Los tambores de guerra, que obviamente vienen del otro lado de la frontera con Venezuela, van a seguir repicando hasta el 6 de diciembre, fecha en que teóricamente se deben llevar a cabo las elecciones legislativas en la hermana República Bolivariana de Venezuela.
¿Pero por qué Maduro y los chavistas tienen que hacer repicar los tambores de guerra? La respuesta es sencilla: Maduro, con una aprobación por debajo del 15 %; y la cúpula chavista con una intención de voto que indica que van a perder su abrumadora mayoría en la Asamblea Nacional (donde controlan 99 de los 164 escaños), tienen que hacer hasta lo imposible por mantener el poder. Y amagos de una guerra con Colombia o con Guyana, con todo tipo de fabricaciones amañadas como las de los paramilitares, posiblemente le puedan dar la vuelta a una derrota casi segura en las urnas. Una confrontación armada, o un serio incidente en la frontera, también le pueden servir a Maduro para postergar o cancelar las elecciones.
¿Y por qué los chavistas no se pueden dar el lujo de perder las elecciones legislativas? Las razones principales que los atornillan al poder tienen dos vertientes: una interna o otra externa. La interna tiene que ver con los abusos y tropelías, como el encarcelamiento y posterior condena del líder de la oposición, Leopoldo López, que han cometido los chavistas durante los 16 años que llevan en el poder. El columnista Andrés Espinosa resume con enorme claridad lo que ocurre: “la persecución oficial contra la oposición democrática de López Mendoza ha sido rigurosa hasta que finalmente mostró su verdadero rostro: el imperio de la ley al servicio de los intereses del régimen, representado por un juicio político contra López Mendoza como prisionero de conciencia, que le impidió defenderse en libertad y presentar pruebas, descargos y testigos. El monstruoso proceso contra Leopoldo López Mendoza es la prueba reina de la politización de la justicia y la extinción del Estado de Derecho en Venezuela, elementos que son examinados por una organización internacional independiente y multidisciplinaria, denominada ‘Proyecto de Justicia Mundial’. La evaluación abarca la forma como 102 países se adhieren, o no, a los principios rectores del Estado de Derecho, la cual se consigna en el Índice del Estado de Derecho 2015, publicado esta semana. Nadie podrá asombrarse con la vergonzosa calificación de Venezuela: último lugar a nivel planetario.”
La razón externa es que una parte importante de la cúpula chavista, comenzando por el presidente de dicha Asamblea, Diosdado Cabello, tiene investigaciones por narcotráfico, investigaciones que no tienen muchas posibilidades de prosperar mientras que la cúpula esté en el poder. Pero una vez afuera les va a ser muy difícil escapar la ‘perseguidera’ que les va a montar el mundo entero, liderado por Estados Unidos, por su patente y abierta participación en el negocio de estupefacientes. Por otra parte, los chavistas han sido notoriamente corruptos. Bajo el endiablado control de cambios y controles draconianos a los precios y a las importaciones, un numeroso grupo de ‘bolichicos’, incluyendo las hijas y los hermanos del difunto sátrapa, se ha enriquecido de manera grotesca a expensas del grueso de los venezolanos. El disfrutar las mieles del poder blinda a los chavistas de investigaciones por enriquecimiento ilícito. Por fuera del poder, tanto las mieles como el ‘blindaje’ van a desaparecer.
En su desespero por mantenerse al mando, y en caso de que la repica de los tambores de guerra no surta efecto, infructuosamente Maduro va a intentar que suba el precio del petróleo. El exchofer de bus venezolano ha anunciado que en los próximos días se desplazará a Moscú para hacer que, con la ayuda de Putin, el crudo aumente como ‘mínimo mínimo a 70 dólares el barril’. El idiota de Maduro sigue creyendo que él y Putin pueden derogar las leyes de oferta y demanda y que el precio del hidrocarburo se establece en Moscú y Caracas, no en Houston, Tokio y Pekín. Algún día alguien le va a tener que explicar a este mequetrefe que Venezuela, en el contexto petrolero mundial, es insignificante y que en un futuro tener las mayores reservas de crudo del mundo va a ser el equivalente a que Yemen tenga las mayores reservas de arena del planeta.
Regresando al tema del repique de los tambores de guerra, Colombia tiene que jugar sus cartas con inmensa prudencia. Sin dejarnos humillar ni poner zancadillas, no nos debemos prestar a tragar el anzuelo de guerra con que el inefable Maduro nos pretende engatusar para aferrarse al poder.