Necesitaba saber si, de aquí a noviembre, podría entrar a España con el pasaporte viejo vigente, en cuyas páginas está la visa Schengen también vigente. Llamé, entonces, al Consulado en Medellín. Me contestó una mujer de acento paisa –desinformada y antipática– a quien le pareció, y así me lo dio a entender, que mi inquietud la estaba importunando. (Se le iba a enfriar el tinto de las nueve). Me descolgó y colgó.
Esta anécdota, nada que ver con el tema, me cae de perlas. Muchas veces me he preguntado: ¿para ser funcionario es requisito tratar a la gente a las patadas? En consulados, ministerios, institutos, notarías y demás despachos oficiales, a la mayoría de los empleados les da jartera atender al público, porque parten de la base de que cualquier servicio que se les demande es una molestia por la que hay que pedirles perdón de antemano. Y si en sus manos está complicarles la vida a los usuarios, pues ni cortos ni perezosos, que para eso tienen la sartén por el mango. Siempre habrá una firma faltante, una huella borrosa, una hoja doblada por donde no es, una apostilla desubicada… Y una súbita caída del sistema.
Lo peor es que tales actitudes no son exclusivas de ciertos mandos medios que creen estar conquistando con ellas el dudoso poder que otorga la sumisión obligada de quienes necesitan de sus servicios, sino de funcionarios considerados “de confianza”. Como se supone que lo es la directora de Fomento a la Investigación de Colciencias, Lucy Delgado. La misma que, según informe de El Tiempo (15/02/2015), en compañía de otros miembros de su equipo,“se lució” con un grupo de los 140 cerebros fugados que fueron repatriados con espejitos.
Sucedió en una reciente reunión convocada por la entidad, con el fin de resolver las dudas de algunos de los que se entusiasmaron con la idea de regresar, lo hicieron hace meses, y hoy se sienten poco menos que estafados. La Cancillería guarda silencio, la administración que lanzó la idea ya no está en la entidad, la Dian los acosa y las universidades esperan las partidas presupuestales. Nada pasa, excepto el tiempo.
Mientras, doctores y doctoras –estos sí de verdad, no como los que se dan silvestres en nuestro gran huerto donde un Don ofende y un Doctor no se le niega a nadie– se encuentran, atrapados sin salida, en el peor de los mundos: Colciencias no sólo no les ha cumplido –lo que ya de por sí es un irrespeto de solemnidad–, sino que los ha maltratado; en lo personal y en lo profesional. De mil amores muchos retrocederían a los grupos de investigación a los que pertenecían en universidades de Europa o Estados Unidos, pero, por cuenta de la expectativa creada no renovaron sus contratos.
Priscilla Bascuñán y José Gómez Puerta, doctores de las universidades de Perugia y de Barcelona –expertos en malaria y en biopatología– cuentan que en la reunión de marras, la señora Delgado y sus asesores, entre otras finuras, soltaron estas: “No están en Disneylandia, tienen que adaptarse a la realidad de Colombia”; “nos encantaría ponerles la piyamita a cada uno y llevarlos a la cama para asegurarnos de que están bien, pero no podemos hacerlo”; “si quieren les envío un correo diario, así no diga nada, pero si es lo que quieren, lo hago”.
No hay derecho, señora Delgado, a que una profesional de su nivel sea tan insolente; así no se trata a nadie, mucho menos a unos invitados de quienes el país se va a lucrar en varios frentes, gracias a la transferencia de los conocimientos que han logrado a costa de muchos esfuerzos. ¿No es, pues, que “Colombia es la más educada”? (Presidente copietas, le dicen en la gobernación de Antioquia a Santos). Ejem, ejem. Aterrice, mija, que la generosidad no es del gobierno. Es de los valientes quijotes que renunciaron al bienestar conseguido en el exterior, para arrancar de cero en el pequeño mundo de Lucylandia. A sabiendas de que les iría mejor en Disney, con Minnie Mouse.
Y lo de siempre. Qué difícil es llevar a feliz término en Colombia un programa grandioso como “Es tiempo de volver”. Definitivamente, la obra negra es lo nuestro, por ahí florecen las Viviendas de Interés Social para demostrarlo.
COPETE DE CREMA: Me encantan la dignidad y claridad de este párrafo de la doctora María del Rosario Castañeda, en artículo publicado en el mismo diario: “No estamos pidiendo tapete rojo a la llegada al aeropuerto, ni que nos invite el presidente a desayunar. Lo que estamos solicitando es que Colciencias, y las demás entidades involucradas en este proceso, cumplan en su totalidad con los compromisos adquiridos en los términos de referencia originales de la convocatoria. Y que los cumplan prontamente”.