El regreso de Timochenko a la selva del Catatumbo: así es su campamento

El regreso de Timochenko a la selva del Catatumbo: así es su campamento

El jefe de las FARC llegó de La Habana al mismo lugar de donde salió hace dos años, hoy zona veredal de Caño Indio. Lo recibió un azaroso sobrevuelo del Ejército

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junio 05, 2017
El regreso de Timochenko a la selva del Catatumbo: así es su campamento

El viaje a Cartagena no tuvo ninguna complicación. El vuelo de Sarpa nos recogió en el aeropuerto José Martí de La Habana, hasta donde fuimos acompañados por funcionarios de la Cancillería de Cuba, que se mostraron tan amables y serviciales como siempre. Era nuestra última despedida, esta vez emprenderíamos el viaje sin pensar en un próximo regreso.

Fuimos atendidos por la misma azafata de nuestro viaje a fines de marzo al cónclave. Me preguntó al despedirme si escribiría otra crónica para buscarla en la web. La trasparencia de sus ojos azul marino bastaría para transformar una roca en poeta. Le sonreí condescendiente, dejándola de pie en la puerta del avión. Las ropas blanca y púrpura que vestía la hacían aún más hermosa.

En Tibú nos dijeron que el viaje en helicóptero a Caño Indio, Zona Veredal Transitoria de Normalización el Negro Eliécer, duraría veinte minutos pero fueron en realidad diez. Desde lo alto se aprecian numerosos cultivos de palma. Descendimos sobre una pequeña elevación. Tenía dos años y medio de no pisar el monte, el golpe del calor fue frontal pese a llegar de La Habana.

Los conductores de los vehículos se han visto obligados a convertirse en expertos para superar los enormes barrizales de la trocha de acceso a la zona. Nos comentan sus encargados que el aguacero de la noche anterior logró ahuyentar a muchos. Se esperaba mayor afluencia de visitantes para la conmemoración de 53 aniversario de las FARC, pero la gente sabe lo que significa metérsele a esa vía cuando ha caído lluvia durante varias horas.

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Caminamos los últimos metros hasta la entrada. Un calle de honor de guerrilleros desarmados y luciendo camisetas blancas nos recibió con entusiasmo desbordado. Timo encabezó nuestro desfile y fueron muchos los muchachos y muchachas que abandonaron su puesto para acercarse felices a estrechar su mano. Numerosos civiles nos contemplaban también con alegría. Algunos sonreían de tal modo que no pudimos evitar fundirnos con ellos en un abrazo.

Eran las tres de la tarde. Los actos con ocasión de los 53 años de nuestra fundación estaban en marcha desde la mañana. Se oía la voz de un animador por el altavoz. Consignas con ocasión a la paz y los acuerdos. Había habido una marcha en su defensa desde el interior de los campamentos al área de recepción de la misma. Una gigantesca bandera de Colombia de varios metros de ancho estuvo escoltada por combatientes sin armas y vestidos de blanco.

Todo el día estuvo colmado de presentaciones culturales, danzas de diverso tipo, cantos, mímicas, ponencias alusivas a la fecha, saludos de comunidades campesinas, interpretaciones musicales del más puro folclor. Algunos lucían sus ropas y botas untadas de barro. Habían llegado desde lugares distantes, y el estado de la vía prolongaba sus horas más allá de cualquier cálculo.

Ese día no nos sumamos a la celebración. Llegamos cansados por el viaje y además debíamos acomodarnos en el lugar asignado, una casa de madera techada en zinc, con piso de cemento, al más auténtico estilo campesino. Una pareja de pavos reales ronda la casa y el macho emprende su canto característico al menor motivo. Volvemos a dormir bajo toldillos, sin aire acondicionado ni ventiladores. La temperatura es muy alta. Hasta cuando estalla la tormenta clásica del Catatumbo, aguacero prolongado, fuertes vientos, rayos y truenos a granel.

El domingo 28 recorro todas las instalaciones. El atraso de las obras resulta asombroso. Solo el aula general está terminada. El resto está aún en obra negra o sin siquiera empezar. Hacen falta meses de trabajo, aún si los materiales llegaran a tiempo. Guerrilleros y guerrilleras viven en las caletas individuales que levantaron a su llegada en febrero. Han tenido que reforzar sus carpas con ingenio. Los vendavales les causan estragos con frecuencia, pero su moral es alta.

