El objetivo de la vida es vivir tranquilo, alegre y haciendo lo que le apasiona, ese era el sueño de muchos. Pero en algún momento “la realidad” o “la situación” dio una gran bofetada en la mayoría de personas. Nos conformamos y nos resignamos a estar atados a un trabajo que nos hace sentir infelices y que nos brinda problemas, estrés, frustración y muchos dolores de cabeza. ¡Ah pero nos da dinero!, ¿es eso la felicidad? En 2014 el portal trabajando.com realizó un estudio en el que concluyó que tan solo 3% de personas afirma que el trabajo no influía en su calidad de vida.
Tan solo 3%, una cifra pequeña comparada con el 71% que opina que no es feliz en su empleo, pero que aún así sigue ahí para poder “vivir”. ¿Qué nos pasó?, ¿en qué momento nos estancamos, nos rendimos?, seguramente en el instante en que nos hicieron creer “que esa carrera no da plata”, “que uno sin trabajo no vale”, “que de qué va a vivir”, “que la situación está muy dura”, “que sin dinero no puede hacer nada” y otros tantos miedos que día a día limitan el pensamiento y la voluntad de cientos de personas.
Y así un trabajador está condenado a no poder dormir bien los domingos, porque teme al día lunes y lo aborrece; y a ser alguien que llora en su escritorio y aún así hace un esfuerzo sobrehumano para cumplir con su labor, aunque la haga de mala gana. Esto incluso afecta la salud, pues muchos sienten dolores en las manos, en las piernas, mareos e incluso fuertes dolores en el pecho producidos por el estrés que les dio ese nuevo correo electrónico, esa reunión o esa llamada de su jefe.
Han pasado 6 años desde aquel encuesta del 2014 y la cosa no ha mejorado. Ahora la consultora Plurum, en unos de sus más recientes estudios de bienestar laboral en Colombia, dice que el 80% de los trabajadores están insatisfechos en las empresas donde se ocupan; en resumen, 8 de cada 10 empleados en el país no se siente a gusto, ni realizado y feliz con lo que hace. Además, 25% de ellos reportan que su fuente principal de estrés está en la oficina, en la empresa y en la labor que desempeña.
Ahora en plena pandemia esta tendencia tiende a empeorar, pues varios tuvieron que llevar esa toxicidad a su casa: se tienen que levantar para inmediatamente conectarse a una reunión. El trabajo invadió nuestro templo de tranquilidad, nuestro hogar. Pasamos de ser un profesional o un trabajador motivado a ser un cifra, una máquina destinada a tolerar y aguantar. Solo basta decir que el más reciente informe de la Encuesta Nacional de Condiciones de Salud y Trabajo en el Sistema General de Riesgos Laborales dice que cerca de 33% de trabajadores manifiestan estrés en Colombia.
Y con todo esto, ¿por qué no renunciar en plena pandemia? El coronavirus que está afuera es igual de desesperante que el virus que está en la oficina, empresa u hogar, solo que este ataca nuestra esencia humana, devora nuestros sueños y nos irrumpe en las noches. Renuncie a ese empleo malagradecido, la situación siempre ha estado dura. Renuncie, siempre ha logrado salir adelante. Renuncie, Dios proveerá. Renuncie y realice ese proyecto que tanto anhela. Renuncie y que pase lo que tenga que pasar. Renuncie a sus miedos. Renuncie a todo. Menos a su felicidad.
