Hace poco escribí una columna sobre la necesidad de involucrar a los hombres en la prevención de la violencia contra las mujeres. Aducía que la participación del género masculino en los programas de prevención es necesaria para lograr el éxito de las políticas que buscan acabar con esta problemática.
La idea de fondo del involucramiento de los hombres en este tipo de causas, lideradas exclusivamente por las mujeres víctimas, es que si no se logra cambiar la cultura machista y el ideal de masculinidad no será fácil erradicar las conductas agresivas de los hombres contra las mujeres.
Me llamó la atención un reciente artículo sobre el tema en The Atlantic en el que se hacen referencias históricas a esta tendencia, su nueva popularidad y los efectos positivos de su réplica.
Según decía, es una tendencia que está volviendo a tomar fuerza en Estados Unidos. No son pocos los programas y clubes organizados en los colegios con el fin de que los jóvenes puedan hablar libremente de lo que significa ser hombre y de su comportamiento frente a las mujeres.
Los grupos de este estilo nacieron a finales de los sesenta cuando algunos hombres se dieron cuenta del efecto positivo que estaba teniendo su apoyo a los movimientos feministas.
Desde entonces germinaron instituciones como la Organización Nacional para Hombres en Contra del Sexismo (NOMAS por sus siglas en inglés), convertida hoy en referencia para este tipo de programas. Y de ahí en adelante, diversos grupos, publicaciones, académicos y profesores se dedicaron a mirar el tema con más atención.
El éxito de los que se han ido replicando en colegios, universidades y otros organismos radica muchas veces en la privacidad de los mismos.
El significado de la masculinidad y los comportamientos negativos, agresivos e irrespetuosos ligados al concepto, están tan arraigados a la cultura de los hombres que es necesario permitirles un espacio donde se sientan seguros para que puedan hablar y liberarse de las cargas sociales asociadas a “Ser hombre”.
Hoy, además, existen las redes sociales donde el anonimato es factible y sirve para estimular la conversación sobre estos temas. Especialmente cuando se habla de masculinidad sana, sexualidad positiva y el profeminismo. Temas todos que podrían ser tachados de femeninos.
El trabajo no es sencillo. Desmontar la idea de lo que tradicionalmente se conoce como la naturaleza masculina, que en muchos casos es llevada al extremo y convertida en abusos, violencia y muerte requiere un trabajo interno con ayuda grupal y apoyo constante. Es casi comparable al tratamiento de enfermedades como el alcoholismo o la adicción para las que la principal tarea —la clave del éxito— es la aceptación de que existe un problema, para luego sí iniciar un cambio.
Según dicen los expertos, las terapias por lo general incluyen referencias a las mujeres que hacen parte de las familias de aquellos hombres que han maltratado o se sienten superiores a las mujeres. Ahí la perspectiva empieza a cambiar.
Además aseguran que es ideal empezar a dialogar sobre estos temas desde temprano, y cultivar aquellos jóvenes que tienen aptitudes de liderazgo y se pueden convertir en ejemplos para sus compañeros y amigos.
De acuerdo con los estudios realizados al respecto, es increíble ver cómo con estos diálogos, los jóvenes cambian su lenguaje corporal, la forma de hablar y los valores que le dan sentido a la vida. En resumen, se crean mejores seres humanos.
Yo me pregunto cuán lejos estamos en Colombia de lograr la existencia y permanencia de este tipo de grupos.
Por @Silviadan
Fecha de publicación original: 16 mayo de 2014