Señor ministro, uno de los males de la educación superior en Colombia, es el ego. Este ha hecho que algunos de los docentes que tienen mucho tiempo en algunas de estas empresas privadas y en algunas de las públicas, se hayan “rellenado” en su discurso, encargándose con ello de plantear el semblante de un “saber” que dicen ostentar, sin avanzar realmente en la profundización del conocimiento, atrasando con esta actitud el razonamiento de sus estudiantes, quienes necesitan comprender cómo afrontar el mundo que viene, mientras que sus docentes les entregan las fórmulas recicladas del mundo que ya está en los momentos finales de su ocaso.
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Aparte de esta pereza humana, la Ley 30, al crear el Sistema Nacional de Acreditación, con el fin de garantizar a la sociedad que las instituciones y programas que voluntariamente se presenten, demuestren que cumplen con los más altos requisitos de calidad, al igual que con sus propósitos y objetivos de formación, al estar inscrita en la carrera neoliberal, ha conseguido que muchas universidades pasen los filtros de los pares evaluadores para obtener su acreditación, sin realmente estar preparadas para ello o sin contar con la infraestructura o el talento humano que de garantía de dicho fin.
Mientras en las oficinas de las directivas de algunas de estas empresas festejan su acreditación, en las cafeterías de las mismas los estudiantes y uno que otro profesor lúcido, se preguntan cómo lo lograron.
Todo esto, porque en relación a los retos de Ciencia, Tecnología e Innovación que tenemos en el Pacto Histórico, es prioritario reevaluar la política y los filtros con que se está afrontando este renglón, cuando algunos docentes han estudiado sus maestrías y doctorados pensando más en su escalafón, que en la adquisición de conocimientos y de un despertar a una nueva visión de mundo que permita “empujar” a sus estudiantes al siglo XXI.
Es común entonces encontrar a profesores con maestrías o doctorados pensando igual que cuando estaban en sus pregrados y tener la picardía de osar no haber trasnochado ni sacrificado horas de su tiempo en la elaboración de sus tesis, y sí exigirle a sus estudiantes las fuentes de los autores en sus trabajos, para tratar de detectar en ellos un plagio, sin ser el ejemplo a seguir en lo que piden.
En la educación superior en Colombia también ha habido corrupción. Solo que es más escandaloso hablar de dinero que hablar de plagios, falta de discurso o incapacidad para tener nuevos estilos de pensar. Sumado a que, la política del régimen conservador en Colombia siempre ha privilegiado al obediente y penalizado a quien piensa por sí mismo e induce al pensamiento crítico a sus estudiantes.
Muchos de los actuales docentes no se han leído el “Elogio a la dificultad” de Estanislao Zuleta, y aburguesados en sus plazas de trabajo, como un amo, exigen lo que no tienen para dar, creando con su actitud “egresados de microondas”, que se gradúan tan rápido como terminan sus semestres y quieren enriquecerse, aunque sea ilícitamente, porque con el ejemplo han comprendido que el título universitario es un medio para adquirir dinero fácilmente, olvidando que este les entrega una responsabilidad para aportar y transformar a su sociedad.
Los dineros que piense invertir en Ciencia, asegúrese que realmente sean utilizados para hacer ciencia en universidades que cuenten con los laboratorios, los docentes y los grupos de investigación idóneos y acordes con la tarea, porque lo más seguro es que en el papel usted encontrará absolutamente todos los requisitos que se les pide, cuando su estrategia es la misma del caracol.
En relación a la tecnología, tenga presente por favor que sobredimensionamos a nuestros profesionales, dejándolos a la deriva en un mercado laboral que exige técnicos y la más de las veces, no les da trabajo. Por ello, para las nuevas generaciones es más oportuno la inversión en un estilo de pensar técnico y práctico, que ayude a transformar y adaptar el mundo que viene.
Así mismo, que las empresas que puedan dar fe de la creación de herramientas técnicas para el propósito de la apropiación de nuestro territorio en correspondencia con el cambio climático al que asistimos y el cambio social que necesitamos, le brinden trabajo y honorarios justos a nuestros estudiantes y técnicos profesionales.
Ahora, en cuanto a la innovación, siendo consecuente con mis palabras, estimo que hay que empezar por el dialogo honesto y abierto con quienes hasta ahora se han encargado de formar a una sociedad.
Se ha de partir del estilo de pensar, el cual ha de estar preparado para afrontar el siglo XXI y el nuevo orden global. Si ellos no están preparados para “mirar por el parabrisas” del Pacto Histórico e insisten en defender las ideas que resguardan por el espejo retrovisor de su incapacidad de adaptación, la esperanza que tenemos algunos colombianos en su nombramiento, se apenará, porque obtendremos más de lo mismo, cuando la juventud reclama futuro, apoyo, confianza y credibilidad por parte de nosotros los adultos en sus sueños.