El artículo titulado Y se nos fue la Bogotá Humana escrito por Leonardo Valenzuela Ceballos, me ha animado a escribir un breve comentario sobre los grados de análisis actual sobre la ciudad y las gestiones de las administraciones anterior y actual.
El texto al menos analiza brevemente, tema por tema, algunas de las problemáticas que afronta la ciudad y cómo fueron abordadas por el gobierno Petro y los cambios recientes que está realizando el gobierno Peñalosa. Le cuestionaría el no describir ninguna crítica a la administración Petro (2012-2015), ni felicita ninguna de las políticas y proyectos que está comenzando a implementar el gobierno Peñalosa, ni las que realizó en su anterior administración (1998-2000)
La opinión pública tiende a ser mucho menos analítica. Abunda una opinión impulsiva, emocional, reactiva. En muchos momentos desinformada. Y en la mayoría de los casos basada solo en la experiencia y situación individual cotidiana.
Ahora bien, si vamos un poco más allá del texto Y se nos fue la Bogotá Humana, nostálgico título, como si se fuera una era dorada de la administración distrital, fácilmente podríamos tomar el camino de discutir cada punto. Y cuestionar algunas de las cosas planteadas o mostrar otros aspectos no discutidos, quizá por la brevedad, quizá por la tendencia del autor de aquel texto. Este no es mi propósito en realidad. Subiendo este pequeño grado en el análisis, surge fácilmente otro prejuicio, ya intenso en la opinión más general. Si se discute algo de lo implementado por Petro, ya se está en su contra, y se supone que uno es seguidor de Peñalosa y en todo. Y si se está de acuerdo con algo de lo que plantea Peñalosa, ya se es seguidor de él y se es neoliberal, y se desconoce todo lo bueno de la administración Petro, etc. En síntesis, un clima polarizado, muy polarizado de discusión.
Un grado mayor de análisis sobre la ciudad es el que se esperaría encontrar en los debates entre los candidatos, previos a la elección de la nueva administración. Algunos logran cierta variedad y algún grado de profundidad, al menos mayor al del nivel donde ahora predomina la polarización y la impulsividad de pareceres.
Profundizando más en el análisis que requiere criticar una administración como la de Petro o que se requiere para discutir extensamente los planteamientos de la administración Peñalosa se abren para mi dos caminos: uno, digamos urbanístico (y advierto que este concepto también implica pensar lo ético, lo ecológico, lo educativo, etc). A través de este camino, se intenta pensar qué es lo mejor para la ciudad y sus habitantes más allá del partido político. Es digamos un camino más objetivo, pragmático y académico, investigativo, basado en criterios metodológicos. La urbanística debe pensar también que la administración pública hace parte de la complejidad de la ciudad. Por eso el camino dos, igual o más complejo que el anterior es el camino de la política, de la administración pública, de la gobernanza de esta ciudad.
Aquí no desarrollo ninguno de los dos, y esto es lo que quiero hacer pensar con este texto. La imposibilidad de lograr tal grado de análisis en un breve artículo, como también es una ingenuidad creer que en una charla de una tarde de cafés o una noche de vinos o cervezas, se pueda resolver o entender realmente lo que pasa en una ciudad como Bogotá. Mucho menos aún en un sondeo de opinión pública. Menos aún en un trino. Pero además de que los medios juegan con eso, la administración pública también lo hace. Y la gran mayoría de la población ni siquiera se plantea esta reflexión ni leerá este artículo, ni el de Y se nos fue la Bogotá Humana. Y este hecho de consciencia colectiva, de consciencia ciudadana es parte de la gran complejidad que es Bogotá y sus problemáticas.
No puedo hacer ver en este artículo, es decir exponer los argumentos necesarios, para hacer ver la necesidad de pensar con la evolución de criterio y de sentido ético que nos permitiría una lógica urbanística o la ciencia política. O la comprensión del ya en sí difícil y misterioso Estado y condiciones de la política nacional, sus juegos de influencias y las competencias políticas que requiere la administración pública de Bogotá en la actualidad, saberes que probablemente no estén completamente articulados o reconocidos por la ciencia política académica, por momentos distraída en lo que teóricamente o filosóficamente debería ser o en lo que históricamente fue y no en cómo son y transmutan los juegos actuales. Ni tampoco puedo discutir lo deseable y necesario para la armonía y calidad de vida en esta ciudad que más ciudadanos piensen con mas detenimiento y criterio, no sólo por lo que nos muestran como dice el texto Y se nos fue la Bogotá Humana, lo cual debe incluir, también, lo que nos quiere mostrar también dicha administración. No solo por lo que nos dice nuestro sentido o nuestra experiencia individual lo cual es muy importante, sí, pero insuficiente (si se quiere ver objetivamente, sistemáticamente), es necesario una consciencia ciudadana más formada y crítica, y en la mayor proporción de su población.