Dos ancianos se disputan la presidencia de los EE. UU. Son dos viejos marrulleros y fanfarrones, dos oligarcas decrépitos acusados por distintas mujeres de abusos sexuales, y dos mafiosos neoliberales profesionales de la mentira y la manipulación de masas.
En los últimos meses, la situación sociopolítica en EE. UU. se ha polarizado hasta tal punto que más bien parece que estuviéramos al borde de una guerra civil. Es una guerra cultural y de clases que definitivamente se va a exacerbar en los próximos años. Vamos camino de la balcanización, un proceso de fragmentación y de división imparable. Tras las agresiones y asesinatos de miembros de la comunidad negra a manos de la policía en algunos estados se constituyó el movimiento del Black Lives Matters como respuesta al racismo y a la violencia institucionalizada. Un huracán de indignación como nunca se había experimentado azotó buena parte del país.
Pero cuidado que al frente tienen a los supremacistas blancos del Proud Boys y al Power White listos a entrar en acción incluso con las armas en la mano. En Portland ya causaron un muerto entre los manifestantes antirracistas. ¿Y dónde quedan los latinoamericanos? Víctimas también de persecuciones y asesinatos por parte de las fuerzas del orden y perseguidos por grupos racistas. Nuestra comunidad está relegada a un segundo plano o quizás tercer plano. Desorganizados y en manos de los partidos políticos tradicionales no representamos una fuerza alternativa que tome decisiones sobre nuestro futuro. Pocos saben que las relaciones interraciales en EE. UU. son pésimas: negros y latinos se odian y en los guetos en muchas ocasiones se agreden mutuamente. Hay muchos resquemores entre las minorías ya sean asiáticos, árabes, hindúes, etc. Cada quien en su lugar y sin mezclarse y además debemos tener cuidado de cruzar ciertas líneas rojas. Como confesaría un ciudadano colombo-americano: “Solo nos une el amor por el dólar”.
Los anglosajones llaman despectivamente a los latinos sin distinción “mexican”, “mexican't”, “jumping bean”, “manuel labor”, “wetback” (espalda mojada), “latrino” (combinación de palabras entre latino y o letrina) o “spic” (que significa spanish, indian and colored) . Aquí entran tanto peruanos, colombianos, bolivianos, centroamericanos o lo que sea. Al fin y al cabo, todos son “mexicans”. Lo cierto es que la primera minoría étnica son los mexicanos que en total rozan los 30 millones (sin contar a los ilegales o indocumentados). Lamentablemente, más de la mitad de los latinos con derecho a voto se abstendrán en estos comicios. Solo existen 4 senadores latinos cuando demográficamente deberían tener como mínimo 20. Los líderes mejor valorados por la comunidad latina son la demócrata de origen puertorriqueño Alexandria Ocasio-Cortez y el republicano Marco Rubio.
Los anglosajones o WASP se revuelven contra las minorías étnicas emergentes que desde hace décadas vienen reclamando sus derechos de igualdad y libertad. Como es el caso de los afroamericanos, latinoamericanos o asiáticos. En EE. UU. hay más de 200 nacionalidades que en su inmensa mayoría han asumido su pertenencia a la nación más poderosa del mundo. Millones de residentes en unos años podrán adquirir la ciudadanía americana.
Para un latinoamericano su máxima aspiración es jurar la ciudadanía americana. Después de haber pasado el respectivo examen de inglés, educación cívica e historia (¿Cuál es el sistema económico de EE. UU.? Respuesta: economía capitalista; ¿Cuál es la razón por la que los colonos vinieron a América? Respuesta: libertad; ¿En qué consiste el estado de derecho? Respuesta: nadie está por encima de la ley; ¿Respeto a la propiedad privada? Respuesta: quinta enmienda de la constitución americana), se lleva a cabo la ceremonia de naturalización ante un tribunal USCIS, que administra el juramento de lealtad.
