Viendo publicaciones recientes, me encuentro con una de las razones por las que aborrezco el fútbol como espectáculo. Reconozco, eso sí, que el deporte como tal no tiene la culpa, sino que se convierte en un mecanismo por el cual algunas personas manifiestan su escala de valores, o más frecuentemente de antivalores.
Siendo más específico, lo que vi esta semana fueron publicaciones insultantes hacia una u otra nacionalidad. Considero que es muy válido hacer apreciaciones deportivas, pero se me hace de mal gusto y carente de inteligencia insultar a todo un país por ello.
No concibo por ejemplo generalizar a los noruegos por lo que haga Magnus Carlsen ni hacer lo propio con los estadounidenses por lo que haga Hans Niemann (ellos son jugadores de ajedrez). Recuerdo que este año, un argentino que tenía en los contactos hizo una publicación insultante y desagradable sobre Colombia, ante lo cual le manifesté mi desagrado, aclarando que ni siquiera me gusta el fútbol, sino que aborrezco esos insultos de baja calaña hacia mi condición de colombiano. El sujeto y contactos suyos simplemente se burlaron de mi reclamo.
En conclusión eso: sé que no es relevante si no me gusta el fútbol, la equitación o el béisbol; mi admonición es sobre el fenómeno social de agresión gratuita e innecesaria, que se hace de diversas maneras tomando como excusa el deporte. Hago un llamado a tener en cuenta estas reflexiones para que evitemos el insulto innecesario entre aficionados y aún más las agresiones a los no aficionados.