La reforma de los actuales regímenes de política fiscal, incluida la reforma tributaria, es sinónimo de masiva destrucción de empleo en la agricultura, la industria, la pequeña empresa y el comercio.
Es sinónimo de ineficacia para la erradicación del hambre, de burla o de insulto al futuro de Colombia y, por consiguiente, podría tener consecuencias económicas nefastas desde el punto de vista de los daños y perjuicios.
Esta reforma no ayudará a nadie y perjudicará a muchos, no solo es una afrenta vergonzosa a la igualdad y la justicia, sino que también pone en peligro la seguridad humana y menoscaban gravemente el desarrollo económico y social del país.
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Es una subasta a la baja de las normas sobre derechos humanos y constituye un obstáculo enorme para eliminar la pobreza y lograr el desarrollo sostenible y que va directamente en contra de lo que preconiza la denominada Carta Fundamental. Supone, sin duda, una afrenta a la dignidad de esta Colombia. Esto es absurdo y no debería tolerarse.
Hay que llamar las cosas por su nombre: la reforma tributaria debido a los excesos normativos y las pesadas cargas burocráticas es un intento de golpe de Estado contra un pueblo ya bastante maltratados, se ha convertido entretanto en una verdadera destrucción de riqueza y de segmentos claves de la economía.
El efecto combinado de la reforma tributaria y la crisis económica, arrojan alto desempleo, aumenta el número de pobres y la reducción en el número de empleos y, además, comporta el progresivo agravamiento de la situación de crisis de las empresas, acentuando la migración y la aceleración de las corrientes migratorias, la ralentización económica, y una desconfianza general.
La adopción de una serie de políticas excesivas, agresivas, laxas monetaria, fiscal, frenan la productividad y el crecimiento que se asocia con frecuencia a consecuencias funestas para el tejido social.
Esto implica una mayor inseguridad para las inversiones, en el empleo y los ingresos, particularmente en regiones con poco o ningún potencial para la creación de empleo, y el deterioro de las expectativas.
Esta reforma también asesta un golpe mortal a los ingresos de miles de agricultores y trabajadores de la industria y el agravamiento de la pobreza para una parte creciente de la población.
Lo más lamentable es la vergonzosa forma en que se ha puesto de manifiesto la falta de voluntad política para avanzar en el desarrollo socioeconómico y político de Colombia, y para su progreso y empoderamiento.
Dicho de otro modo, la mayoría del parlamento es culpable de una vergonzosa incoherencia porque amenaza con alzar ante nosotros un muro de oscuridad e incomprensión entre el pueblo, el poder y la clase dirigente.
No se trata solo de un golpe en todo el sentido de la palabra, se trata también de un grave ataque contra todos nuestros avances democráticos y del llamado modelo social.
Rechazamos categóricamente esa reforma tributaria en su totalidad, porque perjudicaría a Colombia y aumentaría las desigualdades entre las familias, lo que deteriora su calidad de vida, y entre éstas las familias monoparentales, especialmente, las encabezadas por mujeres, tergiversando así el espíritu de la Constitución.
Con ello aumentarían las desigualdades de ingresos en salud y en el acceso a la atención sanitaria y habría más personas que vivirían por debajo del umbral de la pobreza extrema.
Por lo tanto, rechazamos categóricamente esa visión extremadamente miope de la economía, de la sociedad y de la democracia que no tiene en cuenta la realidad de la situación.
Desde la llegada al poder del gobernante actual, el país ha experimentado de hecho la destrucción de la economía y la destrucción de Colombia, la elevada tasa de desempleo, el debilitamiento del sector privado. Por desgracia, vemos el actual caos y la amenaza del hambre que ha exacerbado la miseria de millones.
Estamos alarmados por la destrucción sistemática de la economía y la base productiva del pueblo, la pérdida de tierras, la fragmentación, la dependencia de la ayuda, la inseguridad alimentaria, el debilitamiento del sector privado, la denegación de acceso a los recursos naturales y económicos, así como la incapacidad del pueblo para producir y lograr la autosuficiencia.
El gobierno populista y sus aliados siguiendo su propio criterio tan solo perpetuará el sufrimiento de la población civil, exacerbará el caos, la desintegración y otros daños inmateriales. No deseábamos tanto caos, tanto sufrimiento inútil, tanta destrucción y anarquía con esta reforma tributaria
El asunto que estamos debatiendo aquí está lleno de dolor, sufrimiento y angustia. Todos aquellos que están indignados por el comportamiento de quienes, en el gobierno y en el congreso, nos han llevado al borde del caos y quisieran seguir enriqueciéndose de manera indecente, exigen a todas luces una respuesta urgente.
El Gobierno pierde mucho y lo arriesga todo: se arriesga a perder credibilidad justo cuando más la necesita, se arriesga a ir de mal en peor, y se arriesga a sufrir graves consecuencias para su estabilidad a corto plazo, y por tanto la posibilidad de producir los efectos buscados.
Mi pregunta es esta: ¿puede un gobierno populista seguir una política económica que ignora las propuestas de las asociaciones de empresarios, la sociedad civil y el público, y, si así lo hace, qué arriesga con ello?
Petro y sus aliados, mientras se pavonean como un pavo real, actuando en contra de su propio pueblo, tiene que comprender que, o cumplen plenamente lo dispuesto en la Constitución o se arriesgan a sumir a todo su pueblo, una vez más, en el sufrimiento de la guerra, la insurrección social, la violencia y la permanente sensación de inseguridad.
No nos dejemos engañar esta vez por las promesas vacías y falsas aseveraciones o las diversas propuestas dilatorias que hace el régimen.
El gobierno populista esta fallando a nuestros ciudadanos en cuanto a los principales retos a que se enfrenta la Colombia; su principal deber es responder a las expectativas de los ciudadanos y a sus temores, y traducir nuestras palabras en hechos, y responder a las necesidades y expectativas de los agentes económicos.
Está fallando en su misión más importante en un área clave: no ha logrado una plena legitimidad democrática y el apoyo de la opinión pública.