Representación política y corrientazo: notas sobre la iniciativa de revocatoria a Peñalosa.

Representación política y corrientazo: notas sobre la iniciativa de revocatoria a Peñalosa.

Todos hablan de la tal revocatoria pero nadie sabe como se hace... ni siquiera los políticos

Por: Pedro Rojas Oliveros
febrero 07, 2017
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Representación política y corrientazo: notas sobre la iniciativa de revocatoria a Peñalosa.

Las aspiraciones revocatorias a los gobiernos de Bogotá se están convirtiendo en una reciente costumbre de la política local. Bastante se ha escrito y dicho sobre la iniciativa en contra del gobierno de Peñalosa, pero casi siempre con un tono de defensa o de ataque al mandatario. Lo que propongo en este texto es un intento de contextualizar a la situación, la cual considero un complejo asunto de representación política.

En junio de 1996 algunas organizaciones de ciudadanos promovieron la revocatoria del entonces alcalde Antanas Mockus. El 12 de junio de ese año, el diario El Tiempo registra la manera en que La Asociación de Minusválidos de Colombia y el Sindicato de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (sintrateléfonos) hicieron públicas sus intenciones de promover la revocatoria del entonces regente capitalino. Entre las motivaciones que mencionaban para esto se encontraban la intención de Mockus de privatizar la Empresa de Telecomunicaciones (etb), la falta de obras para mejorar la infraestructura vial en cinco localidades y el creciente inconformismo ciudadano (aquí se puede ver la noticia).

Veinte años después, el sindicato de trabajadores de la etb, oh casualidad, vuelve a tomar la bandera revocatoria y esta vez promueve la figura para remover de su cargo a Enrique Peñalosa, radical defensor de la privatización de la Empresa de Teléfonos al igual que Mockus, quien es estrechamente cercano al gobierno y a la persona de Peñalosa.

Las razones de hoy no distan mucho de las de ayer: el afán liquidador y privatizador del Alcalde Mayor, los bajos índices de aceptación ciudadana a su gobierno y, claro, como estamos en otros tiempos, el tema medioambiental ocupa la agenda y la ocupa en la parte de arriba (materializado, principalmente, en la discusión en torno a la Reserva Van der Hammen).

No es la primera vez que se intenta revocar el gobierno de Peñalosa. Hacia 1999 –en su primer mandato- el florero de Llorente que sirvió para promover la intentona de revocatoria fue el tema de los bolardos. Recientemente también, durante la alcaldía de Petro, los esfuerzos ciudadanos por la revocatoria fueron sistemáticos. Incluso, ante un panorama político poco favorable para su mandato el propio Petro animó a realizar unas elecciones en las que se decidiera si los bogotanos lo apoyaban o no. Ninguno de los casos anteriores concluyó con éxito.

Algunos medios de comunicación ponen en duda que las organizaciones y partidos que promueven la revocatoria, la consigan [i]. Sin embargo, al menos en lo electoral, en Bogotá parece haber dos grupos electorales que no están interesados en convivir. Las recientes elecciones muestran que las victorias se han obtenido por reducido margen y que han sido -principalmente- fruto de coaliciones electorales de última hora más que de logros políticos. Una centro izquierda pactista con una larga lista de organizaciones vs. una derecha centralista y radicalmente neoliberal se han peleado el mandato de la Ciudad pero, sobretodo, se han encargado de confeccionar un ambiente complejo -ingobernable- cuando su antagonista ha conseguido el triunfo en las urnas.

Y por convivir no me refiero a esa tibia tolerancia de manual de colegio sino a convivir políticamente, como principio fundamental de cualquier sociedad democrática. Convivir con desacuerdos y consensos. Esa sistemática aspiración de revocatoria pone sobre la mesa un tema tan obvio como importante: un latente déficit democrático en Bogotá, provocado principalmente por el tono gris de las opciones de representación.
Me explico.

La Tecnocracia y su #BBF: la República de Centro

Crisis es una palabra que en los últimos años se ha convertido en la vieja confiable herramienta de columnistas y politólogos. Crisis económica, crisis institucional, crisis política, crisis de legitimidad, otra vez la crisis económica. Crisis siempre crisis.

Crisis es una palabra de origen griego que se usaba en el mundo de la medicina para llamar al momento decisivo en el que un enfermo moría o sanaba. Crisis es un momento de decisión y, por lo tanto, es un momento de confusión.

IMAGEN 1-MEME

Juan Carlos Monedero dice que en momentos de crisis, históricamente han sido cinco tipos de respuestas las que han surgido: "los conservadores, quienes prefieren dejar las cosas como están; los reaccionarios, quienes prefieren fijar su atención en una suerte de pasado glorioso para formular el presente y el futuro; los reformistas, quienes consideran que modificando un par de cosas y ajustando otras allá se puede salir de la crisis; los revolucionarios, quienes consideran que hay que cambiarlo todo y, finalmente, los rebeldes, los heterodoxos, quienes basan sus fórmulas en la crítica". [ii].

