Hace una semana James Rodríguez dejó a su equipo botado por venirse a Colombia en un vuelo privado. Su foto, cómodamente acostado en una cama dentro del avión, levantó ampolla incluso entre los flemáticos hinchas ingleses. Desde ese momento James no se reportó a la concentración del equipo nacional. Decía que estaba arreglando negocios personales. Rueda se cansó de James. Algo pasó adentro de la selección. Algo pasó pero Rueda se cansó de James y le cerró la puerta de la selección en la cara.
La reacción de James fue la de una pataleta indescriptible. Un comunicado destemplado del ídolo de la selección que lo deja en el peor de los mundos:
Rueda no se la deja montar de nadie. No quiere niños mimados que acaban con la paz del equipo. James es la manzana podrida y los jugadores, dentro del vestuario, no lo quieren. Fue el principal causante de la debacle de Quito. Rueda y su preparador físico Velasco no quieren vagos. James cada vez se parece mas a un exjugador. A Rueda, más que a Pekerman y que Queiroz, le interesa la entrega y el compromiso de los jugadores, dos virtudes de las que carece el James de hoy en día.
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