La lucha contra la corrupción no puede ser centro del debate presidencial
Aún no comienzan las campañas (ni por ley pueden comenzar), pero ya se habla solo sobre quiénes serán los candidatos y no sobre cómo o alrededor de qué programa se alinearán las posiciones respectivas cuando llegue el momento concreto.
Claramente no será alrededor de un mandato -de una instrucción dada a un apoderado- que decidiremos nuestro futuro, sino la elección solo definirá a cuál persona nos entregamos para que determine nuestra suerte.
Es una carácterítca derivada de decisiones anteriores que acabaron con la esencia de los procesos políticos como debería desarrollarse con la presentación de alternativas diferentes en cuanto a planes de gobierno; hoy en vez de una democracia real lo que vivimos es una especie de elección con las apariencias de las democracias (mayorías electorales) pero donde se escoge un autócrata que gobernará sin mandato alguno pero prácticamente con poderes absolutos.
Hemos llegado a que el poder presidencial llega a figuras como el fast track que es la versión oficializada de lo que antes se llamaba el pupitrazo.
En lo institucional la actividad política de confrontación de ideologías y de propuestas de programas que las desarrollen fue remplazado entre nosotros por lo que llamamos clientelismo o manzanillismo, que se reduce a estructurar el manejo del Estado alrededor de lealtades y contraprestaciones entre individuos, sin que existan obligaciones con la colectividad.
Se proclama como un programa ‘la lucha contra la corrupción’
como si esto no fuera común a todos los candidatos,
o alguno pudiera proponer incentivarla
O donde se proclama como un programa ‘la lucha contra la corrupción’ como si esto no fuera común a todos los candidatos, o alguno pudiera proponer incentivarla.
Es una manera de no proponer nada concreto como programa de gobierno ni pedir un mandato para cumplirlo como gobernante, y equivale a pedir poderes discrecionales sin compromisos reales. ‘Acabar la corrupción’ no es un programa sino es la falta de otros programas.
Hablar de ‘eliminar la corrupción’ es algo más que iluso puesto que esta siempre en mayor o menor grado siempre ha existido y siempre existirá. Es una forma engañosa de buscar la elección para a nombre de ese genérico subir el poder sin obligaciones precisas, y por ello también sin que sea posible el ser llamados a cuentas. A menos que el objetivo fuese ser el actuar corruptamente -lo cual infortunadamente se ha vuelto una motivación real en no pocos casos- nadie buscaría salir elegido ofreciendo como plataforma que se dedicará a beneficiarse y beneficiar sus financiadores con cupos burocráticos y contratos.
La frase tan vilipendiada de ‘reducir la corrupción a sus justas proporciones´es un concepto y un objetivo de un gobernante realista. Decir que se tiene como programa ‘la lucha contra la corrupción’ implica solo que no existen programas para ello, y en todo caso que no se proponen programas para otros temas a atender. Es demagogia y nada más.
Interesante sería aplicar esa oferta al campo donde surge sin que se reconozca o se le declare la guerra. Porque existe la corrupción de las personas que todos reconocemos y coincidimos en que se debe combatir. Pero existe la corrupción del sistema político mismo, de la forma en que se concibe la política entre nosotros: en la medida que se lucha por ‘el poder por el poder’, por el poder en sí mismo sin establecer el poder para qué, y las campañas giran solo alrededor de adhesiones a nombres sin saber con qué proyecto gobernarán estamos ante la corrupción institucionalizada, la corrupción de lo que erradamente pretendemos que es una ‘democracia’.
‘Reducir a sus justas proporciones’ esa corrupción o degeneración de nuestro modelo de democracia ha sido un intento fracasado. En él nos hundimos en lo que calificamos como ‘la politización de la Justicia’ que no es sino el contaminarla volviéndola, con cupos y recomendados, otro objetivo en la repartición del poder.
Que bueno sería que quienes adelantan su campaña alrededor del tema de la corrupción no solo definieran los programas que acabarían con la que se ve en los beneficios económicos, sino que también dijeran cual es su visión respecto a la necesidad de reformar todo el modelo de supuesta democracia que tenemos. Respecto a la idea acabar con las elecciones en las que los partidos políticos no generan proceso para formar candidatos-líderes y por el contrario se lanzan candidaturas sin partido; en que no se debate alrededor de opciones diferentes de programas de gobierno sino de alianzas según las cuotas de poder; en donde la imagen y la proyección mediática remplazan la consistencia que se esperaría de un estadista; en donde lo resultante no se concreta en un mandato sino en una en entrega del poder para qu el elegido maneje a su gusto, cumpliendo o no las promesas de campaña.