La vida es sagrada. El respeto por la vida de todos es la condición mínima para la convivencia, la premisa para que sean respetados los demás derechos.
Aprender a respetar la vida es un reto en Colombia, donde la vida vale poco y la indiferencia es grande. La muerte de María del Pilar Hurtado en Tierralta y el llanto de su hijo frente a su cuerpo acribillado hace un mes, cuyas imágenes le dieron la vuelta al mundo, fue el motivo inmediato para que Defendamos la Paz convocara, con inmenso éxito, multitudinarias marchas en Colombia y decenas de países.
El presidente Duque, al participar en la marcha del viernes 26 pasado, ha dado una buena señal en el camino del respeto a la vida.
Es una paradoja: los centenares de asesinatos de líderes sociales, desmovilizados y, entre ellos, de madres jóvenes, defensores del medio ambiente, indígenas, afrocolombianos, cineastas, antes de iniciarse el gobierno actual, son también una oportunidad especial para que los colombianos nos unamos en el repudio, la indignación, el dolor y la solidaridad. Nos une el triunfo maravilloso de Egan Bernal en Paris, ¿cómo no nos puede convocar el rechazo a los asesinatos?
La marcha convocada por Defendamos la Paz es una esperanza en el camino del rechazo a los cobardes y brutales crímenes que acabaron con la vida de personas indefensas, por un lado, y de solidaridad con sus familias y los miles de amenazados, por otro. Tuvo un inmenso sentido porque colombianos que son y piensan diferente entre sí, tomaron parte de manera masiva.
Participé el viernes pasado en la de Bogotá y vi, entre miles y miles de marchantes, a personas de las más diversas orientaciones. Marchaba el comisionado Archila, había peñalosistas y petristas, liberales, vi personas que participaron en los gobiernos de Uribe y también de Santos. De eso se trata. Asistió mucha más gente de la que algunos medios quisieron reconocer, con un mensaje a los líderes: no están solos; la sociedad, indignada, los acompaña.
Nos une el triunfo maravilloso de Egan Bernal en Paris,
¿cómo no nos puede convocar el rechazo a los asesinatos?
La participación del presidente Duque en la marcha de Cartagena y de funcionarios suyos es un acierto del gobierno, una señal en la vía a una cultura del respeto por la vida. Los dirigentes, en su vida cotidiana, están orientando, trazando líneas. Oportuna, entonces, la participación del presidente, que bien hubiera podido seguir el libreto de algunos sectores extremos del CD que vieron en la convocatoria de la marcha otro hito castrochavista.
De ahí que los gritos de ‘asesino, asesino’ que un puñado de individuos profirieron en su contra en Cartagena son un despropósito descomunal que debe ser repudiado. Precisamente, son esas las actitudes que contribuyen a crear el clima donde todo es permitido.
Las etiquetas, utilizadas para la construcción de enemigos, son políticamente simétricas. Representan el recurso fácil, que rehúsa a los argumentos. “El que apoye la JEP es castrochavista”, “Los uribistas son paramilitares”, para solo mencionar dos consignas icónicas de dos lados opuestos.
Es cierto: el compromiso del gobierno con los acuerdos de paz es insuficiente, la postura de algunos funcionarios y asesores de primer nivel del gobierno frente a los asesinatos es brutal por banalizante: el recurrente “por algo será...”, es un espejo de aquel emblemático “no estarían recogiendo café”.
Por lo anterior, bienvenida la participación de Duque en el repudio a los asesinatos de líderes sociales y desmovilizados, bienvenidos los colombianos de todas las procedencias políticas a compartir la indignación y el dolor frente a los asesinatos, que no pueden fragmentarse, porque no hay muertos buenos y malos.
Es un largo camino el que hay que recorrer: que todos aprendamos que la vida es sagrada.