La Pandemia del Coronavirus ha permitido que salgan a flote las desacertadas orientaciones impuestas, desde el siglo pasado, por la banca multilateral. Veamos la misión del Banco Mundial a Colombia de 1949, en “Las visiones opuestas de Lauchlin Currie y Albert Hirschman”, según el catedrático economista británico Roger Sandilands.
Currie diseño propuestas para integrar la red de transporte y comunicaciones del país. Promovió así, la migración de gente del campo para conformar grandes conglomerados con el fin de construir enormes ciudades y, tener mercados concentrados que sirvieran para vender de manera fácil; gaseosas, chitos, electrodomésticos, servicios públicos, etc. Currie, fue un opositor de la a la siderúrgica de Paz de Rio.
Hirschman asesoró a Carlos Lleras Restrepo para la creación en 1961 del Instituto de Reforma Agraria. Cuestionó el papel de la escuela de Chicago en Chile, después de la muerte de Allende; aunque, era optimista en la industrialización del país para sustituir importaciones.
Estados Unidos tiene dos formas de extraer riqueza de Colombia, una a rajatabla y la otra, “chupando el néctar con cierta delicadeza”. Finalmente, el B.M se fue por la posición de Currie; y por eso estamos como estamos; pues, las elites en Colombia, aplicaron “a pie juntillas”, las desastrosas y arrasadoras orientaciones de Currie; y, ahora, estamos pagando caro los efectos de esa sumisión a las políticas de la banca mundial.
Como ven, no hay mal que por bien no venga, ni bien que su mal no tenga. Ahora que por culpa la pandemia, del Covid-19, sentimos los escasez de alimentos, podemos ver la importancia de que un pueblo tenga garantizada su seguridad alimentaria, y no dependa principalmente su importación.
Debemos ir pensando como volver al campo, pues hoy, más del 80% vivimos en las ciudades; con el agravante que cuando estemos agonizando por hambre, no podemos comernos un pedazo de cemento o ladrillo; mientras que, en el campo, ningún campesino se muere de hambre; al contrario, nos abastecen de alimentos.
Hagamos un Gran Pacto Nacional para cambiar este agotado modelo económico que nos han impuesto; por otro, donde apoyemos las fuerzas productivas nacionales, haciendo énfasis en salud, educación y, el trabajo en el campo y la ciudad, sin descuidar a los empresarios no monopolistas.