Nos estamos quedando sin futuro porque la educación que se brinda es anticuada, segregacionista a rajatabla y provocadora de ahondar la gigantesca brecha social que hemos dejado montar en este país. Los maestros de Colombia, los de Fecode y los otros, los de las ciudades y los del campo, perdieron la avidez por prepararse más, por estar actualizados, los incentivos que la ley educativa generaba para quienes lo hicieron se olvidaron, el nivel económico de los hogares lo igualaron con la educación y, como tal, dejó de ser un estímulo para prepararse. Como máximo pasó a ser la necesidad de un cartón para llenar hojas de vida o aspirar a la burocracia estatal. Pero una cosa es tener el título y otra haber aprendido. Y con la forma caduca con que se educa, es más fácil comprar el cartón en los sanandresitos.
Con la forma caduca con que se educa, es más fácil comprar el cartón en los sanandresitos
Los colegios públicos han sido dotados de estructura física pero no de herramientas modernas. Y en el campo es peor porque las escuelas amenazan ruina y los pupitres no los cambian y aun cuando casi todos los hogares campesinos tienen un celular, nunca hay para el plan de datos y la herramienta mágica del internet no llega para la educación rural. Y ni qué decir del fenómeno detectado con la pandemia y estallido social. La educación on line solo fue para los hogares donde tenían computador y conexión al internet. Los demás se quedaron chupando el dedo y odiando con razón a los ricos que volvieron a sacarles ventaja.
¡A la educación hay que reformarla ya! No se puede seguir enseñando con ábaco u pizarra si cada pupitre debería tener un computador. No pueden seguir enseñando maestros anquilosados que no se han dado cuenta que a la modernidad no hay que tenerle miedo sino alcanzarla. La reforma no es cambiando la ley educativa, como lo hacen por estos días en el Congreso, es liderando el cambio total en la estructura de pensamiento y la metodología de enseñanza. De no, quedaremos a la vera del camino al futuro.