“¡Los lobos le ganaron a Colombia!” fue la frase que apareció en la pantalla de mi celular. No obstante parecer un mensaje cifrado con tinte dramático y novelesco, yo sabía bien lo que significaba. Una gran sonrisa se dibujó en mi cara y de inmediato me llené de un sentimiento en el que se mezclaban orgullo, admiración y felicidad.
Hace cuatro años llegamos al municipio de Ituango en el Norte de Antioquia. Además de una historia reciente cargada de dolor, insurgencia, contrainsurgencia, violaciones graves a los derechos humanos, terrorismo y mucho, mucho miedo Ituango recibía a propios y a extraños con gran número de camuflados en las calles y fusiles y trincheras fortificadas en las esquinas de la plaza principal. Sus vías urbanas, sus corregimientos, sus veredas y el poderoso Nudo de Paramillo que mira indiferente a la distancia han presenciado algunos de los hechos más sangrientos y de los episodios despiadados del conflicto armado colombiano. Llegamos a Ituango con un equipo de sicólogos, sociólogos y trabajadores sociales a poner en marcha uno de los capítulos centrales de la Política de Seguridad Integral que liderábamos en el Departamento de Antioquia.
Éramos en ese momento, y lo seguimos siendo, unos convencidos de que una verdadera política de seguridad debe enfrentar con decisión e inteligencia la problemática del reclutamiento, la vinculación y el ingreso de los jóvenes al mundo del crimen y la violencia. Las políticas de seguridad centradas en perseguir y castigar además de ser costosas —en vidas y en dinero— y poco eficientes nos enfrentan como sociedad a la pérdida irremediable del talento y a la destrucción de las capacidades de los jóvenes por la muerte y el crimen. No existe seguridad sin prevención.
En compañía del alcalde, los rectores, algunos docentes, el comisario de familia y el inspector de Policía identificamos cerca de 70 jóvenes que por cuestiones familiares, comunitarias, territoriales y sicológicas se consideraban en alto riesgo. Con el liderazgo de un agente local de prevención —encargado del trabajo personalizado con los jóvenes— y en equipo con instituciones, comunidad y familia se inició un proceso de acompañamiento y de construcción de habilidades para la vida (toma de decisiones, pensamiento crítico, empatía, comunicación asertiva entre otros según la OMS). Para avanzar en el objetivo elegimos la cultura y el deporte como vehículos de formación y de transformación.
El Ultimate Frisbee es un deporte relativamente nuevo en el país, pero que le ha permitido a Colombia brillar con fuerza a nivel internacional. Dos campeonatos mundiales y un Panamericano femenino, varios subcampeonatos y el cuarto puesto en los World Games de Cali 2013 hacen que nuestro país sea hoy un protagonista de primer orden en las rondas internacionales. El Ultimate es un deporte rápido y de precisión que permite y propicia equipos mixtos de alto nivel y competitividad. Una de sus características especiales y, para mí, la más emocionante y valiosa, es ser autorregulado. Las diferencias y los conflictos en la cancha las solucionan los jugadores por medio de la palabra. No hay árbitro y por ende la capacidad de dialogo, el manejo de las emociones, el reconocimiento del oponente y el respeto por las reglas son capacidades tan o más importantes que la velocidad, la finta y la fuerza del brazo.
El Ultimate Frisbee tuvo que ganarle espacio al fútbol
y tuvo que codearse con diversas expresiones de la ilegalidad
En la mayoría de los cuarenta municipios del Departamento donde trabajamos con jóvenes en alto riesgo, el Ultimate tuvo que ganarle espacio al fútbol y tuvo que codearse con diversas expresiones de la ilegalidad. En el emocionante proceso de formación el deporte del disco volador permitió que los jóvenes, algunos de los cuales estaban desescolarizados o presentaban problemáticas de consumo o eran víctimas y/o victimarios de alguna clase de violencia , encontraran un espacio, un equipo y una voz propia para brillar. De la mano de este deporte muchos jóvenes abandonaron por primera vez sus municipios para conocer el departamento e incluso algunos de ellos llegaron hasta Nueva York y Boston para representar a Colombia.
El pasado fin de semana Medellín fue sede del Torneo Internacional de Ultimate Eterna Primavera. 37 equipos incluidas las selecciones de EU, Canadá, Australia y Colombia se enfrentaron por el título. Entre los equipos inscritos estaban los Lobos de Ituango. Aquellos jóvenes que empezaron su proceso en el 2012 enfrentando burlas, risas, incredulidad y amenazas de los señores de la guerra habían persistido y su ilusión por competir y compartir los había traído hasta Medellín. Sin importarles que las administraciones actuales los ignoraran, persistieron en sus metas y se negaron a entregar a la a la miope politiquería algo tan valioso como su proceso de transformación y el espacio ganado a la violencia.
Este relato termina una mañana de viernes, llena de inspiración y esfuerzo, en la que los Lobos del municipio de Ituango, nacidos del programa de prevención de la violencia Entornos Protectores, enfrentaron y vencieron a la Selección Colombia Juvenil de Ultimate.
Ahora que desde ciertos sectores se habla irresponsablemente del ejercicio de la resistencia civil yo quiero declarar mi admiración profunda por quienes, sin pequeños cálculos electoreros y exponiéndose frontalmente, han realmente resistido a la injusticia, a la violencia y al capricho de los poderosos. Que el triunfo sea para ellos.
