Julio del 2015, casi diez meses viviendo en España; estudiando, viajando, conociendo, trabajando. He tenido la posibilidad de estar bajo la Torre Eiffel, cruzar varias veces la glorieta donde está ubicada la Columna de la Victoria, pasar puentes que llevan al Castillo de Praga, visitado museos en Ámsterdam… He vivido cosas muy agradables para la mayoría de los mortales, pero con un absoluto significado para mí.
Nací y crecí en Albania (La Guajira); me emocionaba cuando a la hora de aprovisionar viajaba junto con mi familia a Maicao a hacer compras. Disfruto como niño cada vez que voy a Villanueva. He estado escuchando concursos de vallenatos bajo la sombra de frondosos árboles en Distracción, o bajo la sombra de las palmeras y junto a la brisa del mar en Riohacha. He conocido mujeres wayuu de ojos verdes en Uribia, tocado en bandas en Fonseca y Hatonuevo. La Guajira, la tierra y lo exótica que es, es un encanto.
Ámsterdam fue mágica; salir de discotecas y ver cómo la gente regresaba a casa en bicicleta; caminar al lado de los canales y la gente en bicicleta. Salir a tomar un café, y la gente en traje y corbata, en bicicletas. La Guajira también es mágica, hay niños wayuu que caminan diariamente kilómetros para llegar a sus colegios o recoger agua. Más loable lo de los guajiros. ¿Cierto?
Ahora, el turno es para la ciudad de las luces y el acento sexy –no tanto como el paisa-. En Francia, ¡cuánto turismo! ¡Cuán integrados los negros y los blancos! Es impresionante la cantidad de museos, y espacios urbanos tiene la ciudad. Estar bajo la Torre Eiffel es como estar bajo un cañahuate florecido al lado del Ranchería. La Guajira también es de luz, del sol, o la de Electricaribe, cuando esta quiere. El turismo en la península es notable, pero sin el inglés en los guías, sin la calidad en hoteles, ni el contenido que se desarrolla. Además, quitando los museos, espacios públicos y demás.
Berlín es tan completa, diversa, integrada y rica culturalmente que fue el lugar del que más me ha dolido despedirme. Es una ciudad moderna, pero que recuerda con ruinas de su popular muro lo que se aprendió del pasado. Es una sociedad civilizada, pero que en cada sitio turístico recuerda lo que uno de sus antiguos líderes les hizo a los judíos. Es una ciudad de un interés absoluto. La Guajira también es rica culturalmente, pero es tierra de gentes que no aprende de su pasado, y lo repite una y otra, y otra vez. En lugar de repudiar lo que sus malos dirigentes han hecho de forma macabra, los siguen exaltando.
Praga. Fría, muy fría, pero elegante, brillante, parece una reina que atesora joyas de oro, y como tal se cuida, se protege, se viste siempre bella como dama de la realeza. Un río que la atraviesa y puentes que las conecta, castillos y caminos de piedra. Edificios y estaciones de metro modernos. La Guajira, siempre caliente, es una verdadera reina que se ha dejado robar sus tesoros, es ahora una indigente masoquista. Con ríos que refrescan pero que no conectan, con castillos de sal y caminos de lodo. Edificios y busetas pequeñas.
Madrid, Barcelona, Bilbao y Donostia. Las españolas que he conocido, limpias, orgullosas, organizadas y elegantes todas. Madrid me pareció tradicional, Barcelona una joven de mundo, Bilbao poderosa y Donostia, la bella. A La Guajira no la he conocido bien; limpia y organizada no es; orgullosa y elegante sí, tradicional también; De mundo y poderosa no es; y bella, bella alguna vez lo fue de forma absoluta.
Como guajiro me siento terrible luego de escribir lo anterior, y de pensar lo que pienso. Pero no me puedo mentir. En La Guajira no hay agua potable, y en algunos lugares ni llega dicho líquido. Aquí sí. Allá no hay educación de excelencia, aquí se encuentra. Allá –se diga o no- se considera al wayuu inferior, aquí se respetan y valoran las diferencias. Allá no hay un solo verdadero sistema de transporte público, ninguna ciudad de museos y parques, villas deportivas… Aquí sí.
El agua lluvia cae de vez en cuando en La Guajira, eso es un alivio; pero a la vez preocupa, la corroe, la oxida. Entre más pasa el tiempo, más masoquista, más vieja, más fea se pone mi una vez amada Guajira.
Las comparaciones son incómodas y lo sé, absolutamente injustas y fuera de lugar, sí; pero más incómodo es ver cómo se deja al sujeto acabar con la vida del tesoro tan bello e invaluable: La Guajira. Así como se puede acabar el orgullo de ser nativo de una tierra.
@BenvenutoCelli