El nuevo ciudadano deberá levantar la mano o en su defecto ponérsela en el corazón y recitar con voz alta y fuerte: “yo prometo lealtad a la bandera de los EE. UU. de América, y a la república que representa, una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”. La mayor parte de los emigrantes se parten el espinazo por adquirir el pasaporte del imperio más poderoso de la tierra. No importa si tienen que trabajar 18 horas diarias más horas extras los fines de semana, todo sea por tocar el cielo con las manos. Deben hacer gala de una hoja de vida o certificado de buena conducta intachable o de lo contrario de plano serán rechazados.
Los anglosajones (WASP) a los conversos latinoamericanos los llaman despectivamente de “potato” es decir, cafés por fuera y blancos por dentro. Se revelan por ser más fanáticos que los propios gringos. Ellos juran y perjuran que defenderán su nueva patria a costa de su propia vida si fuese necesario. Y si son jóvenes lo primero que hacen es enrolarse en las filas del ejército de los EE. UU, el más poderoso del mundo, que es la forma más rápida de adquirir la nacionalidad y también regularizar a sus familiares. Orgullosos se enfundan el uniforme de gala y marcan el paso al ritmo del US anthem. Por supuesto que también son cómplices del imperialismo norteamericano.
Han alcanzado la gloria y entonces como por arte de magia se convierten en represores y perseguidores de sus propios hermanos ilegales que buscan hacer realidad también el sueño americano, como un día lo hicieran ellos. Y lo más lamentable es que muchos votarán por Donald Trump para reafirmar su amor a la nueva patria. Pero como no es políticamente correcto, lo negarán ante los encuestadores. Ellos aman al amo blanco, al patrón blanco, aman el dólar, las hamburguesas y Disney World. Han coronado y realmente lo que los importa es consumir a manos llenas en los grandes malls las variadas ofertas del pague dos por el precio de uno. ¡Atención! Muchos de ellos son de segunda o tercera generación, están completamente integrados en los EE. UU. y no hablan español, pues sus padres prefirieron no enseñarle su idioma para que no sean estigmatizados. Hasta les han puesto nombres gringos en un vano intento por pasar desapercibidos. Su complejo de inferioridad hace que imiten muy rápidamente el modelo anglosajón.
“Si trabajan duro y con constancia cualquier migrante en EE. UU. puede volverse millonario” y “los hispanos estadounidenses representan el sueño americano” (casa, carro, cesta de la compra a rebosar y tarjeta de crédito ilimitada) ese es el consejo que les da el propio presidente Donald Trump, empresario multimillonario que como el rey Midas todo lo que toca lo convierte en oro.
Para la “Coalición de Latinos por Trump”, sus más fanáticos admiradores, no importa que insulte a sus hermanos, que los amenacen, y mande construir un muro de odio en el río Bravo, separe a las familias en la frontera y meta a bebés en jaulas. “Criminales, violadores y narcotraficantes” así llamó en su día Trump a los mexicanos. “No existe otra alternativa que aplicar mano dura” Pero, aunque los flagele sin piedad, los electores “potato” latinos votan sin ningún remordimiento por el “ogro del Ku Klux Klan”. Y para rematar también tenemos a los afroamericanos por Trump, o “Black Lives Maga” (Make America Great Again), que sin titubear lo admiran y hasta lo aman. Según el presidente: “hemos hecho más por los afroamericanos en tres años que lo que ha hecho el fracasado establishment de Washington en más de 30 años”.
“Hay que detener y expulsar a esos forajidos, maras, nacos, indios malolientes, criminales y violadores que vienen a invadir la tierra prometida”, dicen los eugenésicos supremacistas exigen una América genéticamente pura. Es por esto que los grupos antiinmigrantes reclaman a Donald Trump que movilice a la Guardia Nacional y pacifique el país o de lo contrario serán ellos los que tomen cartas en el asunto. La venta récord de armas en las últimas semanas es una señal muy clara de que seguramente se producirán graves incidentes el martes 3 de noviembre por la noche si los resultados son contrarios a Donald Trump. “Los socialistas comunistas, o anarquistas se han infiltrados en pleno corazón del imperio y es necesario exterminarlos”.
