Es hora de sentar posturas. Es este el momento.
He observado el rechazo en redes, radio y televisión frente a las circunstancias que rodearon el desafortunado acto de terrorismo en contra del Dr. Buelvas. También he visto a las asociaciones médicas y a un sinnúmero de mis colegas manifestarse en contra de dicha situación.
¿Pero y el gobierno?, ¿el resto de la sociedad?, ¿nuestras familias?
Escribo esto mientras mi bebé de 18 meses juega sobre mí, lo veo y siento tristemente que su futuro es turbio, borroso, caótico e incierto. Mi hijo mayor, un joven de 20 años, está cerca y me duele pensar que, al igual que mi esposa, mi madre y el resto de mi familia, se encuentra en peligro por la estrechez mental y de alma no solo de cretinos como quien escribió las amenazas y envió los sufragios al Dr. Buelvas, sino de nuestros gobernantes, quienes ante un manejo errático y manchado por actos de corrupción pretenden tapar sus excrecencias empleando la dialéctica distractora de enlodar la actividad de los trabajadores de la salud, regando combustible y encendiendo la mecha de la estupidez mental en los cafres que abundan en nuestro amado y sufrido país.
Es un infortunio ver cómo desde políticos rasos (pasando por ediles, diputados, alcaldes, gobernadores y legisladores) hasta el ministro de Salud (dizque médico) y nuestro presidente se lavan sus ineptas manos con nuestra sangre, sin importar la entrega, el sacrificio, la honorabilidad y los resultados que cada día intentamos dar.
¡Basta ya! Abran los ojos, despierten. Si hay o no pandemia es solo una circunstancia. Si es o no algo inventado, otra más. Solo pretenden atracarnos, carcomernos, raernos, devorarnos y acabar con nuestra fe. Para eso se valen de imbéciles como los que se atreven a amenazar y a atacar a los únicos que estarían ahí para ayudarlos incendiando sus pobres y diminutas mentes con el fin de alcanzar sus objetivos.
Todo aquel que considere que, además de cruel, es estúpido atacar a quienes en la mayoría de casos le ponen el pecho a la gran tragicomedia nacional que es Colombia debería manifestarse.
Conmino a los setecientos cincuenta mil trabajadores de la salud que tiene mi país y a sus familias, también a mis conocidos, familiares, amigos, colegas, alumnos y pacientes a asentar su protesta por escrito, aprovechando las redes sociales existentes.
Que aquellos que pretenden doblegarnos, humillarnos y responsabilizarnos por su ineptitud entiendan que no estamos de acuerdo con lo que están haciendo y que no estamos solos. Que nos devuelvan nuestra dignidad, nuestra tranquilidad. Que nos respeten y que con la misma fuerza con la que han avivado el odio hacia nosotros se vean obligados a rectificar sus malintencionadas palabras y actos y a reprimir contundentemente a los estúpidos cerriles que pretenden amedrentar con amenazas y actos de barbarie al trabajador de la salud.
Una simple nota de protesta basta. Una a una serán millones y ellos entenderán que no están atacando a un pequeño número de idiotas con bata blanca, sino a una legión entera de seres valientes, dignos y mucho más poderosos que ellos.