El día 22 de enero de 2017 marcó el regreso de las corridas de toros a la Plaza de toros de la Santa maría luego de 4 años, y de nuevo la ciudad de Bogotá se manchó de sangre, vergüenza y falta de tolerancia.
En un domingo soleado en la Plaza de Bolívar a medio día se reunían los grupos animalistas que no aceptan el regreso de éste tipo de actividad violenta que algunos aficionados llaman "un deporte lleno de arte". A esa misma hora comenzaban a llegar los seguidores de la fiesta brava y se encontraron con miles de personas que más que manifestar un mensaje de reflexión, gritaban e imponían una sentencia con insultos y degradaciones, algo que en definitiva no lleva a razonar sobre la gravedad de ver un deporte que su eje principal es la muerte.
Por absurdo que suene en algo estaban de acuerdo aficionados y manifestantes del regreso de la tauromaquia, ambos usaban como discurso " Es increíble que en tiempos de paz y que hablamos de paz éste tipo de cosas sucedan" . De nuevo la palabra paz volvió a ser vulnerada y usada como un discurso, no como un método, una disciplina, una forma de ser, sino como excusa para gritar y manifestar el eco de su voz, porque es evidente que un toro murió - y no en paz- y lamentablemente una marcha se convirtió en un disturbio.
El "oleeee" era vitoreado para animar al torero adentro de la Plaza de toros, mientras afuera de ésta se gritaba "torero asesino" para degradar éste oficio que solo demuestra lo primitivos que aún somos al considerar "deporte" a una actividad que se basa en matar, en demostrar poder sobre los animales, esa dolorosa tendencia de querer estar por encima de todos en la cadena animal, cuando una actividad física deportiva se basa en la superación personal basada en valores y respeto por sus pares.
Las corridas de toros continuaban y las protestas también y mientras un violento levantaba su espada para matar al toro, un violento levantaba una piedra para lastimar a un policía del ESMAD, y de nuevo amabas partes tuvieron algo en común: imponer su supremacía usando sus manos para lastimar, aniquilar y humillar a otro ser viviente y hacer de la sangre todo un espectáculo que corría en ambos escenarios.
En lo personal creo que una actividad que tenga como razón de ser: matar, me parece mal, tosco y ordinario, invito a los aficionados de las corridas de toros que recapaciten sobre cuáles son los valores que le dejan ver ésta actividad, cuáles son los aprendizajes que se obtienen de ver caer muerto a un animal y sí es tan artístico el toreo, pensar: le permitiría a mi hijo practicar éste deporte? Después cada aficionado es libre de continuar o no admirando esta práctica violenta y degradante.
A los defensores de animales, mi admiración y respeto por seguir en pie y no permitir el regreso de la corrida de toros a Bogotá, sin embargo hago un llamado de atención y consideración sobre la forma que están manifestando sus ideales. Es más que obvio que aquellos que dañan una marcha son infiltrados que no tienen nada que ver con la actividad, y lo digo porque cuando he estado en las marchas los alborotadores son personas sin oficio y llenos de rencor, que encuentran como excusa a su frustración, arrojar piedras y enfrentarse a las autoridades.
Los defensores animales son personas pacíficas y tranquilas que en el de día de ayer solo querían dar a entender un mensaje, pero las marchas no están siendo efectivas, estamos en una era digital, dónde hay muchas formas de manifestar y transmitir un mensaje de reflexión de forma creativa, coherente y pacífico, y así su ideal, crezca y sea respetado, y no se contamine de delincuentes que los hacen ver como una turba enojada que si pudieran harían a los aficionados de la tauromaquia lo mismo que el torero le hace al toro: matar e imponer.
La jornada taurina va a continuar en nuestra ciudad, y éste es el momento de parar y de nuevo barajar y encontrar formas y maneras dónde se reflexione y se haga entender lo malo que son las corridas de toros y que al final y de una vez por todas finalicen éstas actividades sangrientas pero ante y sobre todo: sin que se derrame una gota más de sangre.
