportuna–lo cual sería perdonable, pues los errores de mal gusto y falta de cultura pueden perdonarse–, sino que tendría que afirmar que fue irrespetuosa, indolente, ofensiva y otras tantas cosas afines al desparpajo de no respetar, no solo un duelo familiar, sino un duelo nacional.
2. Su punto 2 parece ofrecer la amplitud de conocimiento que tiene sobre la obra de Gabriel García Márquez. No habrá que citar el Otoño del Patriarca para hacer referencia a la postura de Gabo respecto a los dictadores que usted menciona, ni hay que hacer referencia a los funerales de la mamá grande para poner de manifiesto la perspectiva que él tenía sobre la mamá grande que es Colombia. Baste solo con escuchar el discurso con el cual recibió el premio nobel –note usted que ni siquiera la invito a leer sino únicamente a escuchar–, para descubrir la postura, siempre responsable y concienzuda que tenía Gabo sobre América Latina. Por su parte, si considera que la responsabilidad social del artista consiste únicamente en reprobar dictadores, la invito a reflexionar y, en cualquier caso, a hacer explícita su postura sobre cuál debe ser la responsabilidad social del artista. La amistad de Gabo con Fidel Castro se remonta a tiempos en los cuales la revolución cubana aún no tenía lugar, y al igual que usted tiene amistad con políticos investigados por parapolítica y con procesos sobre violación de derechos humanos, nadie podría reprocharla por su relación meramente –enfatizo en el "meramente"– amistosa; una de las grandes diferencias entre Gabo y usted (existen muchas y de más valor que la que he de mencionar), es que Gabo no hace política con sus amigos, usted sí.
3. No hace falta que defienda o verifique su postura intentando salvar la del Centro democrático. Ha que dado bastante claro con los trinos de Uribe y con el puntual trino de Zuluaga que, a pesar de su postura política contra-izquierdista, ellos mismos no son tan cortos de vista como para acusar a Gabo y hacer afirmaciones proporcionales a las suyas. A quienes fuimos testigos de sus trinos, nos queda claro que el problema es suyo y solo suyo. No caeremos, por tanto, en su mismo error, a saber, juzgar la totalidad por la parte: centro democrático no es culpable de sus trinos, la concepción política de dicho partido sigue intacta luego de su inadecuada manifestación. Tenga en cuenta que con Gabo es lo mismo: nada pierde como escritor ni como persona por su amistad con Castro, como tampoco con cualquier otra persona de la cual haya sido amigo. Más que amigo de Castro, fue literato; más que amigo de cualquiera, fue nobel de literatura. Eso es importante tenerlo claro.
4. Me emociona profundamente el hecho de que se atribuya la posesión de la verdad, le otorgue cualidades como el dolor y la incomodidad, y se autoproclame como difusora de ella en sus pronunciamientos. Quiero examinar con usted sus propias afirmaciones a la luz de su disposición a la verdad y observar que tan cabal-mente (curioso ¿no?) se cumplen:
La cito “compruebo una vez más que la libertad de expresión en el medio colombiano resulta una actividad de alto riesgo, cuando es ejercida por quienes rechazamos la promoción de regímenes que atentan contra la dignidad humana, como lo ha sido el castrismo desde hace 50 años”. Me alegro por usted, Sra. María Fernanda, y de su reveladora capacidad de reconocer los problemas del país y admitir que la libertad de expresión en el medio colombiano resulta una actividad de alto riesgo. De tal realidad ha sido testigo todo el país durante mucho tiempo, y el sector sindical, estudiantil y de opinión opositora ha sido la victima histórica de tan lamentable realidad. Las muertes han sido incontables y una buena píldora de la memoria habrá de recordarle que Jaime Garzón, Guillermo Cano, Héctor Abad Gómez y otros tantos (me permito omitir casos más particulares por tratarse de una respuesta con fines limitados) han sido borrados de la faz de la tierra por opinar con divergencia, denunciar con responsabilidad y manifestarse con compromiso. Sepa, entre otras cosas, que quien acá escribe es también opositor, como usted, del régimen castrista, que ha dado lugar a tantas injusticias y tantas omisiones a la verdad. Y puedo asegurar que si me dispusiera a elaborar una diatriba contra castro y sus secuaces, tendría cierto éxito y no sería censurado por irrespetuoso, antes bien, daría lugar a un debate sobre consideraciones políticas siempre relevantes. El fracaso de su reprobable manifestación, Sra. María Fernanda, está en que usted no juzgó de menor cosa a un secuaz, cómplice o promotor del régimen castrista, no hizo eso; usted juzgó con ligereza a una persona que fue amiga de Castro (y la distinción entre amigo y cómplice o secuaz ha quedado sugerida más arriba), y a cuya naturaleza correspondía ser escritor, antes que amigo de Fidel. Su postura respecto a esa relación pone de manifiesto que, al parecer, el problema específico está en esa amistad, de la cual una parte es políticamente cuestionable. No obstante, si seguimos su procedimiento, no se ve por qué razón no afirma usted lo mismo de algunos políticos colombianos cuya vinculación con grupos paramilitares los pusieron alguna vez en el ojo de un huracán político. Si ha de ser consecuente con lo que dice, tendría que atreverse a eso, de otro modo quedaría claro que su problema no pasa de ser un problema personal, una pataleta política, en donde juzga al escritor solo porque mantiene contacto y amistad con alguien que no es de su agrado. Si se trata de dictadura, la dictadura de sangre, terror, desapariciones y censura a la libertad de expresión ha dominado a Colombia desde tiempos remotos, y con mayor gravedad a partir de los años ochenta; así, pues, el solo hecho de que usted se atreva a decir que en Colombia “la libertad de expresión” es una actividad de alto riesgo, solo porque se manifestaron contra su irrespetuoso pronunciamiento, deja ver cuánto desconocimiento de la realidad social e histórica del país pesa sobre sus hombros; hacer tal afirmación, cuando hay en Colombia cifras que superan los millares de desaparecidos por esa misma razón, es apenas cínico y falaz. Reste, por lo demás, afirmar que la vida de Gabo no se agota en su amistad con Castro, y no es siquiera una parte considerable (no porque desprecie a Castro, sino porque en realidad Gabo –supongo– tenía muchos amigos) que dé lugar a afirmaciones de semejante atrocidad.
