El respeto como una filosofía de vida se convierte en un instrumento o herramienta adecuada para progresar, teniendo en cuenta que la práctica del mismo, nos permite avanzar en la consolidación de lazos fuertes de convivencia y paz, estableciendo relaciones vitales naturales y de primer orden. Por lo tanto es necesario respetar para mantener una buena relación con nosotros mismos y con nuestros semejantes, con nuestro entorno y nuestro hábitat, para poder recibir los beneficios que el respeto nos devuelve a cambio de su reconocimiento, práctica y valoración.
Pero el respeto como tal, no lo podemos ejercitar y mucho menos valorar y practicar sin tener claramente definido su significado y los beneficios que ofrece en todas las áreas de la vida por su uso habitual. Podemos decir que el respeto significa el reconocimiento de los derechos propios y ajenos, humanos, naturales, civiles, legales y políticos. Entendiéndose también como el arte de vivir sin lastimar o lesionar a nuestro ser, y a los demás seres vivos. Sin infringir las leyes, normas personas y cosas que conforman nuestro mundo y hábitat natural.
Ahora, cabe preguntar ¿por qué respetar? Porque el uso y práctica del respeto nos permite enfrentar de una forma pacífica y democrática la resolución de los problemas que nos aquejan en el presente y a prevenir y mitigar los problemas que puedan surgir en el futuro con nuestra vida la de nuestros semejantes y el mundo que nos rodea. La práctica del respeto incorporado a nuestra vida misma, nos ayuda y garantiza el mantenimiento y sostenimiento de una existencia digna, con justicia social, seguridad, confiabilidad y esperanza en un convivir de interrelación y estabilidad natural, emocional, física, y espiritual, dándole sentido y proyección a nuestra permanencia en el planeta.
Podemos respetar si reconocemos el significado y valor del respeto. Es posible practicar su ejercicio identificando y reconociendo en primer lugar, cual es el límite o frontera de mis derechos y el de los demás. En segundo lugar educándonos continuamente acerca de su alcance y aprendiendo los derechos, normas y leyes naturales y humanas existentes que me asisten. En tercer lugar, habituándonos al ejercicio y práctica de una conducta pacífica y amable, que produzca el beneficio de calidad de vida, individual, particular y social con la naturaleza y todos los seres y elementos que nos rodean.
La práctica del respeto deber ser permanente, en todo momento y lugar, y debe ser ejercido constantemente en cada acto de nuestra vida. Por último, ¿qué debemos respetar? A mí mismo; a nuestros semejantes, sean familiares o no; nuestros principios y valores; la vida de todos los seres; nuestras relaciones interpersonales y sociales; nuestras normas y leyes naturales y democráticas; nuestra cultura y costumbres ancestrales; nuestras creencias religiosas y ajenas; las instituciones legales vigentes; la diversidad de sexo; las diferentes corrientes políticas y filosóficas, y los recursos naturales.
De todo lo anterior podemos inferir y concluir, que el ejercicio del respeto adquiere un valor político por su incidencia en el desarrollo y progreso de la existencia y convivencia del ser humano con sus semejantes y todo el mundo que lo rodea.