Europa, 2011. Italianos y griegos tienen nuevos jefes de gobierno. La crisis económica que sacude a Europa hace temer lo peor. Los gobiernos no saben cómo actuar, están confundidos. Los nuevos jefes de gobierno no han pasado por las urnas, han sido impuestos (¡comunistas!).

Una nota realizada por la Radio Televisión Española retrataba la situación así: "Los nuevos primeros ministros de Italia y Grecia, Mario Monti y Lukás Papademos tienen perfiles similares: ambos son economistas de prestigio y ninguno de los dos se ha presentado a ninguna elección. Les llaman tecnócratas y llegan al poder cuando la política nacional ha agotado su capacidad de gestionar la crisis" (RTVE, 2011).

Un tecnócrata, entonces, es alguien que debe su legitimidad a su formación, a su capacidad técnica y a los resultados que pueda obtener. La tecnocracia, según nos dijeron, surge como revolucionaria respuesta a la crisis.

Los tecnócratas insisten en que no creen en la política. Como se ha explicado desde tiempos de Aristóteles, eso de organizarnos y convivir socialmente nos lleva a relacionarnos políticamente. Es decir, metas colectivas como la justicia o el buen vivir solo podemos alcanzarlas en relación con los demás. La tecnocracia, al contrario, se despliega como la tendencia a neutralizar, a quitar lo que le resulta problemático: ciudadanos (no expertos) interesados en participar en los asuntos públicos. Zizek dice que esta redefinición de la política como el arte de la administración por medio de la técnica, es una política sin política típica de la época del café sin cafeína.

Entorpecer, pero sobretodo deslegitimar la participación ciudadana es un principio básico de la tecnocracia. Cuestión de eficiencia. Es una suerte de despotismo ilustrado que transforma aquella máxima del discurso de Gettysburg: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo".

Bogotá, 2015. Una idea se viraliza en redes sociales, columnas de opinión y sobremesas familiares: Bogotá ha sido destruida. La causa: 12 años de gobierno de la izquierda. La ciudad ha vuelto a épocas de doce chozas y una iglesia. Caos.

-Es que la izquierda es buena en lo social y esas vainaspero no sabe administrarVea Cuba o Venezuela ¡Lo que necesitamos en un gerente!

-¿Dijo izquierda?

Hace unos días circuló por las redes sociales esta imagen.

IMAGEN 2-PORTADA PEÑALOSA

Creo que lo que nos muestra es muy importante. No sólo nos da pistas sobre la falta de profundidad en el análisis e ideas de algunos medios, sino principalmente nos muestra esa suerte de zona gris en la que ha caído la representación política bogotana. La genial idea de etiquetar a Peñalosa como un izquierdista posmo y muy cool fue de Cecilia Orozco, porsiacas).

Por si hace falta aclararlo, Peñalosa no es de izquierdas. Ni lo es ahora, ni lo fue en la época de la portada. Como dice D. Harvey aún en su dislocada diversidad, la izquierda es por principio anticapitalista.

A la imagen sumemos un hecho reciente: la manera en que durante su más reciente campaña, Peñalosa se vendió como el político-no-político: ese ser de infinita superioridad moral que no obedece a ideologías particulares. Solo a la técnica.

Al igual que la portada, por si hace falta aclararlo esto no es cierto de ninguna manera. El posicionamiento ideológico de Peñalosa está claro: es un radical neoliberal. Lo cierto es que ha sido astuto a la hora de mostrarse como un tipo moderado frente a asuntos que polarizan ideológicamente al electorado: el proceso de paz, el uribismo, discusiones como la del aborto, etc.

Lo suyo es, al menos eso nos dice, una gerencia pública basada en la cualificación de sus funcionarios para tomar decisiones. La tecnocracia y su tío mas querido, el desarrollo. Para un gobierno como el que encarna Peñalosa, las discusiones ideológicas son un asunto innecesario, de vieja data y poco productivo. Gobiernos como el suyo o el de Mockus cuentan como capital primario con la progresiva difuminación de las identidades políticas. La tecnocracia necesita de su gran amiga: la república de centro.

Centro:

  1. m. Punto interior que se toma como equidistante de los límites de una línea, superficie o cuerpo.
  2. m. Lugar donde habitualmente se reúnen los miembros de una sociedad o corporación.
  3. m. Tendencia o agrupación política cuya ideología es intermedia entre la derecha y la izquierda.

El centro político, cuentan los que cuentos cuentan, tiene la aspiración de ser justo medio entre dos posiciones extremas. Por definición el centro huye del conflicto, lo evita, revelando así su impotencia para captar la naturaleza de lo político.

Dice mademoiselle Mouffe: “Desafortunadamente, el abandono de la visión de la lucha política se ha visto acompañado de la desaparición de toda referencia a apuestas diferenciadas. Así las cosas, ha habido un desplazamiento hacia una <<república de centro>> que no permite emerger la figura –necesaria, por lo demás- del adversario; el antagonista de otrora se ha convertido en un competidor cuyo lugar se trata simplemente de ocupar, sin un verdadero enfrentamiento de proyectos”[iii]. Han domesticado al animal político.