En las pasadas elecciones del 2016 Trump obtuvo 62 millones de votos. De los 4 millones de votantes latinos o “latinx”, el 28% votó por él y un 8% se atribuye a los afroamericanos. ¿Cómo es posible que suceda este insólito fenómeno de masoquismo extremo? Aliarse al suprematismo blanco es una traición perversa y abyecta. “con los republicanos siempre, soy americano primero” es el lema de muchos esclavos del capitalismo chupasangre. Son votantes de bajo nivel educacional que escaparon de la pobreza de sus países de origen y que ahora se sienten capos o patrones. El dólar es poderío y los salarios no se puede comparar con la miseria que pagan en México, Centroamérica o Suramérica. Y encima están en contra de regularizar a 12 millones de inmigrantes sin papeles. Aducen que les quitaran sus puestos de trabajo.
Los latinos podrían inclinar la balanza de un lado a otro, ya sea de Trump o de Biden, pero lo cierto es que más de la mitad no va a participar en los comicios. Si Biden gana en Florida, Arizona y Pennsylvania se convierte en el nuevo presidente de los EE. UU. Florida es tierra de asilo de los exiliados de América Latina que representan el 25% de la población especialmente cubanos y venezolanos. El 80% son anticomunistas y por lo tanto se alinean del lado de los republicanos, al igual que los jubilados blancos. Los demócratas intentan captar el voto latino prometiendo la regularización de millones de sin papeles. Pero su oferta es poco creíble pues no olvidemos que Barak Obama deportó a más de tres millones de migrantes durante su mandato.
Los migrantes ilegales, aunque no tienen derecho a voto, ilusos apuestan por Biden porque aparentemente es su única esperanza de ser regularizados. La verdad es que decir que Bernie Sanders o Ocasio-Cortez son de izquierdas es algo que no se corresponde con la realidad. Ambos son más bien “liberales moderados”, que se inclinan por una socialdemocracia al estilo escandinavo más que por un sistema parecido al cubano, venezolano o nicaragüense. Otro que se declara socialista es el multimillonario demócrata Blomberg que con 65.000.000 de dólares en sus arcas incita a la “rebeldía revolucionaria” Tal y como lo dijo Obama en un discurso de campaña en Florida “Joe Biden no es un socialista” Es mejor definirlo como un neoliberal capitalista.
Durante la campaña ambos candidatos han hecho grandes promesas en temas como la economía, salud, educación o trabajo. Su objetivo no es otro que captar el voto de los indecisos mientras que el problema de la migración apenas si lo han tocado. El inmigrante latino nacionalizado americano o “potato” no le interesa lo que les suceda a sus propios hermanos y se desentienden completamente de su suerte. Porque se rigen por el concepto individualista del sálvese quien pueda. Esos parias que vienen subiendo de Centroamérica o México y que pretenden colarse en el imperio representan una amenaza que hay que neutralizar. Critican las protestas antirracistas pues fomentan el odio y desatan el caos. Se muestran indiferentes al racismo, la brutalidad policial, la persecución de los inmigrantes, las deportaciones o la explotación laboral. El Black Lives Matter es algo que no les incumbe.
Pocos se solidarizan con la causa ya que son latinos fieles a la Constitución americana. Que a nadie se le ocurra hablar mal de Estados Unidos porque, bueno, este es el mejor de los mundos posibles. Son los trumpistas ocultos de piel cobriza o negra y de origen mexicano, centroamericano, caribeño o suramericano que apoyan a rajatabla la política de la ley y el orden del superhéroe americano. “Hay que detener y meter presos a los anarquistas o izquierdista seguidores de Chávez y Fidel Castro”, afirman que aquellos paisanos que vienen en las caravanas no son sus hermanos. “No los conozco, soy americano, me gusta lo que está haciendo Trump con el muro, la economía y su política de seguridad para expulsar criminales, delincuentes y traficantes de drogas. Mano dura”, afirma un votante anónimo hondureño. Proceden de países en América Latina donde impera la violencia, la criminalidad, la corrupción y la violación de los derechos humanos. Saben muy bien lo que es significa sobrevivir con unas sucias moneditas y rendirle cuentas a los carteles o las maras.
