Cuando los paras se las daban de organización política y defendían su ideología a punta de motosierras, establecieron con sus amigos del Congreso un pacto para refundar el estado. Pensaban seguramente que un país regido por la Constitución del 91 no brindaba suficientes garantías a sectores políticos de derecha.
Es posible que así fuera, les apretaban normas constitucionales como los derechos fundamentales, la tutela, la independencia de los poderes, el reconocimiento de territorios autónomos de comunidades indígenas y afros y muchos otros planteamientos de nuestra Constitución basada en la democracia participativa y garantista.
Ahora se buscan cambios constitucionales desde el otro extremo ideológico, desde la izquierda. Las Farc acaban de presentar un decálogo de propuestas a ser discutidas en la Habana y para que no suenen igual a las AUC digamos que no están suscribiendo un acuerdo para Refundar el Estado, sino para re fundirlo.
Fundir es someter a intenso calor un metal para que se ablande y pueda ser posteriormente moldeado. En una fundición se pueden obtener piezas de orfebrería, herramientas de trabajo como las herraduras de los caballos o materias prima para la construcción, como el acero. Es decir se sabe como empieza el trabajo, con calor y materiales, pero no sabe si de esos hornos a miles de grados de temperatura, saldrá una joya o un riel de ferrocarril.
Desde ya, las Farc nos hacen soñar con la joya que saldrá de esa fundición: un país parlamentarista, federal, con elección popular de los entes de control, medios de comunicación democratizados, sistema electoral con garantías para los partidos minoritarios, reforma judicial que acabe con la politización y la ineficacia de la justicia y participación popular en la planeación de la política pública económica, entre otras perlas. Es decir, la Colombia del siglo XXI.
Por supuesto, todo puede ser. Se le mete candela a las leyes y se cocinan con condimentos diversos hasta obtener los resultados buscados. ¡Fácil!, porque ninguna constitución democrática, en el papel, es buena o mala.
La del 91 era perfecta, por ejemplo. Cuando fue promulgada por aquel triunvirato compuesto por la derecha de Álvaro Gómez, la izquierda de Antonio Navarro y el centro de Horario Serpa, bajo la mirada neoliberal de Cesar Gaviria, ofrecía de todo: salud, trabajo, educación, justicia, participación, libertad, derechos humanos a tutiplén y hasta la garantía de que a ningún colombiano se lo extraditaría, lo que hizo feliz a más de un narco.
Veintidós años después, muy poco de eso se cumple en la realidad. Pero bueno, con tal de firmar la paz con otro movimiento guerrillero volvamos a barajar y ensayemos otras fórmulas. Eso sí, ojalá que de una vez metan allí al ELN, para que no tengamos que prolongar veinte años más esta guerra y terminar en la segunda fundación de la Patria, o lo que es igual la Re-Re-Fundición, no vaya a ser que de tanto calor los materiales de los que están hechas las leyes disminuyan de peso y volumen. Podría llegar a perderse la esencia de ese metal llamado democracia.
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