Cabalgando una ola al filo de una tarde en Climandiaro así recordaré a mi primo Jorge Junior Albor Argüelles, el popular “Yoyi”, el cual fue asesinado de una forma vil el pasado martes 12 de febrero en el municipio de Puerto Colombia, Atlántico. Como todo un grande en su deporte preferido y al que dedicó mucha pasión y energía su nombre quedará inscrito en los anales del surf de Colombia y Latinoamérica.
Esa mala costumbre que tenemos algunos de reconocer a otros después de su fallecimiento es la que me corresponde en estos momentos. La verdad es que en mi infancia y adolescencia al “Yoyi” ya lo conocían los jóvenes aficionados al surf en la Barranquilla de mediados de los años 90 y comienzos del 2000, pero en mi completa ignorancia y algo de prejuicio sobre ese deporte no me imaginaba el gran aporte que llegaría a realizar mi primo en esta disciplina náutica.
Sus inicios sobre las tablas se deben a que creció en el sector conocido como Pradomar en Puerto Colombia, a pocos metros de las famosas playas del Hotel Pradomar y las del establecimiento Climandiaro, que es un sitio en donde hace varias décadas se apoya y promueve el surf en el área metropolitana de Barranquilla y en el departamento del Atlántico.
Cuando una vocación persigue no hay limitación u obstáculo que impida seguir los pasos a ese fuego interno de motivaciones, en esa medida al “Yoyi” le tocaría comenzar a practicar con una tabla poco convencional para esa actividad náutica, su primera tabla de surfear no era más que una vieja tabla de cama que sacó de un desván de chécheres viejos de la casa de los abuelos en Pradomar.
A los 14 años, daba sus primeros pininos con un rústico maderamen al tiempo que imaginaba que esa era la mejor tabla de surfear que podía existir en el mundo. Toda pasión desbordante puede llegar a crear fascinaciones y delirios insospechados en el ser humano, con los que se puede estar al borde de un sorprendente estado de determinación.
Cuando se alcanza un estado de esas características ocurre un fenómeno de irradiación que propicia, contagia y motiva a un impulso por parte de terceros, familiares, particulares o circunstancias favorables para que ese fuego que quema por dentro salga con toda su fuerza interior. De esa manera es que su madre decide empeñar una máquina de coser para poder comprar una tabla de surfear a su primogénito que estaba poseído por los espíritus del surf. En esa época un artefacto de estos representaba un medio de subsistencia e ingresos para la madre, pero al ver esa energía y pasión de su hijo decide doblegarse ante esos espíritus y cae hipnotizada por el fuego de pasión.
Desde ese momento se tejería la leyenda de ‘El Jinete de las olas’, ‘El Rey de las olas de Pradomar o ‘El Príncipe de las olas’ algunos de los apelativos con los que solían llamar a Jorge Junior Albor Argüelles por su destreza y habilidad para deslizarse sobre las olas en una tabla de surf. Las primeras piruetas y acrobacias sobre la tabla de cama pronto se convertirían en depuradas técnicas dignas de un surfista de talla internacional, movimientos como: montar la ola, 180º, 360º, el tubo, saca-espumas, aéreo, corte, coletazo, hélice, retorno, esnap, 5 dedos, Jesucristo y giros serían el horizonte que marcarían su vida para siempre.
Entre olas de distintas formas pasaría su vida, jugando y divirtiéndose con una orillera, deslizándose sobre una hueca, recorriendo una tubera o desafiando una barra. En ese trasegar diario por las playas de Puerto Colombia y Pradomar es que se logró forjar un campeón nacional que pareciese que el mismísimo Duke Kahanamoku (icono mundial surf) hubiese querido reencarnar en él.
Desde esos humildes inicios hasta lograr forjar una carrera en un deporte con poco apoyo en el país en el cual el Yoyi logra despuntar volviéndose tricampeón nacional y consiguiendo otros títulos y reconocimiento a nivel internacional en distintos países representando a Colombia, como en Costa Rica, Venezuela, Aruba y República Dominicana. Rodrigo Ríos, presidente de la liga del Atlántico de surf, dijo que “siempre fue el número uno, no había nadie quien lo bajara de ahí”.
Según recoge la revista especializada Duke, en su publicación Fuiste inspiración para muchos en Colombia, por ti surfeo, el mundo del surf en Colombia se pronunció por esta sentida muerte. El surfista colombiano Simón Salazar, manifestó que fue una influencia clave para querer comenzar a surfear, cuando Albor era “el mejor surfista de Colombia”. También fue recordado en redes por el recién clasificado a Lima 2019, Daniel Olmos, que escribió: “Fuiste inspiración para muchos en Colombia, por ti surfeo, por ti decidí estar en lo que estoy por tus consejos y las ganas de surfear”.
Un personaje del mundo surf de la zona, Juan Carlos de Luque, popularmente conocido como Canchito, escribió: “Me duele el alma por esta pérdida, viejo Yoyi que Dios esté a tu lado mi bro, mi amigo, mi maestro… En el corazón y en mi memoria quedarán los buenos momentos vividos y tus últimas palabras de buenos deseos para mí y mi familia. Gracias por tu enseñanza en cada ola, buen viaje Yoyi que encuentres la mejor ola hacia la paz”.
Seis balazos acabaron con la vida de mi primo a los 39 años de edad, el consumo de drogas siempre fue un lastre con el que cargó durante mucho tiempo en su vida pero esta no fue la que lo mató, su vida la terminó la absurda violencia que padecemos en nuestro país.
Hoy en día el surf es un deporte olímpico y participará en las olimpiadas de Tokyo 2020, si Colombia llega a tener un representante en esta disciplina náutica para esas justas deportivas será en gran parte gracias a la labor y el valioso aporte hecho por Jorge Junior Albor Argüelles el popular “Yoyi” que enseñó e inspiró a ganar a sus coterráneos y discípulos.