En defensa del antagonismo

El panorama político de la ciudad es aburrido, monótono, sin gracia. Como beso de boba, dirían algunos cachacos. En las elecciones de 2015, por ejemplo, la participación apenas (y a penas) alcanzó el 51%. A Bogotá, una ciudad de más de ocho millones de habitantes, la administra un candidato que obtuvo 903,764 votos. Este aburrimiento político ha sido ocasionado por la ausencia de posiciones políticas definidas y plurales: la vida política no puede prescindir del antagonismo y de la participación ciudadana para escoger entre alternativas reales.

Dos preguntas al respecto: ¿Cuál era (o es) la ruptura real entre el petrismo y el Polo Democrático si, al menos en la campaña del año pasado, las propuestas de Clara López se basaban más en la continuidad de la alcaldía progresista que en un proyecto propio y diferenciado? ¿Es Peñalosa la oposición real a las maquinarias políticas tradicionales si, para hacerse con la alcaldía, tuvo que esperar (y aferrarse) al espaldarazo electoral de Cambio Radical?

Para Stuart Hall, la representación (ese complejo proceso en el que le damos sentido a los objetos, las personas y los eventos con los que convivimos) funciona como un sistema "porque consiste, no en conceptos individuales, sino en diferentes modos de organizar, agrupar, arreglar y clasificar conceptos, y de establecer relaciones entre ellos" [iv]. En otras palabras, por medio de la representación ordenamos nuestra vida en sociedad: es por ese sistema que (re)conocemos lo que es bueno, lo que es malo, lo que es óptimo, lo que es cierto, lo que es falso. Por medio de la representación nos comunicamos y también por medio de la representación nos organizamos políticamente.

¿Qué representan, entonces, el centro y la tecnocracia?

IMAGEN 3-CARÁTULA NO NOS REPRESENTAN

La despolitización tiene un efecto a corto plazo: la desmoralización. Cuando no es posible pensar nuestro entorno -representarlo- en torno a alternativas, se va cayendo en un pozo sin fondo en el que sencillamente esperamos que los expertos lo solucionen todo. Expertos que, no sobra recordarlo, trabajan para los bancos, las constructoras, las aseguradoras, las grandes empresas transnacionales pero además, dice alguien: "el peligro está en que nos hacen creer que no hay alternativa a esto (recordemos el lema "There is no alternative" de Margaret Thatcher). Aún después de las crisis económicas, en las facultades de economía siguen enseñando los mismos modelos que nos llevaron a eso. Le hemos entregado a los expertos la gestión de nuestra vida, les hemos delegado la política y así hemos perdido la confianza en nosotros mismos" [v]. Nota: Para domesticar al animal primero debes desmoralizarlo.

El desacuerdo es el núcleo de una sociedad que se organiza en democracia. Por esto, la democracia no está en peligro únicamente cuando hay un déficit de consenso sobre sus instituciones y de adhesión a los valores que representa (Petro ft. Peñalosa), sino principalmente cuando su dinámica conflictiva se ve obstaculizada por un consenso aparentemente sin resquicio ("No hay alternativa").

Hace unas semanas, aparece nuevamente el Alcalde Mayor en la caratula de una influyente revista. "Peñalosa, el alcalde incomprendido", se titula el publireportaje que viene en el contenido. Con el siguiente párrafo su autor pretende explicar el porqué de la intención revocatoria: "Los seguidores de Gustavo Petro no lo quieren ni ver y están activos en una oposición tenaz y radical. Quienes votaron por otras candidaturas en las elecciones también se sienten por fuera del proyecto peñalosista. De todo ese descontento surge el movimiento para la revocatoria".

Bogotá, 2017. Dos amigos están en un restaurante, un corrientazo, para ser más exacto. Uno le dice al otro: "que mala la comida en este lugar" y el otro le responde: "Horrible, y además sirven taaan poquito". Pues básicamente eso es lo que tenemos hoy con los tecnócratas: nos molestan las crisis económicas, la falta de participación y las malas decisiones, pero siempre pedimos un poco más. A la hora del té, nosotros somos el pasional populacho y ellos son los racionales expertos.

[i] Recordemos que para llevar a buen puerto una revocatoria para este cargo, se necesita presentar mínimo 271.818 firmas, equivalentes al 30% de la votación que obtuvo Peñalosa en las elecciones del año anterior. La recolección de esos apoyos inició en este lluvioso enero -un año después de la posesión- y los promotores cuentan con un plazo es de seis meses para la tarea. En las urnas deberán votar, como mínimo, 1’092.229 personas, y el alcalde será revocado si votan a favor unas 546.115 (la mitad más uno).

[ii] Apuntes personales de la charla dictada por Monedero en la Universidad Libre de Bogotá el año anterior.

[iii] Página 17 del libro “El retorno de lo político

[iv] Página 448 del libro "Sin Garantías".

[v] Apuntes personales de la charla dictada por Monedero en la Universidad Libre de Bogotá el año anterior.

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