El neurólogo y psicoanalista Boris Cyrulnik expresa que la resiliencia “es el hecho de retomar un nuevo desarrollo después de una agonía psíquica o traumática”. Pues bien, es posible que el desconsuelo y la amargura en muchos de nuestros jóvenes, adultos y en general nuestra sociedad este asociado a diferentes factores, que pueden ser de orden neurológicos, afectivos y psicológicos, generados por la violencia que en el caso nuestro ha sido permanente, y de otro lado, la precariedad social resultado de los errores y decisiones políticas cometidos en nuestra dramática historia reciente; y justo cuando Colombia a pesar de la adversidad actual busca como transformar de forma colectiva la representación de la herida de la guerra que hemos vivido para cambiar de relato, aparece inesperadamente la pandemia mundial: COVID-19, constituyéndose en reto más para este país.
Lamentablemente el coronavirus llega en un momento en el que falta mucho para superar nuestros traumas históricos, sumando otro factor más y debelando por un lado, el estado débil que somos, y las profundas desigualdades sociales en Colombia, que apuntan a que los ciudadanos más pobres no puedan afrontar la situación con la cultura necesaria, dado que por ejemplo, si siguen las orientaciones hasta hora impartidas desde el estado, están condenados a morir ya sea por el contagio del virus o de física hambre y tristeza, y aquí, en este suelo no van suspender el cobro de las facturas de agua, gas, luz, de los alquileres a empresas y demás, como prometió hacerlo el presidente Emmanuel Macron, en Francia. Ojalá me equivoque.
Pues bien, colocados en este tránsito histórico emergente es importante que la ciudadanía se una y aporte ideas para superar la crisis con sensatez, sin fanatismos y sin dejar de lado la agobiante realidad política que atraviesa el país y los que detentan el poder anuncien medidas adecuadas que la nación necesita con premura, siendo esta una oportunidad única para que se reivindiquen. Seguro es, que de esta realidad que sentimos y palpamos en carne propia se escribirán muchos libros, se harán centenares de investigaciones en todo el mundo, conferencias, etc. y no es para menos, dado que el mundo está asistiendo a un cambio en términos de salud, de autocuidado, y quizás en las diferentes complejidades de lo propiamente humano, lo estamos presenciando, y queremos vivir para contarlo.
En toda esta situación solo hay tres peligros siendo la primera, la falta de comprensión frente a la pandemia, la segunda, la falta de apoyo mutuo o social, esto es clave en un proceso de resiliencia colectiva e individual, y el ultimo, y quizás más preocupante es el entumecimiento psíquico generado por la indiferencia que produce la excesiva mediatización de la noticia sobre el COVID-19 diariamente.
Por ello se requiere una nueva aptitud de trabajo individual y colectivo, de educación, de investigación, de comunicación y reflexión, aclarando que aquí nadie tiene el monopolio de saber, que lo importante es trabajar juntos a pesar de nuestras diferencias, es la época de mostrarnos afectos, de encontrarnos en nuestras familias y amigos, de saber que no estamos solos, de darle la mano al trabajador informal, a los olvidados por el estado, es el instante de los maestros, sociólogos, psicólogos, historiadores, artistas, y de todos los que quieran aportar y testimoniar.
Es verídico que este virus nos va a costar, pero nos costará menos si asumimos este momento histórico con la sapiencia necesaria y los resultados se darán en términos seguridad personal y colectiva, para tomar mejores decisiones que a futuro nos convengan a todos, retomando un nuevo desarrollo que nos permita decir al mundo que Colombia es un mejor país y aquí honramos la vida.