Respecto a la reflexión a) del punto 4 de su comunicado, quiero oponer una reflexión que, espero, pueda considerar: el filósofo alemán Martin Heidegger fue, no solo amigo, sino fuerte admirador y promotor del pensamiento nacionalsocialista en Alemania. En 1933, Heidegger fue rector de la universidad de Friburgo, donde tuvo la osadía de despedir a quien fuera su maestro, Edmund Husserl, por su ascendencia judía. Su obra más memorable, Ser y tiempo, tiene en su primera edición una dedicatoria a su maestro, dedicatoria que fue odiosamente suprimida en la segunda edición de la obra. El perfil personal de Heidegger no es el mejor, lo habrá notado, y sin embargo hoy, a más de 60 años del holocausto, Heidegger sigue siendo leído en universidades del mundo, apreciado por círculos académicos que exaltan su valor filosófico; anualmente se desarrollan seminarios de investigación en todo el mundo en torno a su obra y homenajes póstumos siempre por su gran contribución a la filosofía. En suma, cuando más desprecio parecía merecer, ha resultado que se aprecia en él todo lo que tiene de laudable. La reflexión que queda es que, aún cuando no haya sido la mejor persona del mundo, el valor total de una persona no se agota en sus intereses íntimos, en sus relaciones interpersonales, y ni siquiera en sus actos siempre evaluables y criticables. Ahora observe: Gabo no fue, ni con mucho, de la misma clase de Heidegger; a aquel alemán irreverente y déspota que toda la academia universal no se atreve a despreciar, cabe reclamarle ciertos reproches que en todo caso, serían siempre desproporcionados e injustos para Gabo; no obstante, usted reclama la cabeza de Gabo en el infierno por semejante pequeñez. Y lo más trágico de todo, no se siente irrespetuosa, no se siente mal por ello, no se halla inmerecida de determinación; no, nada de eso, usted solo se siente inoportuna.
5. Le faltó consideración, no solo con la familia del Nobel; también con toda Colombia, con México, con los países de habla hispana, con la historia y con la literatura universal. Le hizo falta consideración porque, como ya dije, usted no solo ha faltado al respeto al duelo de una familia que llora a un ser querido; ha faltado al respeto de un duelo que tiene las proporciones del universo; ha faltado al respeto a un movimiento literario cuyo aporte a la comprensión crítica de la realidad de América latina es indudable, y en todo caso, invaluable; ha blasfemado contra una de las corrientes literarias que más reporte hizo de las atrocidades del siglo en el continente. El realismo mágico no es un tapar de realidades como, equívocamente, usted aprecia. El realismo mágico constituyó la forma literaria más elaborada con la cual pudiera expresarse la realidad del mundo; dio cuenta de la tragedia que asola nuestra condición como hombres latinoamericanos, y en esa medida, expresó con autenticidad la única muestra fiable de nuestra identidad ante el mundo. El realismo mágico es por definición la voz de un continente que estaba condenado a callar eternamente. Que el realismo mágico no diga las cosas que usted quiere que se digan no quiere decir que no diga nada, no quiere decir que sea un simple tapar de realidades. Sepa, antes que nada, que el realismo mágico fue, durante mucho tiempo, la única voz auténtica que tuvo nuestra región.
Epílogo.
6. Siento tener que escribir este sexto punto, había dicho que eran solo cinco, pero ahora se hace necesario. Ya que parece no haber leído El otoño del patriarca, ni Los funerales de la mamá grande, espero, como ciudadano que tomó lugar en las urnas a la hora de elegir, que se tome la molestia de leer a los electores.
Sobre los cinco puntos
El 19 de abril apareció en el diario el Espectador un artículo en el cual la electa representante a la cámara María Fernanda Cabal ofrece disculpas por sus reprochables pronunciamientos frente a la muerte de Gabo. En calidad de ciudadano, comparto el artículo: ( http://www.elespectador.com/noticias/nacional/me-falto-consideracion-familia-del-nobel-gabriel-garcia-articulo-487626#cxrecs_s ), para quien quiera leerlo, y comparto también una respuesta elaborada a la posición de la Sra. María Fernanda Cabal.