¿Cómo recuperar el carácter social, comunitario y de convivencia de la policía y erradicar los excesos que comete contra ciudadanos que protestan de manera masiva o individual? El deporte nacional de polarizar todo lo que sea polarizablle, dificulta estudiar la situación para tomar las medidas que evitarán nuevas muertes y tragedias y frenar la extensión y agresividad de la delincuencia en las ciudades.
Las reformas cosméticas, improvisadas y a la luz de lecturas políticas sin el punto de vista comunitario, dificultan encontrar los puntos para reestructurar la Policía Nacional y construir una nueva percepción ciudadana frente a su papel. Lograr que la Policía y las comunidades construyan confianza implica replantear la visión que las élites políticas y gobernantes tienen de la función de la Policía, atrapada en la mirada que confunde descontento y rabia con riesgos de seguridad del estado, como si la guerra fría estuviera vigente.
El apoyo o la indiferencia de varios policías ante la reacción de particulares que a su lado disparaban contra manifestantes indefensos, reflejó esa visión de que quienes protestan y alteran las vías de comunicación, merecen la pena máxima. A su vez, muchas de las armas que dispararon policías apuntaron a la cabeza o a órganos vitales de los protestantes, lo que indica que su intención no era sólo intimidarlos, como lo han confirmado las autoridades técnicas.
Colombia resurgió como otro de los países con policías desbordados que en vez de proteger a los ciudadanos y garantizar su derecho a la vida o a la protesta, los ataca a muerte. A los manifestantes, los policías los tratan como enemigos porque no los preparan para manejar las protestas masivas de otra manera, sino que los entrenan para defender al estado de quienes ellos piensan que intentan derrocar al gobierno, o les hacen creer que están a las puertas de una guerra civil si no los contienen a bala.
A la creciente percepción de inseguridad urbana, la antecedió el asesinato de Jairo Ordóñez que desató la rabia de los vecinos y la quema de varios CAI con otras 16 víctimas mortales. A su vez las protestas de octubre con las decenas de ciudadanos asesinados, cientos de heridos y discapacitados y más de 5.000 detenciones arbitrarias demuestran que son excesos derivados de la aplicación de una errónea concepción de la política de seguridad ciudadana.
Reestructurar la forma de cumplir la misión de la policía – y por tanto la institución- implica rediseñar las bases para la selección del personal, redefinir la formación que se brinda y replantear el armamento para que obedezca a las necesidades de protección ciudadana. La visión de la policía entrenada para sumarse al combate militar contra grupos guerrilleros, terroristas o contra las mafias y bandas de narcotraficantes distorsiona el ejercicio de la policía. Su función central debe ser asegurar el ejercicio de los derechos de la comunidad y de sus individuos, protegerla en las calles y en sus espacios de entretenimiento e inclusive en sus necesidades de protestar que también es un derecho que nada tienen que ver con las amenazas de seguridad contra el estado.
________________________________________________________________________________
En la nueva concepción de seguridad, la policía tiene el deber de proteger la vida de los manifestantes, incluso cuando no son pacíficos,porque no son enemigos ni golpistas sino simples civiles descontentos
________________________________________________________________________________
En la nueva concepción de seguridad, la policía tiene el deber de proteger la vida de los manifestantes, incluso cuando no son pacíficos, precisamente porque no son enemigos ni golpistas sino simples civiles descontentos que no pueden perder la vida ni los ojos por expresar su oposición a cualquier política oficial.
El efecto Fergusson que en Colombia es el efecto Ordoñez se está viviendo y hace un gran daño a la calidad de vida colectiva. Por una parte, los ciudadanos aterrados por el comportamiento de los policías, divulgado masivamente en redes y medios, prefieren abstenerse de llamarlos para buscar protección. Los policías a su vez, estresados y desmoralizados por la enorme presión y desprestigio ante la sociedad, tienden a minimizar sus actuaciones. Al sumar los dos factores, la delincuencia siempre atenta a los movimientos del único responsable de controlarlos, encuentra nuevos espacios para actuar con impunidad y aumenta su accionar. Aprovecha el cuarto de hora aumentando su agresividad para hacer más eficiente la ventana que se les abrió, que durará hasta que no se corrija la actual política.
Aunque no existen cifras en el país para comprobar el efecto Ordóñez, lo que si existen son las cifras de las víctimas y la evidencia de una política de uso de la fuerza policial que no corresponde a las necesidades ciudadanas. La reestructuración beneficiaría a los mismos policías porque les bajará el riesgo propio de sus tareas, al desaparecer la animadversión ciudadana. Además, van a contar con una colaboración que les permitirá sumar esfuerzos para reducir la inseguridad en las ciudades y garantizar la protesta social.