Petro no es un tipo que se entrega. Es un estratega al que le gusta reinventarse. Haciendo psicomagia, con renuncia y constituyente podría empezar otra vez
Algunas veces las cosas se ponen como en el poema de Raúl Gómez Jattin: Ya para qué seguir siendo árbol si el verano de dos años me arrancó las hojas y las flores/ Ya para qué seguir siendo árbol si el viento no canta en mi follaje, si mis pájaros migraron a otros lugares/ Ya para qué seguir siendo árbol sin habitantes, a no ser esos ahorcados que penden de mis ramas como frutas podridas en otoño.
Definitivamente no ha sido un buen tiempo el del presidente Petro. Fue fulgurante el día de su posesión, ha sido impactante su supervivencia, ha sido encomiable la lucha contra un entorno adverso en la vida propia, en la senda guerrillera, en el ondulante camino político, pero no han sido célebres estos dos años y medio de presidencia.
Para ponerlo escuetamente, muy simplemente en términos de psicomagia, un cúmulo de cosas dan ese resultado, este momento nublado que se percibe en el horizonte: cuestiones propias fallidas y errores caros en primer orden, azares y traiciones que no faltan y desde luego un statu quo, una historia política, una oposición aplastante.
No se recuerda quizá un gobierno en el que haya habido tanta rotación, tantas entradas y salidas en una puerta giratoria, ese cúmulo de brazaletes de coequiperos que se van uno tras otro sin haber dejado una pequeña estela.
Cúmulo de brazaletes de coequiperos que se van uno tras otro sin haber dejado una pequeña estela
Las democracias son así, tienen tiempos breves cuando son democracias, tienen tiempos de recambios y ofrecen posibilidades de ir y volver.
Petro no es un tipo que se entrega. Es un estratega al que le llama la atención reinventarse y a fe que lo ha logrado. Haciendo pura psicomagia, un simple lío de mito y logos, no es descartable por eso que renunciara, que lo hiciera reconociendo que en esta no fue posible ante tanto obstáculo alambrado, ante un Congreso que no aprueba sus reformas; que lo hiciera moviendo los cimientos de una democracia que tiene que ser revisada en la entraña porque está sucia y con la misma fórmula no puede sanar, que renunciara con la condición de convocar a una asamblea constituyente que dé un vuelco y le permitiese a él mismo y a otros que ya han sido, medirse y empezar otra vez. En cualquier volverá y volvería a estar. Así es la democracia.
Hoy, pura cuestión de sicomagia. Nada más, nada de sabios.
Del mismo autor: Bateman y Benedetti