Reflexiones ante la segunda vuelta
Opinión

Reflexiones ante la segunda vuelta

Por:
mayo 28, 2014
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La segunda vuelta parece ser como la del tornillo que aprieta.

Que la paz será el centro del debate para la segunda vuelta parece evidente, o lo que parecería peor, inevitable.

Inevitable porque es lo único que diferencia en verdad y de fondo a los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta.

Ambos se mostraron indiferentes al atraso que tenemos en materia social, a la urgencia de reformas de la Educación, de la Salud, de la Administración de Justicia, de las Pensiones, del indefinidamente diferido Estatuto del Trabajo, etc.

Ambos ven como única función del Estado el desarrollo económico y ven con satisfacción —en el sentido de no buscar otros aspectos—la gestión que los indicadores macroeconómicos reflejan.

Por eso en la primera vuelta no presentaron ningún tema diferente al del tratamiento del conflicto armado y el proceso de La Habana; por eso quedaron relegadas las candidatas que intentaron hacer propuestas de contenido ideológico y programático respecto a esos otros temas; y por eso, esos no aparecerán en lo que continúa del debate electoral.

Tan lamentable como puede ser esto, no se gana nada con desear que no fuere así o con criticar lo que no se puede cambiar. Toca votar sobre lo que los diferencia y no sobre lo que los caracteriza; sobre esto último ya se pronunció la opinión de los votantes y que ninguno haya logrado superar el 10 % dice suficientemente lo que representan como opción ante el electorado.

Pero lo que los diferencia no es tan simple como 'la guerra o la paz'.

Por un lado es obvio que ni Zuluaga ni la mayoría de sus seguidores están en contra de la paz; otra cosa es que cuestionen las condiciones en que esta eventualmente se dé, según la versión que atribuyen a las intenciones de quien hoy lidera el proceso.

Por otro lado, lo que se adelanta en La Habana es un eventual acuerdo sobre el desarrollo del conflicto armado, lo cual es muy diferente de la paz. No solo es reconocido que, como sucedió con los paramilitares y las bacrim, parte de los mismos grupos seguirán ejerciendo violencia sobre la población, sino nada se está tratando de los otros problemas que requiere la verdadera paz de Colombia: la guerrilla es solo una manifestación de lo mal que está el país, como lo son también la corrupción, el narcotráfico, el desempleo, la injusticia social, o la falta de eficiencia y de credibilidad de nuestro sistema democrático en general. Y estos, al igual que una solución definitiva y real de la violencia política —armada o no—, dependen de las reformas represadas que nos mantienen como una sociedad premoderna.

Pero también —y más importante— es de dónde viene las diferencias en las propuestas respecto al manejo de un eventual acuerdo.

De Santos se ha dicho que lo motiva su deseo de pasar a la historia como un gran presidente. Desde el principio tuvo claridad que esto dependía de lograr o no una firma de algo con las Farc. No está de por medio ni una ideología ni un modelo de sociedad o de Estado que por convicción lo induzcan a creer en la posible razón que tengan los insurgentes, o en la necesidad de conciliar con algunos de los cambios por los que ellos reivindican su accionar; pero por eso tampoco existen verdaderas 'rayas rojas' que limiten en su mente los puntos sobre los cuales no se puede ceder. Su apuesta de convencer al ciudadano de lo magnífico de su gestión fracasó, y, como jugador de póker que es, solo le queda jugarse la a la última carta para ganar la partida.

Para Zuluaga queda la duda de hasta dónde llega su uribismo, o, como dirían algunos, hasta donde sería un títere de Uribe o, como Santos, un 'traidor' a él si se aparta de sus directrices. Si lo primero, volveríamos la modalidad de 'seguridad democrática' que permitió o propició los falsos positivos, los acuerdos de cuasiimpunidad para el paramilitarismo, los 'voten mientras los envían a prisión', los AIS, las visitas clandestinas al despacho presidencial, las chuzadas a las cortes, y en fin el 'todo se vale' para lograr el cometido del Führer, sea este la venganza o por convicción. Si lo segundo estaríamos ante una incógnita en cuanto a los medios —Zuluaga no parecer ser un psicópata como Uribe—, mas no en cuanto a los principios y objetivos que inspiran al Centro Democrático y a quienes lo respaldan. Responde a una ideología ultraconservadora, opuesta a los cambios en las relaciones sociales, a la evolución de los valores tradicionales independientemente de los cambios que el mundo y la humanidad hayan tenido; privilegian el mercado sobre el Estado como ordenadores de la sociedad , y complementan esto con el apoyo en la autoridad y no en la búsqueda del consenso como fuente del orden; dan más importancia al derecho de la propiedad privada que a la función social de esta, y aborrecen que el Estado interfiera la libre competencia que favorece a los poderosos sobre los menos privilegiados; etc.

En resumen, no estamos ante dos opciones positivas sino unas que deben despertar alto escepticismo (y así lo demostró la abstención); el voto de cada cual lo definirá el rechazo o el miedo que siente por la posición de la contraparte.

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