El guionista y crítico de cine, Iván Gallo publicó el 14 de abril en el portal Las 2 Orillas el artículo ‘Ciudad Delirio y la ministra de Cultura arrodillada’ en la que hace una evaluación negativa del filme y algunas acusaciones contra el Ministerio de Cultura, como la imposición al Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, FICCI, de su película inaugural y la aplicación de una política de internacionalización para ayudar a directores españoles.
No nos vamos a referir a los contenidos de Ciudad delirio, una película hecha como todas las producciones colombianas, con total libertad e independencia por sus directores y productores. En ese sentido, Iván Gallo y todos los críticos del país están también en absoluta libertad e independencia para expresar sus opiniones sobre las películas. Lo que sí creemos es que debemos rechazar las acusaciones infundadas que se hacen en este artículo.
En primer lugar, el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias es organizado por una corporación de la cual no hace parte el Ministerio de Cultura; entendemos que las decisiones acerca de las películas participantes, la inaugural y la de clausura, las toma su Junta Directiva y su Directora Artística, Monika Wagenberg. El Ministerio de Cultura no participa en estas deliberaciones y mucho menos impone ningún filme.
Para el Ministerio de Cultura, el FICCI es una apuesta importante por el papel que juega en la promoción del cine colombiano, allí realizamos cada año una sección de formación e industria, Encuentros Cartagena, y apoyamos al festival a través de nuestro Programa Nacional de Concertación Cultural, pero en ningún caso ejercemos presión sobre este ni sobre cualquiera de los 35 festivales con los que hacemos convenios y mucho menos influimos en su programación. Por ende, invitamos a Iván Gallo – para claridad de sus lectores – a que diga de dónde saca su afirmación de que el Ministerio de Cultura impuso, “a la brava”, esta película.
En segundo lugar, la política del Ministerio de Cultura tiene como objetivo la promoción de una industria cinematográfica en Colombia y los mecanismos de la Ley de Cine están orientados en ese sentido. El Consejo Nacional para las Artes y la Cultura en Cinematografía abre cada año la Convocatoria del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, FDC, dirigida a proyectos colombianos y es acogida por miles de proyectos que son evaluados por expertos internacionales y nacionales con total transparencia e independencia.
En el caso de Ciudad Delirio, la participación financiera nacional es del 75% del costo total de la película y la mayor parte del personal artístico y técnico es colombiano, entre ellos la actriz protagónica, Carolina Ramírez; el actor principal, Jorge Herrera; el director de fotografía, Diego Fernando Jiménez; el director de arte, Juan Carlos Acevedo y el sonidista, Carlos Lopera. Ciudad Delirio es producida por 64A-Films, empresa presidida por Diego Ramírez, quien ha estado vinculado a películas como Perro come Perro y 180 segundos. En ese mismo orden de ideas, las empresas cinematográficas colombianas son las que deciden su personal técnico y artístico. Por tanto, rechazamos enfáticamente esta segunda acusación, cuando sostiene que se están entregando los recursos del FDC a producciones extranjeras, desconociendo la legislación vigente.
Para fortalecer la cinematografía nacional, hemos firmado acuerdos con Francia y con Canadá y participamos en el Programa Ibermedia con el fin de promover las coproducciones para que las películas colombianas tengan mayores fuentes de financiación y amplíen su mercado. En este proceso – como lo debe saber el señor Gallo – para que una coproducción sea reconocida como nacional, la ley exige una participación económica, artística y técnica colombiana.
Reiteramos que es importante y necesario el ejercicio de la crítica, que esa labor fortalece nuestro desarrollo como industria cinematográfica, pero desdice mucho de los críticos que se agazapan en epítetos descalificadores, en acusaciones infundadas y en aseveraciones poco informadas para sustituir lo que deberían ser argumentos técnicos y estéticos sobre las películas.
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