Réquiem por Roberto Romero Ospina

Réquiem por Roberto Romero Ospina

Un cólega y amigo escribe este sentido texto para despedir al periodista, quien falleció el pasado 30 de junio

Por: Fernando Quintero Rivillas
julio 06, 2020
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Réquiem por Roberto Romero Ospina

Fuimos compañeros de trabajo en el semanario Voz por espacio de casi 15 años. Roberto Romero Ospina era mi jefe inmediato recién llegué a Bogotá procedente de Cali, también era mi entrañable compañero y amigo, e incluso fue mi vecino de vivienda por largo tiempo gracias, entre otras, a un programa de apartamentos sin cuota inicial para periodistas que él mismo desempolvó y se levantó a finales de los 80, siendo directivo del CPB.

Hacía dos semanas me había llamado porque necesitaba que mi mujer lo orientara frente a su EPS debido a que se sentía cada vez más mal de una vieja afectactación a los pulmones y no lo atendían como ameritaba. Ella le dio las indicaciones básicas y a primera hora del día siguiente estaba hospitalizado. Día de por medio nos reportaba su estado por el chat, pero el fin de semana empeoró, después que casi lo alcanzan a dar de alta. Empeoró, al parecer, por COVID-19. Desafortunadamente, falleció la tarde del pasado martes 30 de junio.

Se gastaba su temperamento —bogotano criado en Barranquilla, ¡híbrido inexpugnable, coño!, exclamaría él mismo—, de buen humor, mamagallista, rumbero y hasta controvertible también; en los años 70, compañero de Guillermo Sáenz (más conocido en la vida insurrecta como Alfonso Cano) en la dirección de la Juco en Bogotá, excelente persona, crítico a morir y luchador incansable. Ácido por excelencia, tanto hacia afuera como hacia el interior de las fuerzas de izquierda, partido incluido.

Catedrático universitario e investigador consuetudinario, si algo lo caracterizaba era que siempre procuraba mantener bien dateado. Y se jactaba de ello, mientras enseñaba cómo mejorar el oficio a propios y extraños. No ahorraba esfuerzos por conocer de manera directa la casta dominante en acercamientos periodísticos of the record, pese a su condición de comunista consumado. Disciplina que aplicaba incluso en la intimidad de las personas. Le fascinaba conocer las andanzas de cada quien, gustos, cualidades y defectos. Romances y discordias por igual.

Finalizando el siglo pasado o comenzando este, el viejo Vásquez del Real, Álvaro, era su camarada de célula, luego de cierto período "sabático" en la militancia. O sea, siempre ligado a la historia del glorioso, así los últimos años, por ejemplo, se hubiese ubicado en la acera opuesta de Maduro en la causa venezolana. Sostenía que se trataba de un farsante que nada tenía que ver con el socialismo verdadero.

Deja un hijo, Roberto, un gato también (Óscar, su fiel compañero los últimos años) y una pléyade de amigos y compañeros que lamentamos su partida.

Y, peor aún, con el dolor de tenerlo que despedir en la distancia. ¡Hasta siempre, viejo Robert!

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