Tiene razón Gustavo Bolívar, en las2orillas.co, al decir que, en vez de estar gimiendo por la corrupción crónica de nuestro sistema electoral, deberíamos comenzar a discutir las bases de su reforma. Sin embargo, creo que se debe hacer algo en lo inmediato, antes de comenzar la discusión: exigir la renuncia del actual Registrador Nacional del Estado Civil, Carlos Ariel Sánchez Torres, quien fue reelegido en 2011 (hasta diciembre de 2015) por Mauricio Fajardo, Camilo Tarquino y Juan Carlos Henao, a la sazón presidentes del Consejo de Estado, Corte Suprema y Corte Constitucional, respectivamente.
En entrevista a una organización protransparencia, el periódico Vanguardia Liberal ilustró a los lectores sobre la amplia variedad de trucos sucios que se vienen usando en los comicios de los que es responsable el Sr. Sánchez Torres, incluidos estos del 9 de marzo, y que obliga a preguntarnos por la continuidad de los funcionarios que conducen nuestras elecciones en la actualidad: a) inscripción atípica de cédulas de ciudadanía, b) retención de cédulas, c) suplantación de electores y jurados, d) alteración de actas, e) fraude, corrupción y constreñimiento al elector, e) manipulación del voto nulo, f) destrucción de material electoral (http://www.vanguardia.com/actualidad/colombia/247200-fraude-electoral-va-mas-alla-de-la-compra-del-voto), son apenas ejemplos de una larga lista.
A nivel institucional, lo que ocurrió el 9 de marzo es probablemente de lo más vergonzoso que se ha visto en Colombia en los últimos 40 años, solo comparable con la leyenda del 19 de abril de 1970, cuando el país se acostó con un presidente (Gustavo Rojas Pinilla) y se levantó con otro (Misael Pastrana Borrero), y de eso fue responsable la Registraduría.
Mauricio Vargas y Fernando Londoño, en El Tiempo; Eliseo Cabrera, en el Diario del Huila; Eduardo Parra, en Vanguardia; Horacio Duque, en Tercera; Thierry Ways, en El Heraldo, Luis Guillermo Restrepo, en El País, Pablo Jaramillo, en El Colombiano, Rolando López, en las2orillas.co, son solo una corta selección de analistas, cada uno a su manera, que han tratado de llamar la atención sobre la falta de profesionalismo de la Registraduría, e incluso más allá: sobre el reprochable comportamiento de ella como parte activa de la contienda. ¿Merecería continuar en su cargo público el Sr. Registrador Nacional?
No es todo: Semana se preguntó si el país asistía a “un fraude electoral en directo”; el vicepresidente de la República exigió inútilmente una respuesta a las denuncias; la prensa de la región Caribe denunció el caso patético de Nayib Alberto Tapia, uno de los magistrados de garantías electorales en Bolívar, quien apareció de farra con un candidato a la Cámara; y hasta Piedad Córdoba se ve hoy martes con el procurador general para denunciar los resultados electorales relacionados con las votaciones que obtuvo su hijo Juan Luis Castro Córdoba. ¿Merecería continuar en su cargo público el Señor Registrador?
Aunque parezca increíble, el 9 de marzo al país le tocó ver cosas que creía superadas: en algunos sitios de la Costa, en pleno conteo de votos, ¡hubo varios apagones! Es decir, terminamos pareciéndonos a las “democracias” de algunos países africanos o, mejor, a las “democracias” de Corea del Norte, de Venezuela o de Cuba. ¿Merecería continuar en su cargo público el Señor Registrador?
En la la región Caribe aparecen personajes que consiguen unas votaciones inmensas, estruendosas, espectaculares, increíbles. Escribió con sorna, el domingo, Salud Hernández-Mora en su columna de El Tiempo: “También será fervor democrático el súbito interés de las gentes del Atlántico por las elecciones. Mientras la abstención del país superaba el 60 por ciento, allí sufragó más del 80 por ciento en infinidad de mesas. En promedio, 167 votantes por mesa frente a 120 del resto de la nación. En Sucre, la misma vaina: acudió una media de 158 votantes por mesa”. ¿Merecería continuar en su cargo público el Señor Registrador?
Cosas irregulares, ni más faltaba, no solo sucedieron en la Costa Norte. Existe impresión similar en Antioquia y otros lares. Y ni qué decir de los millones de votos que fueron reportados como no marcados o nulos, ya sea por la decisión malintencionada de anularlos o por culpa del tarjetón, diseñado por unos incompetentes. Es lugar común en los pasillos escuchar que toneladas de votos fueron declarados espurios de mala fe. ¿Merecería continuar en su cargo público el Señor Registrador?
Lo del domingo 9 de marzo es una página de horror. El funcionamiento de un organismo electoral, como es apenas obvio, no puede estar sujeto a la dirección de ningún partido político y debe estar libre de interferencias o manipulación de sus conductores. No fue este el caso.
La eficiencia y efectividad, de acuerdo con los expertos, son componentes vitales para la credibilidad general de una elección. No fue el caso, como sí lo fue el de un organismo electoral sesgado y mediocre; un organismo que no resuelve imparcial y oportunamente las impugnaciones.
Una pregunta: Si la mayoría de los partidos políticos repudian el comportamiento de la Registraduría; si un alto miembro del gobierno exigió, ruborizado, aclaraciones al registrador; si Procuraduría y Fiscalía hicieron eco de las denuncias, según ha trascendido; si comentaristas de la sociedad civil han denunciado el chocorazo; si medios de comunicación han evidenciado su náusea: ¿a cuento de qué, entonces, se va a quedar el señor Registrador atornillado en su puesto? Ad portas de las elecciones presidenciales de mayo sería el mayor acto de cinismo tenerlo en ese puesto, pagado con los impuestos de todos.
El Sr. Sánchez debería enviar cierta carta a recursos humanos. Incluso, a veces las circunstancias aconsejan dejar el puesto el mismo día que se escribe la carta.