En EE. UU. han encontrado el paraíso en la tierra. Ellos son ciudadanos americanos o residentes permanentes y pertenecen a una “casta de privilegiados” (nunca los anglosajones los reconocerán como ciudadanos de primera), por eso lucen la mejor ropa de marca, se pintan el pelo de rubio y se ponen gafas de sol ray-ban, sacan a relucir sus teléfonos celulares de última generación y manejan tremendas camionetotas. En el porche de sus casas cuelgan la bandera de barras y estrellas para que nadie los confundan con esos piojosos migrantes clandestinos. El “infecto cucaracherío” portadores de virus y pandemias debe ser fumigado en la frontera. A menor nivel educativo, más apoyo a Trump. Es vital construir ese muro que cuesta 10.000 millones de dólares y que Trump quiere que pague el gobierno mexicano. Por paradójico que parezca, muchos de los obreros que lo construyen son latinos.
Los militares votan por Trump porque ha aumentado el gasto en defensa y ha decretado la retirada de las tropas de Afganistán e Irak. La asociación nacional del rifle es un pilar básico del presidente pues es su máximo valedor. La segunda enmienda de la Constitución de los EE. UU. protege el derecho de los ciudadanos a poseer y portar armas. Tenemos también a la comunidad iraní antislámica, la comunidad china anticomunista, la comunidad judía pro Trump y especialmente ese temido lobby sionista que tanto se ha visto favorecido durante su mandato. Trump ha dicho que “si le va bien a EE. UU., también le irá bien a México”. Parece increíble que el “izquierdista” López Obrador se haya prestado a apoyar su reelección. Hace unos meses cuando visitó la Casa Blanca comparó a Donald Trump con George Washington, cuando antes decía que más bien se parecía a Hitler.
En el censo poblacional se encontró la sorpresa que muchos habitantes de distintos estados de la Unión, que étnicamente son mestizos, indígenas, mulatos o negros centroamericanos, mexicanos o suramericanos, se autodefinieron como hispanos (¿blancos?) o latinos. Es decir, se avergüenzan de sus raíces, se sienten acomplejados y tienen que blanquearse física y mentalmente. Además de disfrazarse para que no los confundan con los emigrantes pobres e ilegales.
En EE. UU. existen unos 12 millones de inmigrantes indocumentados (8 millones son latinoamericanos) pero lo cierto es que no se puede calcular con exactitud ya que son seres invisibles que procuran mantenerse en la sombra por temor a ser deportados. Los “dreamers”, hijos de inmigrantes nacidos en EE. UU., a los que Trump quiere expulsar del país, suman en total de 2.2 millones. La población americana nacida en el extranjero se cifra en 50.000,000 de personas.
Se ha sembrado la destrucción y el caos en distintas ciudades de EE. UU. como Minneapolis Seattle, Atlanta, Filadelfia, Washington, Portland, New York, Los Ángeles, Kenosha en Wisconsin o Charlottesville en Virginia. Los culpables de estos motines, según Donald Trump, son vándalos de la ultraizquierda y anarquistas que saquean e incendian los negocios para desestabilizar el gobierno”. Por eso el único que puede garantizar la ley y el orden es el superhéroe Donald Trump “quieren incendiar al país más poderoso de la tierra y no lo lograrán”. El presidente autorizó a la Guardia Nacional para que reprima a los miembros del grupo Antifa que utiliza tácticas de guerrilla urbana. y a los que ha calificado de “matones y de terroristas”.
Igualmente, se han movilizado los ultraderechistas Proud Boys, nacionalistas y supremacistas blancos, decididos a someter a sangre y fuego a los “cachorros de Biden”. Los liberals están detrás de las protestas. “Estados Unidos jamás será un país socialista”. El racismo es un pilar del capitalismo pues para que la sociedad dominante no pierda sus privilegios se lleva a cabo una marginación del colectivo minoritario―social y económicamente―. Desde luego que en el mercado de votos estas manifestaciones favorecen a Trump pues los WASP se ponen de su lado en el combate a los terroristas que ultrajan la patria. El levantamiento de las “razas inferiores” afros, latinos, asiáticos o nativos indígenas es una afrenta imperdonable. Porque los supremacistas blancos son los verdaderos dueños de los EE. UU. tal y como lo refleja el film “Lo que el viento se llevó” que no es más que un símbolo del pasado racista que aún prevalece en la mentalidad de muchos anglosajones. El voto del mundo rural y de los evangélicos es pro Donald Trump.
