Soy Sylvana y probablemente no sepas quién soy. Te he visto en noticias no gratas como me gustaría escribir hoy, te he visto en imágenes del 2009, cuando te vieron por última vez con vida, he visto a tu madre con una imagen tuya exigiendo justicia a un país, a veces mudo, a veces sordo y siempre ciego.
He visto que te incriminan, que te señalan, que te uniforman. Tal vez pienses que no soy yo quien está legitimada para escribirte, que no soy yo quien vivió este infortunio, que tan solo era una niña privilegiada que nunca tuvo que irse de su hogar a buscar una oportunidad, que no fui engañada por la guerra, una guerra con nombres, rostros y cargos, una guerra que salió del monte a buscar inocentes.
Y puedes pensar todo lo anterior, aun así te extraño, extraño tu ilusión de vivir, de crecer y de aprender, que tal vez era la misma mía. También extraño tu ingenuidad de joven en un mundo hostil, el anhelo con el que te fuiste y que injustamente te arrebataron, las palabras que no pudiste decir porque el peso de la tierra amarraba tus labios y todos los dibujos que quisiste hacer y no lograste porque un fusil lastimaba tus manos.
Quiero contarte que hoy el panorama no es alentador, que el odio se enquistó en el pensamiento de muchos hermanos, la guerra sigue silenciando y desapareciendo como en el 2009.
A todos quienes abanderan una causa justa los persiguen, los desaparecen, con sus ilusiones y esperanzas. Muchos niños duermen con el temor aferrado en el pecho de no volver a despertar, los estudiantes son criminalizados por exigir un derecho, un derecho que acaeció lucha, cambio y pensamiento, el derecho a la educación. Hoy, muchos compañeros, prefirieron apostar a las armas, a la sangre y la venganza, a legitimar un conflicto perpetuo sin razones, sin justificaciones.
Mi privilegio de no haber sido un falso positivo será el de resistirme a olvidarte y olvidar diez mil vidas más, que como tú se desvanecieron en el eco de los años, en la humedad fría de la tierra, en la política de un Estado deshumanizado y en la perplejidad de la historia.
Sé que buscar respuestas cuesta, entender tu situación agobia y que invade la impotencia al ver el olvido llevarse la verdad, la única verdad que siempre ha existido, tu verdad.
Hoy me resisto a olvidarte, a sepultar la historia de una década de dolor, a aceptar que te apoden, te camuflen, te señalen. Hoy y siempre yo estoy aquí, no sé si en la tierra o infierno, no sé si con el suficiente coraje y valentía a la medida de la vida, no sé si con el suficiente corazón para soportar más tu ida, pero con la suficiente empatía para saber que tu dolor es también mi dolor.
