Hay algunas ideas que vienen desde hace muchas décadas y que no prosperan. No prosperan porque no es el momento adecuado. Una de ellas es la Renta Básica Universal (RBU), idea que de alguna manera ha adquirido vigencia en el último lustro. Es más, en el reciente Foro de Davos, donde se concentran los grandes ‘cacaos’ del mundo del sector político y económico, la RBU fue uno de los temas de fondo. Según informes de prensa, “La digitalización de la economía, la automatización de los trabajos (creen que para 2020 se habrá destruido cinco millones de puestos de trabajo en el mundo sustituidos por robots) y el descontento social, han sido un caldo de cultivo explosivo para que los supuestamente influyentes líderes que se encuentran en Suiza hayan decidido abordar la posibilidad de crear una renta básica universal.” Como dato interesante y sorprendente, la RBU tiene enorme apoyo entre muchos sectores en todo el espectro político.
Se sobreentiende que la RBU reemplazaría
todos los otros subsidios como Familias en Acción;
prebendas, canonjías y privilegios
¿Y en qué concretamente consiste la RBU? En esencia es un mecanismo para garantizarle a todo ciudadano, a partir de cierta edad, un ingreso que le permita llevar una vida austera, pero relativamente confortable: es decir, alimentarse, vestirse, educarse, divertirse y tener un techo. ¿Y qué ingresos en Colombia se está hablando como asignación mensual o anual? Una suma libre de impuestos que sea entre una y dos veces el salario mínimo. Se sobreentiende que esta suma no puede ser ni transferible, ni embargable. Lo que también se sobreentiende es que esta suma reemplazaría todos los otros subsidios como ‘Familias en Acción’; y todo otro tipo de prebendas, canonjías y privilegios. En Colombia, una élite burocrática, judicial y política que se ha apoderado de la inmensa mayoría de los recursos que el Estado recibe en impuestos y que a su vez se supone debe distribuir, directa e indirectamente, entre los menos favorecidos. Tal es el poder y rapacidad de esta élite que esos recursos terminan favoreciéndolos exclusivamente a ellos y a sus familiares y amigos, ya sea en forma de pensiones desorbitadas, de subsidios, de becas y otras subvenciones; o de abierta y manifiesta corrupción.
¿Qué se lograría implementando la RBU en Colombia? De inmediato se elimina la miseria y la pobreza extrema. En segundo lugar, mejora de manera drástica los índices de desigualdad. En tercer lugar puede haber un importante crecimiento inducido por el mayor poder adquisitivo de gran parte de la población. El problema es que casi de manera inmediata se formarían ‘Carteles de Ratas’ para ver cómo, engañando a los incautos, a los débiles y a los mayores, se apoderan de esta renta.
La pregunta de fondo es si el país puede costear la RBU,
o está bastante más allá
de las capacidades de nuestra economía
La pregunta de fondo es si el país puede costear la RBU, o está bastante más allá de las capacidades de nuestra economía. El autor de esta nota no tiene los elementos de juicio, ni las cifras, para dar una respuesta. Es indispensable adelantar un estudio serio y objetivo sobre la capacidad del fisco para imponer la RBU. Lo que sí parece ser claro es que, si eliminan los privilegios de la élite al igual que la totalidad de los subsidios, puede aparecer un interesante espacio para imponer la RBU.
Finalmente, no todos están de acuerdo con la RBU. Muchos afirman que es un incentivo a la vagancia y la pereza. La izquierda (especialmente la sindicalista) la ha criticado como un atajo para desmantelar por completo el Estado de bienestar y desposeer de su carácter comunitario al trabajo. En esto la izquierda coincide con liberales como Milton Friedman, que consideraba que la renta básica daría una mayor libertad individual a sus beneficiarios y simplificaría el sistema de protección social. En otras palabras, en lugar de que sea el Estado quien decida en qué se va a gastar el dinero de los contribuyentes, serían estos quienes eligiesen en qué invertirlo. Una visión muy libertaria que, en principio, se opone a la socialista. Obviamente a los ‘ingenieros sociales’ tampoco les llama la atención que sean las personas, y no ellos, los que tomen las decisiones.