Desde luego, a físico golpe de martillo hemos ido resignándonos a que esto de la presidencia de Colombia sea como un capítulo de Los Locos Adams, solo que con más destrozos que risas.
Con lo que han traído los últimos tiempos en el acaecer político, cosas, literalmente cosas de distintas orillas como Maduro, Piñera, Bolsonaro, Ortega y qué decir en la cuadra, cualquiera sabe que puede llevar sus cacharros al palacio presidencial; que para eso no hay que saber mucho, ni siquiera mandar, y que tal conquista se ha vuelto asunto de casualidades, de tácticas difamatorias de último instante.
En fin, ocurre y nos hemos habituado y hasta consentido en eso, que haciendo un símil los presidentes de muchos países se han convertido para la política en lo que la “inteligencia militar es a la inteligencia”, o como más o menos decía un guion de alguna película: para escalar en política no basta ser corrupto y tonto, también hay que tener la suficiente dosis de maldad.
Pero, seamos serios, o un poco serios, pues hasta semejante calamidad tiene límites por la izquierda, por la derecha o por la ultra; primero la primaria. Y allí, exactamente en ese punto, es donde uno no puede dejar de tomarse la cabeza a dos manos imaginando que la señora María Fernanda Cabal con su grande mirada considere circunspecta o simplemente por tomadura de pelo “abrir la puerta a una candidatura” en Colombia.
¿Y si gana? Y ya no es insólito que pudiera ganar ¿Será el archinombrado José Felix Lafaurie, el primer señor de la nación? ¿Recomendará Uribe alguno de sus caballos para cargos públicos, consulados, por ejemplo, como Incitatus para Calígula? O una vaca, una vaca también podría estar en relaciones exteriores porque la ganadería es trascendental para el desarrollo del país.
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¿Y si gana? Y ya no es insólito que pudiera ganar ¿Será el archinombrado José Felix Lafaurie, el primer señor de la nación?
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En una entrevista en El Tiempo en febrero del año pasado, y no es que sus palabras sean para degustarse recordándolas, dice ese diario que preguntada acerca de si había quedado contenta o no con el gabinete presidencial, contestó que cuando uno está en la política tiene que acostumbrarse a hacer favores, el político te ayuda, el técnico te hace pistola. Y vino el descuadre y él se quedó sin gobernabilidad, que toca retomar. Pero las decisiones para retomar siempre van a ser insuficientes, porque lo que no se hizo desde el principio, ya no se hizo, al menos así lo transcribe El Tiempo.
Bauman y Bordoni en su descarnado diálogo sobre el Estado de Crisis, afirman en juiciosos análisis que este horror del cráter profundo de la economía, del gesto político incapaz, de la ladronería del dinero público, de la complicidad de grupos empresariales con gobiernos, o la perversa inequidad que condena al hambre y a la ausencia de posibilidades a buena parte de la humanidad, llegó para quedarse. No es esta, como todas las crisis, una crisis definida por la temporalidad, sino una forma de ser de los estados, una modalidad de estructuras parásitas con muy poco para dar y con poco interés de hacerlo frente a una sociedad cuyas aspiraciones terminan barridas debajo de la alfombra “en la misma noche en la que se celebra la victoria electoral”.
Por favor, señora Cabal, no se esfuerce demasiado en hacer semejante favor, porque es posible que su sueño también se cumpla.
Una petición que también va, no respetuosamente, sino en este caso con absoluto pánico, para Enrique Peñalosa quien ahora afirma ser de izquierda, de izquierda porque hizo “Mucho más en cuanto a mejorar la velocidad del transporte, contratamos el metro, renovamos totalmente la flota de TransMilenio. Nosotros fuimos los que hicimos las ciclorrutas.”
Esto terrible que acontece y que afronta toda la sociedad colombiana no será el fin. Es posible que cambie, que se supere dignamente, pero de ninguna manera si se cumplen los sueños de Cabal o de Peñalosa, y de un montón rumiando en la fila.
A propósito, las ciclorrutas y la izquierda peñalosista, ¡¡Descomunal paradigma, compleja tesis hasta para un buen trotskista!!