El nombre de Alejandro Gaviria como candidato a la presidencia de Colombia despierta voces en cualquier lugar en el que se mencione. El reconocido profesor universitario, exministro de salud, estadista y actual rector de la Universidad de los Andes goza con el prestigio de no haberse dejado comprar por nadie y dar siempre los debates que necesita el país con argumentos y convicciones firmes.
La propuesta de llevar a Gaviria a la Casa de Nariño moviliza a los ciudadanos que se reconocen como liberales y a gran parte del sector político que se denomina “el centro", que ha tomado fuerza en las últimas elecciones, y a distintos actores del mapa de la centroderecha y la centroizquierda. Tal parece que Alejandro puede articular en su figura un gran espectro político, además de señalar que en una eventual segunda vuelta con un candidato del uribismo tendría seguro el apoyo de la izquierda, el centro y una amplia parte de la centroderecha, con la que Gustavo Petro no cuenta.
El Partido Liberal, que en múltiples ocasiones ha dejado el ideario liberal en la banca a la hora de jugar el partido electoral, lidera hoy una cruzada por capturar al exministro de Salud. En múltiples ocasiones, el senador por el partido rojiblanco Iván Darío Agudelo ha manifestado en medios que quiere llevar a Alejandro a asumir la candidatura liberal. César Gaviria, expresidente y hoy líder máximo de la colectividad, se la ha jugado toda por quedarse con Alejando. Recientemente, se suma Marla Gutiérrez, enlace juvenil del Partido Liberal, quien ha lanzado la propuesta de Jóvenes Gaviria, que busca impulsar en este la decisión de ser candidato.
Sin duda alguna, Alejandro Gaviria sería un respiro para la imagen de un partido que ya no es liberal y que poco a poco se resquebraja frente a la mirada de los ciudadanos hastiados de la política tradicional y clientelista imperante en las instituciones públicas del país. Sin embargo, bien valdría preguntarnos, de remar Alejandro en el barco de una candidatura del Partido Liberal, ¿no estaría naufragando el respaldo de distintos sectores políticos alternativos y aún más importante, de los ciudadanos que ya no creen en los partidos tradicionales que, a la larga, son los que han gobernado y que hoy tienen a Iván Duque, un uribista pura sangre, en la presidencia? Así pues, ¿no estaría hundiendo este barco la posibilidad de un cambio político para Colombia?