A Guillermo Botero la oposición le tenía la cuerda pisada desde hacía rato. Bajo su batuta se dieron casos de inaceptable ocurrencia, como son el memorando con el que prácticamente se autorizaba la ocurrencia de nuevos falsos positivos y el genocidio de que viene siendo objeto el partido Farc, al cual le han asesinado decenas de miembros, entre ellos los sonados casos de Dimar Torres y Flower Trompeta, ultimado este último en su propio Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, en el que estaba en cumplimiento de los acuerdos firmados con su organización cuando estaba alzada en armas.
Todos estos excesos criminales, de los cuales hace parte el sistemático asesinato de líderes sociales, llegaron al colmo con el bombardeo de que fue objeto un campamento de ilegales, cuyos resultados le fueron informados al país de manera tendenciosa, señalando que 16 facinerosos habían sido dados de baja, sin advertir que entre ellos se encontraban ocho niños que, dada su edad, no podían ser objeto de tal calificativo.
Este genocidio, que no de otra forma puede llamarse a un asesinato múltiple infligido por fuera de combate con uso desproporcionado de la fuerza y sin ninguna posibilidad de que los que van a morir se defiendan, no será castigado por el hecho en sí. No, la sanción se aplicará por no habérsele informado su ocurrencia al país, como si cacarear los crímenes de Estado fuera un deber de sus funcionarios. Si tal deber existiera, ¿a cuántos ministros más no tendría que aplicárseles o habérseles tenido que aplicar igual castigo? Dicho sin ambigüedades, la sanción para el doctor Botero debe ser de las que señala el código penal, pues no de otra forma se podrá disuadir a tanto funcionario de alta graduación que, para seguir usufructuando su puesto, hacen lo que sea, incluso ponerse dentro de los linderos de la criminalidad.
Para cerrar, debemos cuestionar la conducta de Iván Duque, de su esquema de seguridad y comitiva de funcionarios. Con un "de qué me habla, viejo" le salió el presidente a un periodista que lo inquirió por la moción de censura a su ministro; con una agresión física contra el mismo periodista continuó su esquema de seguridad y con un “borre esa grabación” impetrada por una de sus funcionarias fue concluida esta sumatoria de agravios. ¿Será que estamos ante la inauguración de un nuevo estilo de relación con los medios, incluida la censura?