Renacer de la esperanza

Renacer de la esperanza

Sin embargo, no se puede olvidar "que el monstruo sigue vivo, no descansa y se piensa dueño y señor de cuatro años de inhumanidad para todos los seres vivos de Colombia"

Por: Hernán Del Campo Bonilla Herrera
junio 28, 2018
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Renacer de la esperanza
Foto: Pixabay

Renacer: “Volver a nacer”.

Esperanza: “Estado de ánimo que se presenta como alcanzable de lo que se desea”.

Subsiste, pervive hoy una generación de “viejitos muy jóvenes”, nacidos y criados muy cerca, en primer lugar, de la cubana revolución —con la que se inició un proceso muy particular: reconocer que otros mundos pueden ser posibles—. Un instante después, hacia febrero de 1966 y en el territorio de esta Colombia inhumana que hemos soportado, muere en combate Camilo Torres Restrepo, “El cura guerrillero”, hombre que había despertado un auténtico fervor popular entre los “desamparados” del momento y que cuestionaba en profundidad el modelo político bipartidista, oligárquico y excluyente. Luego, en Bolivia, asesinan con alevosía al Guerrillero de los ojos azules (9 de octubre de 1967).

Cuando la primera, era casi un niño, recién salido del útero materno (un útero Liberal, por cierto) y el contexto en el que transcurrió mis primeros años de educación me hizo creer que esa –la Revolución cubana– era el mayor engendro de Satanás y sus pérfidos comunistas en América. Cosa que me permite enunciar que mi primera formación fue más allá del Catecismo para ser radicalmente anticomunista (pertenecí a la “Legión de María” y participé en procesiones matutinas con estandarte de la Virgen de Fátima, mientras cantaba con fervor: “Tu reinarás. ¡Oh! Rey bendito...”). Casi fui monaguillo. Pero…

El asunto cambió al llegar el bachillerato y la primera juventud. Y por caminos de variada índole —que incluyeron el eco de Mayo del 68, en la lejana París— muchos de mi generación percibimos un mundo infame: el hambre de otros, la guerra (¿Vietnam? Sí: ¡Vietnam!), el imperialismo atroz que dominaba con no poco salvajismo a los países pequeños y su corifeos nacionales pertenecientes a los partidos Liberal y Conservador… injusticia social a nuestro alrededor… Colombia inhumana, neocolonialismo. Pero prefiero no continuar por este camino de recordación y de conflictivos compromisos juveniles, que luego fueron duramente cuestionados con la caída del “socialismo histórico” y por la academia, para no alargar el discurso y llegar pronto a donde quiero llegar: el renacer de la esperanza.

Entonces, digamos que para renacer, primero, hay que nacer y entonces la pregunta es ¿cuándo nació ese estado de ánimo, que la Real Academia define como esperanza? Ni ha mucho tiempo, tan solo 12 años (2006)… encarnada, para entonces en Carlos Gaviria Díaz, cuando se obtuvo dos millones seiscientos y pico de mil votos; un hecho sin antecedentes, resultado de millones de voluntades que vimos en él al hombre con quien se podría alcanzar el esquivo deseo de un país mejor, en todo el sentido de la palabra. Fue el espíritu mismo de la esperanza. Entre los niños llegó a mirársele cual si fuese un cariñoso Papá Noel. Encarnó el ideal de justicias al que todos y todas aspirábamos.

Se perdió electoralmente esa batalla en la que ganó la desesperanza, pero no la guerra. Aquella batalla perdida fue dura; tanto o más que la que dimos contra Julio César Turbay y su Estatuto de Seguridad: dejó muchas madres huérfanas, otras desconocen el paradero de sus hijos, asesinatos selectivos (150.000 personas), masacres, despojos… Colombia inhumana al poder casi total.

Hoy, que los años me permiten dejar atrás veleidades izquierdizantes, entiendo que pervivo, junto a otros, como parte de esa generación de “viejitos muy jóvenes”, y entonces percibo con mucha calma el renacer de la esperanza; esta vez en la voz y en las manos de quien yo hubiese preferido que se mantuviera en su curul del Senado y no hubiese dado este “salto al vacío” en el que supo encarnar aspiraciones antiguas y justas de la mayoría de un pueblo, largamente aplazadas. ¡Por fortuna fue así! Y bienvenida esa luz de esperanza llamada “Colombia Humana”, sin olvidar que el monstruo sigue vivo, no descansa y se piensa dueño y señor de cuatro años de inhumanidad para todos los seres vivos de Colombia.

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