Llevaba días sin ir a cine pero la crítica me convenció y fui a ver la peli del Guasón, fingiendo estar preparado para ver otra producción de antihéroes, lo que sucedió es que de ver tanta maldad, valoré el bien e incluso abrí la puerta de la inspiración; me resultó incómodo ver la película y en parte creo que de eso trata el filme de Todd Phillips, de expresar un contenido político vigente que denuncia el uso del poder para separar la gente “bien” de los excluidos sociales entre los cuales se encuentra Arthur Fleck, un hombre blanco y heterosexual que representa la infamia contra la clase pobre y la desfiguración de una humanidad víctima de la indecencia del poder y del abuso de los ricos.
La producción trae una crítica explícita para la derecha y la izquierda al divulgar el deseo del protagonista de vivir una comedia motivada peligrosamente por una ira social en la que la violencia se mezcla con problemas de identidad, rechazo, abandono y enfermedad mental; un panorama tan real como los dramas provocados por el recorte en el presupuesto de programas de atención psicosocial en cualquier país del mundo que, igual que Ciudad Gótica, le permite hoy a la crueldad transformarse en objeto de deseo.
Así sucede que cuando la ayuda no llega y los organismos de apoyo público y privado dejan de asistir a los desesperados, si, cuando la iglesia guarda su mano bondadosa, las víctimas toman máscaras para hacerse villanos justificados por el dolor y la exclusión, actuando sin ideario político como el Guasón: ese payaso con sonrisa constreñida frente a la injusticia que asesina con la premisa de odio hacia personas e instituciones que le han desconocido, golpeado y rechazado tantas veces. El debate moral se presenta una y otra vez sin tregua al interpretar la comedia del actor en su propio infierno, y somos espectadores de la danza de su absolución por combatir a los héroes adinerados como Batman que nacen del poder malvado de las cúpulas opresoras.
Entonces en alguna escena me acordé del escritor mexicano Juan de Dios Peza en su conocido poema Reír llorando que dice: ¡Cuántos hay que, cansados de la vida, enfermos de pesar, muertos de tedio, hacen reír como el actor suicida, sin encontrar para su mal remedio! Guasón es esto, en su drama nos recuerda el peligro de la gente que carece de todo, que al sentirse desesperanzada llega a creer que no tiene nada que perder y que el mundo es un lugar sin merecimiento propio por ser hijo de un dolor que no muestra algo distinto al horror de las circunstancias ambientadas en la densa oscuridad. Porque cuando no hay nada que perder señoras y señores la persona ya no tiene retorno.
Este Guasón me permitió pensar en la crueldad de invisibilizar al otro, en no escuchar e ignorar al que precisa de ayuda, el niño, el joven, el anciano, el enfermo y el desamparado. Existe entre nosotros ese peligro real de andar desconociendo la humanidad de aquel que precisa de atención y oportunidades porque en nuestra intención de ocultarle, hacemos brotar como respuesta una versión desfigurada, una que dibuja una sonrisa sanguinaria y anarquista con la que puede sobrevivir públicamente en forma de combatiente contra el sistema injusto y depredador. Pues así como lo dicen las últimas líneas del poema antes recordado: ¡el carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas; aquí aprendemos a reír llorando y también a llorar con carcajadas!