A Regina 11 no le incomoda que le digan bruja. Dice estar acostumbrada y hasta le gusta, al punto que usó una escoba como logo de sus tres fallidas campañas presidenciales. La primera vez que la llamaron así en público fue en un titular de prensa, un día después de haber formado un zafarrancho en la Catedral de Bogotá a donde unos cien mil de sus seguidores, que la adoran como a una diosa, se reunieron para celebrar su cumpleaños número 40.
Regina Betancourt esconde los 85 años que ya tiene encima con vestimentas modernas. Hoy tiene puesta una blusa de intenso color rojo muy ceñida al cuerpo, un pantalón apretado y unas botas del mismo rojo de tacón alto. Su ropa y la ayuda de una faja bien puesta le dejan ver un cuerpo voluptuoso que ha procurado con cirugías y un poco de ejercicio que hace todas las mañanas en su gigante casa del barrio Nicolás de Federmán, donde vive con una de las cinco hijas que tuvo después de tres matrimonios.
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Atiende entrevistas y reuniones en la sede de su Movimiento Unitario Metapolítico ubicado en Teusaquillo, a una cuadra del Concejo de Bogotá. Su oficina es todo el tercer y último piso del lugar. Más que una oficina es un frío salón gigante rodeado de ventanas piramidales desde donde planea con sus pupilos los talleres esotéricos y de relajación mental de dictan por toda Colombia; por estos días también es la sede de campaña de su movimiento político, con el que busca, desde la sombra, volver al Congreso del cual salió por la puerta de atrás, cuando fue acusada del delito de concusión. La condenaron a tres años de cárcel por haberle pedido dinero a su equipo de trabajo para financiar el partido.
La madre Regina, como la llaman sus alumnos y seguidores, empezó a hacerse reconocida como mentalista y espiritista y curandera en la década de los años 80. Fue su esposo de aquel momento, el norteamericano Danny Liska, con quien duró 28 años, hasta que él murió, quien le dio forma a su proyecto esotérico. Por aquellos años montó un consultorio pequeño en el norte de Bogotá que empezó a llenarse de clientes que buscaban respuestas en la novedosa lectura del aura.
Fue un espacio radial mañanero de media hora en la popular emisora Todelar del paisa Jaime Tobón de la Roche lo que la catapultó como figura pública. Hablando de poderes mentales, leyendo el futuro y curando enfermos a través de la radio y con brebajes que aún vende, captó millones de oyentes, principalmente de estratos medios y bajos, que empezaron a creerle, a endiosar y a darle forma a la marca Regina 11.
El incidente en la Catedral, ocurrido en febrero de 1977, que al día siguiente fue criticado y condenado por la misma iglesia católica, mostró el verdadero poder de la mentalista nacida en Concordia, Antioquia, última hija de una monja y un seminarista que renunciaron al llamado religioso para crear familia.
La ‘madre’ ingresó a la política más por orgullo y rabia que por pasión. Luego del escándalo generado por el caos que se armó en la iglesia más importante de Bogotá y de los titulares en los que la llamaron bruja, el entonces gobierno de Alfonso López Michelsen le cerró el espacio radial. Fue allí cuando empezó el camino hacia los cargos públicos de elección popular. Sus seguidores: amas de casa, vigilantes, mecánicos y tenderos, la llevaron a ser diputada, concejal y senadora. La carrera que piensa revivir en las próximas elecciones de marzo se le acabó cuando fue condenada en 1996 y su partido perdió la personería jurídica.
Para llegar al Congreso con sus once alfiles Regina 11 tiene un programa de veinte puntos entre los que están construir cárceles en las montañas más alejadas de las ciudades, tratamiento especiales para los habitantes de calle, prohibir la limosna, que los jóvenes presten el servicio militar en sus propios barrios, no permitir en los semáforos limpiadores de parabrisas ni artistas callejeros, castrar a los drogadictos y asesinos y que cada representante a la Cámara trabaje desde sus regiones y no en Bogotá, para reducir gastos públicos.
Aunque Regina 11 hoy no aspira a ningún cargo público, es la líder natural y política de once de sus más fieles alumnos que buscan llegar al Senado y la Cámara de Representantes bajo el grupo político que logró renacer al presentar más de 80 mil firmas con las que se jacta de seguir teniendo poder y votos. Dice que tiene cuatro millones de seguidores y que esos votos siempre han sido buscados por los candidatos de turno. Ahora los usará para que sus ‘hijos’ lleguen al Congreso.
Desde su escritorio de vidrio macizo, sentada en una cómoda silla presidencial que no se compara con las dos diminutas y sencillas que tiene al frente para sus invitados, dice con su acento paisa que nunca ha podido dejar a un lado, sin dejar de mirar fijamente con sus ojos verdosos, que ha ayudado a elegir a todos presidentes desde Belisario. Menciona haberle dado votos a Virgilio Barco, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, César Gaviria, Álvaro Uribe y hasta a Iván Duque, de quien dice la llamó con insistencia hasta el último día de las votaciones y que ya posesionado nunca más le pasó al teléfono.
—Quise prevenirlo de la pandemia y quise darle las indicaciones para que el virus no entrara a Colombia, pero no me quiso escuchar y mire lo que pasó— lo dice y mirando muy fijamente con sus ojos verdosos empieza a contar que sus visiones y el control de sus poderes mentales los tiene desde que los cuatro años, cuando se le apareció el obispo italiano Angelo Roncalli, quien años después se convirtió en el papa Juan XXIII. El religioso le dijo en aquel encuentro, según lo narra, que su trabajo en la vida era ayudar a las personas con sus visiones y que el número 11 le daría reconocimiento.
No habla de las futuras presidenciales porque dice que aún no ha analizado el aura de los candidatos. No sabe a quién de los que muy seguramente la van a llamar para pedirle sus votos va a apoyar; lo que sí sabe es que no respaldará a Gustavo Petro, de quien ha dicho que es un hombre inteligente pero bueno para matar y extorsionar.
Regina 11 ya muy poco va a sus sedes. Los encargados de enseñar sus dogmas son los más experimentados alumnos; algunos llevan a su lado más de 30 años. Ahora se la pasa más en su casa escribiendo libros y haciendo vídeos para su canal de YouTube donde publica a diario sus cultos diarios. Cree en el covid porque dice que ya sabía de su llegada, pero no cree en las vacunas para controlarlo. Tampoco cree en la muerte, pero en lo que sí cree es en que los cuatro millones de seguidores que dice tener le van a poner sus once fichas en el Congreso y que aquel candidato a la presidencia que ella apoye es con el que va a sacar adelante los proyectos con los que piensa cambiar a Colombia.