¿Para qué impuestos?
En primera instancia, para que no se los roben como ha sido la costumbre. Dilapidan el dinero público –de todos– en coimas y contrataciones a dedo, pagando favores políticos, financiando viajes, subsidiando poderosos, o en campañas de imagen, entre otras tantas cositas más, que son una delicia.
Examinen el escándalo por un impuesto a las bebidas azucaradas y a los alimentos chatarra que apenas está en estudio. Y compárenlo con el escándalo por anunciar que se estudiará también, un subsidio a 2.500 familias -en estado extremo de miseria- de un 50% en alimentos básicos –como carne, arroz, huevos- no comida chatarra.
Hay que ver comentarios desgarradores diciendo que eso es mantener la vagancia, y se miran sus perfiles con selfies tragando como vacas en restaurantes. –Por los cinco estómagos–
La pregunta es: ¿Van a dejar de consumir gaseosas y comida chatarra porque van a pagar un impuesto? ¿Han reparado en todos los impuestos que pagan al comprar productos indispensables, y que quería Carrasquilla aumentar su base? Por qué cuando se habla de mitigar el hambre y la miseria -que es una realidad cruel- en la que toda la sociedad ha tomado parte, ¿salen a rasgarse las vestiduras especialmente los que se han robado los dineros públicos?
Los más ricos solo aportarán el 1% y los menos en su escala, pero con patrimonios superiores a 3 mil millones el 0.5%. Estos mismos que van a megacongregaciones como la de Milton Castrillón -el pobre pastor- excandidato, o donde Darío Silva, pagan el 10% mensual sobre sus bienes ingresos, más, las ofrendas en el culto, más, las primicias que es otro diezmo. Y los amenazan con que están robando a Dios, si no le llevan el dinero al pastor. Pero es que están haciendo un negocio, porque, los han convencido de que el dios del pastor les devolverá el 1000 X 1.
El hambre y la necesidad ya es de por sí una carga terrible para quienes la padecen. Y no son pocos en el mundo, menos en Colombia. En países como Noruega los tributos son altísimos, pero no se los roban.
Más bien pensemos que hay que cerrar la vena rota de la corrupción. Eso es lo que tiene trinando en Twitter a muchos que están contemplando la posibilidad de no poder robar. O a representantes como Polo Polo llorando, porque les quitaron las camionetas, no porque los pueblos afros –que dice representar- estén en condiciones lamentables de olvido.
Dicen algunas de estas vacas sagradas que el pobre todo lo quiere regalado. ¡Sí, cómo no! Regalado.
No se han levantado a la madrugada a ver familias enteras arrastrando carros de madera, recogiendo de la basura el desecho convertido en su sustento.
¿Que hay delincuencia? Sí, claro que la hay y zánganos también. Pero, ¿cómo nos explicamos que los zánganos y delincuentes que han ido a las mejores universidades, levanten baluartes de corrupción e imperios del crimen? O, como los dueños de la usura, interesitos que son una delicia, peajes etc.
¿Eso no es regalado? ¿O los millones que ganan los congresistas por representarse a ellos mismos? Además de vitalicios. ¿Quién les regala eso?
El reto es comenzar a cerrar la brecha por donde se fugan los capitales públicos, pero también, mitigar el hambre y el olvido en el que la sociedad arrincona la miseria, y que no da espera.
Construir paz es construir mejores oportunidades, que son posibles, si se desescala la violencia que genera el desangre público. Deber de este, o cualquier otro gobierno.