Los republicanos han hecho del miedo el eje de su campaña. “¡Alerta! Biden va negociar con China, con Irán, con los palestinos y hasta con Maduro”. Donald Trump acusa a Biden de padecer Alzheimer y tener deterioradas sus facultades cognitivas, ¿cómo un anciano mentalmente incapacitado y que está a punto de cumplir 80 años puede hacerse cargo de la presidencia de los EE. UU.? “Trump es el fascismo y debe ser juzgado por crímenes contra la humanidad”, replican sus detractores demócratas.
La aspirante a la vicepresidencia es Kamala Harris desata las iras de los supremacistas que la ven como la heredera del clan Obama. “Es intolerable que una vez más una mulata venga a “ensuciar” la Casa Blanca” “Kamala Harris es falsa e hipócrita. A ella lo que le favorece es que haya más mártires negros”.
Obnubilados por el demoledor aparato propagandístico de un espectáculo al mejor estilo Walt Disney con sus cartelitos de colorines y fuegos artificiales se representa una lucha entre la del bien y el mal; Biden es la luminosidad y los demás la oscuridad. Donald Trump también es el redentor que salvará América. Un aspecto mesiánico muy bien explotado pues él mismo se autoproclama “elegido de Dios”. La ultraderecha se arrodilla en los altares para rogar por su triunfo. ¿Qué será la bolsa de valores, Wall Street y la recuperación económica?
El “Bible Belt”, el cristianismo evangélico, por un aspecto moral y político está con Donald Trump. Son veinte estados donde se destacan bautistas, presbiterianos, pentecostales, luteranos, restauracionistas pilar del fundamentalismo religioso y el conservadurismo extremo. Por regla votan a los candidatos republicanos. Los demócratas promueven el aborto libre mientras los republicanos se inclinan por la prohibición total del mismo. Este es un tema muy serio entre las comunidades religiosas que consideran a Donald Trump un defensor del derecho a la vida. En el “corredor Mormón” o “Mormón Corridor” de Utah, Idaho y Nevada, Wyoming y Arizona Trump tiene millones de adeptos, también se destaca el “Unchurched Belt” o Cinturón no religioso y que preferencialmente simpatizan con al partido demócrata, el “Rust Belt” o “cinturón del óxido” o cinturón industrial donde los obreros en paro víctimas del cierre de las fábricas llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca “un voto a Trump, es un voto por el carbón”. El medio ambiente no puede ser un obstáculo para la recuperación económica de los EE. UU.
Los analistas sostienen que los estados donde se decidirá quién es el próximo presidente de los EE. UU. son Florida, Pennsylvania, Arizona, Carolina del Norte, Michigan y Wisconsin
¿Se comprometerá Trump a aceptar el veredicto de las urnas si le son desfavorables? Lo más seguro es que los impugnará. Y si esto sucede la nueva jueza de la Corte Suprema Amy Coney Barrett, recientemente nombrada por él, será una de los que decida quién es el nuevo presidente. Es muy probable que la noche del 3 de noviembre los primeros resultados den el triunfo a Trump, pero después vendrá el conteo de los votos por correo que seguro beneficiará a Biden. Entonces se desatarán las acusaciones de fraude por parte de los republicanos. ¿Los hackers de Rusia, China e Irán intervendrán en las elecciones como ocurrió hace 4 años?
El FBI está investigando actividades cibernéticas encubiertas para ayudar o perjudicar a Trump. Cuidado que en el 2016 no acertaron las encuestadoras que le daban el triunfo a Hillary Clinton y, tal vez, ahora a pesar del amplio favoritismo de Biden, vuelva a suceder lo mismo. Aunque con toda seguridad el voto popular lo ganará Biden, el triunfo puede llevárselo Donald Trump: el superhéroe que venció el coronavirus y el impeachment. Si no hubiera sido por la crisis del “virus chino” que ha generado pobreza, desempleo y un hundimiento de la economía, Trump hubiera arrasado en las urnas. La pandemia puede costarle la reelección. "¡Los votos contados después del martes son ilegítimos!", acaba de declarar Trump en un claro desafío al sistema electoral. Las espadas están en alto.