Ahora sí puedo saludar y conversar largamente con combatientes conocidos, con viejos amores que despiertan enorme cariño y nostalgia. Y saludar e intercambiar con buena parte de los civiles que visitaron la zona. Muchos son familiares de guerrilleros, sus madres y padres, hermanos, sobrinos. Otros representan diversas organizaciones locales o regionales. Mucha juventud de Cúcuta y otros municipios de Norte de Santander. Venezolanos. Todos felices.

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El día está consagrado a las competencias deportivas. Todo el mundo tiene derecho a participar. La Secretaría de Deportes del municipio de Tibú está vinculada a esta parte de la programación con diplomas de premiación a los que resulten vencedores. Torneos de microfútbol y voleibol masculino, femenino y mixto. Equipos de guerrilleros y guerrilleras compiten con los de distintas veredas de la región. También hay ajedrez, parqués, dominó. Una bonita integración.

A un lado de la cancha de microfútbol está la tarima de piso de madera y techada con zinc. Allí hay un equipo de sonido y un locutor guerrillero que anima a los jugadores y el público. A la tarima sube todo el que desee participar, niños que cantan, guerrilleros y guerrilleras que interpretan canciones sociales de paz, música de diversos ritmos sonando por turnos en al altavoz.  Para las diez y quince se anuncia un saludo de Timoleón Jiménez. La gente espera expectante.

Un dirigente campesino con quien converso me cuenta de sus ilusiones con la paz, del trabajo de pedagogía necesario para conseguir que todas las comunidades hagan suyos los acuerdos. Otro me habla de sus ilusiones con la circunscripción especial de paz, deben ganar la curul para obtener la merecida representación política. Me cuentan de su trabajo con las comunidades para conseguirlo.  Comparte sus preocupaciones por los otros grupos armados que perviven.

Alexis, un guerrillero que conocí hace años, me presenta a un hermano suyo que vino con otros y su madre a visitarlo. Me explica que no son hermanos de sangre, porque él era un niño abandonado al que recogió y crió esa familia. Todos huyeron del Catatumbo cuando la incursión paramilitar de fines de los noventa. Menos él que ingresó a las FARC. Su hermano se ve muy emocionado. Me explica cuanto lo quieren y la alegría que sienten por el reencuentro.

Una mujer campesina de más de setenta años canta en la tarima rancheras sobre el sufrimiento de las madres. Luego la sucede su hijo, Gabriel, un guerrillero catatumbero, que ahora canta en homenaje a ella. Me acerco para felicitarla y me cuenta que tuvo catorce hijos, varios de ellos, con sus nueras o nueros y sus hijos, la acompañan en la visita. La paz es muy linda, afirma. Un niño de cuatro años, con la lengua pegada, grita consignas a la espada de Bolívar. Lo aplauden.

El saludo de Timo arranca aplausos y vivas en el público. En seguida lo asalta un círculo de admiradores, unos por su autógrafo y otros con sus celulares suplicando que por favor les permita tomarse una fotografía a su lado. Hay que organizar un espacio y dedicar un largo rato a eso. Los comunicadores de la prensa alternativa presente pujan por entrevistarlo. Algunos se conforman con un saludo o unas palabras mías, el viejo no tiene tiempo para tantos.

Nos dicen que las conversaciones de los nuestros con el gobierno en Bogotá son intensas y difíciles. Si antes había preocupación por las demoras en la implementación de los acuerdos, a raíz del desafortunado fallo de la Corte Constitucional las cosas parecen haberse complicado. Puede ser cierto, pero hay un hecho, la pedagogía por la paz crece y las comunidades sienten como suya esta lucha por la reconciliación. La esperanza y las posibilidades son muy grandes.

No queda otro camino que persistir y avanzar. También  a un lado de la cancha hay una especie de altar rodeado de flores rojas, en cuyo centro destacan tres retratos pintados a mano por artistas guerrilleros. Manuel Marulanda ocupa el centro, con Raúl Reyes a su izquierda e Iván Ríos a su derecha. Es historia de las FARC, que cumplen 53 años de lucha por la paz.

Ahora ella se encuentra más cerca que nunca y no vamos a permitir que nos la arrebaten. Lo afirma entusiasmada toda esa gente que nos visita solidaria y dispuesta. Algo así ocurrió en todas las zonas y puntos transitorios. También en Bogotá y otras ciudades. En La Habana había un foro de OSPAAAL con el mismo fin. Timo dejó su discurso escrito. Debía estar en Colombia, empezando por el Catatumbo. Estamos aquí, Colombia, nada ni nadie podrá impedirlo.

Caño Indio, 29 de mayo de 2017.

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